A veces la inspiración nos llega en el momento menos esperado, por eso, los que estamos acostumbrados a batallar con palabras cualquier fugaz imagen puede llegar en nuestro auxilio.
Aunque parezca rayar los límites de la criminalidad, hoy un simple cuchillo sobre la encimera de la cocina se ha transformado en un arma. Ojo que no hablo de un arma de defensa o ataque sino de un arma que desmonta escollos y que abre caminos.
El cuchillo, como objeto tangible y afilado, es de uso cotidiano y se preguntarán entonces, ¿qué demonios tiene esto que ver con la literatura?
Ya que es el tema que nos vincula. Allá vamos, déjenme demostrarles cómo cualquier imagen cotidiana puede convertirse en un elemento de reflexión literaria.
El cuchillo ha sido una metáfora recurrente en la literatura. En su forma más elemental, es un instrumento de corte, de separación, de división. Sin embargo, en el ámbito literario este simbolismo se multiplica convirtiéndose en una herramienta para desentrañar las profundidades del ser humano, para abrir nuevas perspectivas y cortar las ilusiones que ocultan la verdad. Así, la literatura y el cuchillo comparten una relación simbólica en la que el acto de escribir es, en muchos casos, un ejercicio de escarbar en las entrañas de la existencia humana. Algo, que como el corte con el filo de un cuchillo, puede ser tan doloroso como revelador.
El cuchillo puede significar una incisión, un develamiento. Desde los primeros momentos de la historia de la humanidad, el cuchillo ha sido utilizado tanto para crear como para destruir. De igual forma, la literatura utiliza las palabras para esculpir realidades, cortar la ficción de la verdad y dar forma a un mundo que solo existe en la mente del escritor. En este sentido, el escritor se convierte en un cirujano de las emociones y las ideas, utilizando las palabras con precisión y, a veces, con violencia.
Uno de los ejemplos más emblemáticos de esta metáfora se encuentra en las obras de Hermann Hesse, especialmente en su novela Demian. En ella, la metáfora del cuchillo se presenta como el instrumento que corta la capa superficial de la realidad y desvela la esencia más profunda de la existencia humana. El joven protagonista, Emil Sinclair, es guiado por su mentor, Max Demian, hacia la comprensión, hacia lo que se convierte en un deber: «cortar» con las normas establecidas y adentrarse en su propia verdad, incluso si esto implica sacrificios y dolor. La escritura, en este caso, actúa como ese cuchillo que abre un espacio de reflexión sobre el individuo y el mundo.
En sus múltiples formas y contextos, el cuchillo se convierte en un símbolo literario con una gran carga emocional y filosófica, capaz de reflejar desde la ruptura interna de los personajes hasta el enfrentamiento con las injusticias del mundo. La intrínseca idea de violencia vinculada con el cuchillo, es en un sentido simbólico lo que representa la literatura de la modernidad. En este caso, el simbolismo del cuchillo también puede evocar la violencia inherente a la literatura misma. En los momentos de crisis existencial, los personajes y las historias se desenvuelven a menudo en escenarios donde el sufrimiento y la incisión son inevitables. Franz Kafka, en su obra La metamorfosis, explora el concepto de transformación a través de una violencia metafórica. La metamorfosis de Gregor Samsa que lo convierte en un insecto repulsivo se puede ver como un «corte» violento en la vida del protagonista, un rasgo que le impide volver a su vida anterior y lo lleva a una forma de existencia incomprensible para los demás. El supuesto cuchillo que utiliza el autor como arma de comprensión puede verse reflejado en el corte que busca la ruptura entre el ser y su entorno, una herida que no puede cicatrizar y que define la condición humana.
Y si de abrir caminos con la palabra se trata, la poesía, como forma literaria más concentrada y directa, es el cuchillo perfecto para bucear en las entrañas y llegar al meollo del dolor, al centro de las emociones humanas. Un claro ejemplo de esto se encuentra en los versos de Federico García Lorca, quien en su poesía emplea una fuerte carga simbólica para ilustrar el sufrimiento, la pasión y la muerte. En el Romancero gitano, la imagen del cuchillo se entrelaza con el destino fatal de los personajes, como en el poema de la muerte de la mujer que lo lleva clavado en su corazón, en una historia que parece cortada por un destino cruel e implacable. La violencia de los sentimientos se expresa en términos del filo tajante, que al igual que la poesía, abre heridas que nunca sanan.
El cuchillo como instrumento de creación literaria, a nivel estilístico y estructural, también puede simbolizar el acto de cortar o moldear la narrativa misma. El escritor utiliza las palabras como un cuchillo para dar forma a su obra, recortando, seleccionando, puliendo las ideas hasta encontrar la esencia de su mensaje.
En las obras de Virginia Woolf, especialmente en La señora Dalloway, el tiempo y la percepción se cortan de manera fragmentada, y el flujo de conciencia se convierte en un «corte» de las convenciones narrativas tradicionales. Woolf utiliza una escritura que corta las líneas temporales, presentando los pensamientos y sentimientos de los personajes como si fueran fragmentos de una conversación íntima, logrando una mirada profunda y penetrante en sus mentes. En este sentido, el cuchillo se convierte en un símbolo del arte de esculpir la forma literaria, dividiendo el tiempo y el espacio para capturar las complejidades del ser humano.
A menudo, el cuchillo en la literatura no solo corta al individuo, sino también las estructuras de poder y las convenciones sociales. El escritor se convierte en un «cirujano social» que utiliza el cuchillo para abrir la herida de las injusticias y desigualdades. Charles Dickens, en obras como Oliver Twist o David Copperfield, utiliza la crítica mordaz como un cuchillo que rasga las máscaras de la sociedad victoriana, exponiendo las crueles realidades de la pobreza, la opresión y la explotación infantil.
Pero vuelvo a mi cocina, vuelvo a la encimera y miro el cuchillo que estaba a punto de utilizar para partir una manzana antes de que la inspiración me atacara. El cuchillo es también una herramienta de creación y no solo de destrucción, me digo mientras trozo en cuartos la manzana, y mientras el sabor entre dulce y ácido invade mi paladar, sonrío imaginando la próxima imagen que me llegará sin que la espere y trato de recordar que no me tome por sorpresa sino siempre con un lápiz y un cuaderno a mano. Parafraseando a un grande entre los grandes, y como suelo decirles a los escritores en ciernes que llegan a los cursos del Taller Literario Palabras: que cuando venga la inspiración, no solo te encuentre trabajando sino también listo y preparado.
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Profesora de escritura creativa y coordinadora de talleres literarios, editora y correctora literaria, reseñadora y crítica literaria.
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