Reseña
Almudena Grandes es una de las más colosales escritoras vivas de la literatura española contemporánea. Almudena conmueve y remueve dentro nuestro sensaciones, sentimientos pero sobre todo nos ayuda a fijar los conceptos de integridad, de ética, de humanidad y sensibilidad como pilares de nuestra existencia.
Admiradora de Benito Pérez Galdós y de Julio Verne, esos dos autores no podían estar ausente en una historia como El lector de Julio Verne, un niño que gracias a los libros (entre otras cosas) descubre que pensar no está mal pero que es peligroso en ciertas circunstancias. Los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós marcaron de alguna forma la decisión de encarar este proyecto literario denominado ‘Episodios de una Guerra Interminable’ y del cual El lector de Julio Verne, es la segunda entrega.
«Yo soy una lectora muy constante y apasionada de Galdós, que ha sido el escritor más importante de mi vida. Creo que una de las anormalidades una de las anomalías de este país es la cicatería con la que trata a un escritor que está a la altura de los mejores narradores del XIX.» (Almudena Grandes)
Por eso me pareció conducente la pregunta que alguien le formuló por allí: «¿Le da miedo la comparación con los Episodios nacionales de Galdós?» Y su respuesta oportunísima: «Cuando a los toreros les preguntan si tienen miedo, suelen contestar que no, que lo que sienten es la responsabilidad de su oficio. Eso mismo es lo que me pasa a mí. Galdós ha sido, quizás, el escritor más importante para mí, como lectora y como escritora. Y no pretendo competir con él, Dios me libre, sino adoptar el modelo que creó en sus Episodios para adaptarlo a mis limitaciones y a la época en la que escribo. Es un riesgo, pero también un homenaje emocionante para mí».
De Almudena Grandes, hemos disfrutado: Inés y la alegría, El corazón helado, Estaciones de paso, Castillos de cartón, Mercado de Barceló, Los aires difíciles, Atlas de geografía humana, Modelos de mujer, Malena es un nombre de tango, Te llamaré Viernes, Las edades de Lulú (creo no olvidar ninguna). Con su inigualable estilo vuelve a recrear una historia de personajes, esta vez la historia de Nino y Pepe el Portugués un hombre misterioso al cual Nino quiere parecerse cuando sea grande y de quien aprende que la guerra está a la vuelta de cada roca, en el borde del río y en los suspiros de Elenita la pequeña nieta de Elena que le quita a Nino la respiración. Elena es una roja (comunista) que vive en un cortijo con otras mujeres comunistas y que le permitirá a Nino disfrutar de su exigua pero apasionante biblioteca, Elena será un referente cultural y junto con Pepe le otorgarán a Nino las herramientas para sobrevivir y salir ileso de la aventura de su propia vida pero sobre todo le enseñarán a pensar.
Pensar en esa época era peligroso. Especular más allá del día de hoy era tan comprometido como utópico y el futuro era una quimera tan peligrosa como el propio acto de pensar, y es que para vivir era necesario no pensar. Vivir, seguir entero, dependía de pensar poco y expresar menos y pobres de aquellos a quienes además de pensar se les ocurriera sentir y pobres dos veces de aquellos a quienes se les ocurriera pensar y sentir porque además había que resistir. Para muchos sin embargo, pensar era saber que otra vida era posible y que para vivir de otra forma había que seguir acariciando el futuro y resistiendo por uno mismo o dejar de ser.
Almudena no tiene una prosa simple, las frases largas, los párrafos extensos y la información que primero se sugiere para luego dejarse ver en el devenir de la historia, recuerda al estilo de Faulkner. En El lector de Julio Verne además se suma la dosis exacta y el perfecto manejo del lenguaje coloquial que aporta un brillo especial a estas historias donde las palabras suelen ser y parecer pocas cuando de narrar la vida y la muerte se trata.
Como explicamos en el taller de escritura, cuando empleamos la denominación de «lenguaje coloquial» en una obra literaria, nos estamos refiriendo, en realidad, a la imitación del lenguaje conversacional que pone el autor en boca de sus personajes. Con esto se provoca una mayor proximidad entre la obra literaria y el lector. Almudena lo logra.
Esta novela, nos muestra otra mirada sobre la guerrilla, esta vez la de un niño de 9 años, Nino, que es hijo de un guardia civil y vive en una casa cuartel. En ese sentido, la historia es diferente, porque la mirada de un niño lo enaltece todo y también lo exacerba, sobre todo cuando de contar una Guerra se trata.
«En España hubo una Guerra Civil sangrienta, feroz, salvaje, que mató a un millón de personas pero que mató muchísimas más cosas, que mató en todos los órdenes de la vida».
(Almudena Grandes)
Y El lector de Julio Verne tiene entre sus protagonistas a la propia muerte. La muerte como algo implícito en la vida de aquellos españoles en un pedazo de aquella España (Fuensanta de Martos) que se deshacía en pedazos, en pedazos de esperanzas muertas, de corazones muertos en medio de aquel puñado de hombres y mujeres entre los cuales, a pesar de todo, latía la vida. Una vida que muchos preservarán aún en medio de la muerte de sus vecinos, de sus parientes, porque la muerte rondaba la vida de cada día y entraba en cada casa como la brisa que baja del monte, la muerte de la mano de los guardias civiles o de los rojos, convivía con total normalidad en un escenario que le era propio. Y es que nadie podía dejar de huir de la muerte agazapada dentro de cada español, porque los muertos morían pero los vivos también morían con cada asesinado frente a un pelotón de fusilamiento o cobardemente por la espalda. Y el miedo, la desazón, el tormento por esa España que sangraba con cada disparo, viniera de donde viniese, porque ya daba lo mismo las bajas de un lado u otro, todos eran españoles, todos eran hermanos.
De sus personajes, dibujados con la integridad con que la vida dibuja seres humanos Almudena nos acerca en esta novela a un manojo de personajes, quizás menos numeroso que en otras novelas donde la catarata de actores era por momentos desconcertante. Pepe el Portugués, Nino, Elena, Antonino (el padre de Nino) y su madre son suficientes para llenar de colores las páginas pero como si fuera poco aparece el sargento Sanchís y su esposa Pastora que sin estridencias a lo largo de toda la historia, ejecutan hacia el final, un solo a dos voces inesperado (o no) porque nada es lo que era en medio de una España incierta. ¿Dónde estaban los buenos? ¿Dónde los malos? ¿Quiénes tenían razón? ¿Quiénes no? ¿En qué rincón había quedado escondida la piedad? ¿Cuándo aparecería el perdón?
«Los seres humanos somos capaces de desear y de ejercer nuestra voluntad para modificar nuestro entorno en función de ese deseo […] Este es un tema clásico en mi literatura».
(Almudena Grandes)
El lector de Julio Verne lo demuestra. Y a pesar de no haber un romance arrollador como en casi todas las novelas de Almudena ésta es sin duda una novela de amor porque: Todos los libros hablan del amor, aunque no haya chicas, ni besos, ni boda al final. Todos los libros hablan del amor aunque el amor no sea más que la fascinación, la difícil lealtad de un niño bueno y valiente hacia un valiente y codicioso pirata con una pata de palo y el loro al hombro.
Profesora de escritura creativa y coordinadora de talleres literarios, editora y correctora literaria, reseñadora y crítica literaria.
Comparte la experiencia 😉
Libros en el artículo
- El lector de Julio Vernes – Almudena Grandes