Reseña
Pocas cosas pueden conmover el alma como las palabras impresas. Cuando esas palabras además son las precisas y se acomodan una tras otra como en un baile encantado, las frases van tejiendo historias y las historias nos invaden, nos atrapan. Si eso pasa, es que tenemos entre las manos el libro exacto, y que lo hemos encontrado en el momento justo. Entonces, el alma se conmueve y cuando el alma se conmueve con un libro, no puede menos que explotar en cientos de luces que estallan y siguen brillando más allá incluso del punto final. Ni qué hablar si un libro no solo conmueve un alma sino dos almas, al mismo tiempo.
Esa emoción del alma, es exactamente lo que compartimos con Lola y Alice, las dos protagonistas de «La vida cuando era nuestra». Ambas alcanzan y contagian la gloria de leer juntas el mismo libro y sentir que sus almas explotan juntas y ya no son cientos, sino miles las luces que estallan alrededor de ellas. Marian Izaguirre es la maga que hace posible que además de esas dos almas explote la del lector y sean entonces tres leyendo un mismo libro y explotando a la vez.
Elige como base un recurso: la intertextualidad.
La intertextualidad se basa en la idea de que la escritura de un texto implica el conocimiento previo de otros textos. Una palabra evoca otra palabra, un personaje evoca a otro personaje. Cuando leemos un texto, sabemos que a ese lo precedieron otros textos y que otros surgirán a partir de él.
En La vida cuando era nuestra el texto fundacional es parte de la misma historia, no proviene de otro texto ajeno a éste sino que lo conforma y lo forma, como vemos en las clases del taller literario esta categoría particular del llamado recurso de intertextualidad, se denomina intratextualidad.
Marian Izaguirre trabaja un contexto que quizás se sienta gastado, agotado: la España de la post guerra. Sin embargo, el ambiente citadino de un Madrid que comienza a levantar la mirada hacia el mañana, nos llena de ilusión y nos abre la puerta a la esperanza de un futuro donde aún nos aguarda lo mejor. Y si a eso le sumamos la pasión por los libros compartida por los tres personajes centrales de la historia, Alice, Lola y su marido Matías, no nos queda más que el abrazo con ese mundo de papel que Marian Izaguirre nos regala casi, casi como si fuera real.
«En el mismo instante en que vi la tienda, una librería de viejo con el escaparate lleno de lápices de colores, pinturas al pastel y libros de Julio Verne, en ese mismo instante, supe que estaba ocurriendo algo extravagante, y que dependía de mí la importancia que este hecho tuviera en el futuro. Podía darme media vuelta y olvidarlo todo. O podía entrar en aquel portar y hablar con él. Entré.» (Página 13)
Alice una inglesa que vive en Madrid desde el comienzo de la Guerra Civil es quien decide entrar en la librería de Lola y Matías. Lola y Alice se conocen días después, gracias a un libro que Matías, el marido de Lola y dueño de la librería, exhibe en el escaparate de su local. La protagonista de ese libro está tan cerca de la realidad como de la ficción y quizás por eso acerca a las dos mujeres, de manera irresistible cada mañana de cada martes y jueves en que sentadas en la trastienda devoran la historia de la novela Rose «La joven de los cabellos de lino».
Con ellas viajaremos a la Inglaterra de principio del siglo XX para conocer a una niña que se pasa la vida preguntándose quiénes y cómo son sus padres y que convertida en mujer adulta en un recodo del camino halla no solo esta respuesta sino la forma de perpetuarse en aquello que alimenta su fantasía desde siempre: los libros. Y con ambas conoceremos por qué hay momentos en que echamos de menos la vida, cuando era nuestra
«-¿Sabes que me pasa? -dijo Lola abriendo las manos en el aire como si fuese a mostrar un secreto guardado hace mucho tiempo-. Que echo en falta la vida cuando era nuestra.» (Página 21)
Porque cuando la vida es nuestra los días parecen deshacerse entre las manos y las horas no alcanzan y el mundo es un pequeño islote donde flotar es lo que cuenta. Pero todo eso lo sabemos cuando comprendemos que ya la vida no es nuestra, y entonces duele, lastima la vida que dejamos atrás. Lola sabe que hubo un tiempo en que la vida le pertenecía y Alice lo sabe también, ambas comparten pérdidas y la enorme ganancia de seguir vivas y volver a empezar. Porque la vida siempre puede volver a ser nuestra si tenemos el coraje de sacar partido del pasado y volver a empezar. Dos historias de amor poco convencionales y por sobre todo el amor, la pasión por los libros
«Cuando te encuentres sola, lee un libro. Te ayudará a sentirte mejor.» (Página 68)
La vida cuando era nuestra en un canto de gloria a la literatura. Entre sus páginas se pasean Emily Dickinson, James Joyce, y un personaje de ficción James Miller que mucho tiene que ver con Ernest Hemingway. Párrafo tras párrafo somos absorbidos por una mezcla de sensaciones extrañas. Alice y su pasado, su experiencia conseguida con los años. Lola y su juventud y a pesar de eso también un pasado doloroso pero sobre todo un presente donde siente que la vida ya no es suya. Alice y Lola unidas por el hechizo de una historia donde se dan cita sentimientos comunes, sensaciones que las unen en un espacio infinito donde el alma explota en las páginas de un libro.
Desde la técnica Marian Izaguirre nos brinda un discurso sencillo y sin demasiados mecanismos complejos a nivel literario. Cabe destacar la maestría con que maneja dos narradores, dos voces, uno en tercera persona que se instala focalizando en Lola y un narrador en primera persona que es la propia Alice contándonos su presente y su pasado.
Cabe destacar la maestría con que maneja dos narradores, dos voces, uno en tercera persona que se instala focalizando en Lola y un narrador en primera persona que es la propia Alice contándonos su presente y su pasado. Es extraordinario, el modo en que consigue que una historia se vaya metiendo en la otra a tal punto que ficción y la realidad, por momentos, no hallan límites precisos. Hay novelas que conmueven el alma, La vida cuando era nuestra logró que la mía estallara en esos cientos, esos miles de luces que son los sueños pasados de Alice y los sueños presentes de Lola y la certeza de que los sueños están hechos de la esencia de la realidad.
“…a veces una necesita repetirse que es cierto, que vivió lo que vivió y sintió lo que sintió, para no caer en la tentación de pensar que fue solo un sueño. La realidad es frágil cuando le das la espalda” (Página129)
Porque siempre es preciso volver al mundo real y a veces lo hacemos de prepo cuando llegamos a la línea final de un libro. Por suerte siempre nos aguarda el próximo que permitirá a nuestra alma volver a explotar.
“En el mundo real las cosas suceden de una sola manera. En la ficción hay más margen: está lo que ocurre, lo que puede ocurrir, lo que sospechamos que ocurrirá, incluso lo que deseamos que ocurra aunque sea imposible.” (Página 359)
Profesora de escritura creativa y coordinadora de talleres literarios, editora y correctora literaria, reseñadora y crítica literaria.
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Libros en el artículo
- La vida cuando era nuestra – Marian Izaguirre