El tesoro mejor guardado

Juventud divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro… y a veces lloro sin querer. Decía en sus versos el poeta Rubén Darío. Y qué me cuentan de la infancia, ese reino donde a veces las cosas son al revés, donde era lindo pensar, como decía María Elena Walsh, que… Cabe un oso en una nuez, Que usan barbas y bigotes los bebés, Y que un año dura un mes. Y donde era posible: Con una moneda me voy a comprar un ramo de cielo y un metro de mar, un pico de estrella, un sol de verdad, un kilo de viento, y nada más.
Por qué no, si ser niño o adolescente es el mejor momento de la vida, un espacio mágico donde todo es posible, esa época que se recuerda a través de los años como un reino insólito, poderoso, un imperio donde muchos quisiéramos volver.

Pero, ¿qué mecanismos aceleran en un niño o en un adolescente la magia de vivir? ¿Qué engranajes se ponen en marcha para que esas etapas sean inolvidables? Cada uno de ustedes recordará sus ayeres y tendrá una respuesta válida para ofrecer, yo personalmente puedo darles la mía: los libros.
Los libros fueron mi fuente de esperanza, de alegría, mi cable a las nubes cuando la tierra no me alcanzaba y allí se quedaron en mi corazón para siempre porque como decía Jean Jacques Rousseau: Lo que uno ama en la infancia se queda en el corazón para siempre. Ya en la edad adulta, conociendo los resultados, sabiendo que un libro es aquello que se atesora, no puedo menos que tomar la iniciativa de proporcionarles a los más chicos un tesoro para siempre: los libros.

La infancia, la adolescencia son etapas a veces complicadas, cuántos hemos deseado ser grandes para poder hacer lo que se nos venía en gana y cuántos de nosotros quisiéramos ahora ser chicos para que nos digan lo que tenemos que hacer, para tener simplemente todo el tiempo del mundo para volver a lanzar ese cable a las nubes y volar. Cantidades ingentes de tiempo libre, ese era el contexto donde se guardó ese tesoro que a veces desempolvamos y vuelve como el mejor recuerdo.
Tardes libres, mañanas de lluvia, noches en vela cuando todos duermen, leyendo a veces a hurtadillas, y en nuestras manos el libro como timón, el libro tornando mágicos esos espacios únicos que hoy invocamos con nostalgia. Porque en la memoria, esos espacios serán el tesoro mayor que un adulto puede guardar en su interior, espacios que nunca dejaremos de añorar y por añorados nunca dejaremos de convocar, de reclamar, aunque la niñez y la adolescencia hayan quedado muy lejos ya. Porque sé que ese niño de hoy será un adulto mañana es que no puedo dejar de reclamar que les acerquemos ese pedacito de magia que los hará adultos, libres y soñadores, adultos empáticos y solidarios, ese tipo de adultos que estamos necesitando.

Mundos por descubrir, pilas de conocimiento que absorber, sana curiosidad por conocer personas de todo tipo, eso necesita la infancia y la adolescencia. ¿Y qué mejor lugar para hacer eso que las páginas de un libro? Hoy abrimos este espacio dedicado a los niños, los tuyos, los míos, los que fuimos, los que nunca dejaremos de ser y para eso te propongo una lista de libros de ayer y de hoy que serán junto al amor, el mejor tesoro que puedas legarle a los más chicos. Empecemos.

La Emperatriz Infantil está mortalmente enferma y su reino corre un grave peligro. La salvación depende de Atreyu, un valiente guerrero de la tribu de los pieles verdes, y Bastián, un niño tímido que lee con pasión un libro mágico. Un libro dentro de un libro, una historia inolvidable que rescatada de los anaqueles del tiempo vuelve a emocionarnos aun cuando la infancia haya quedado muy atrás. Estoy hablando de La historia interminable de Michael Ende, imposible no querer estar en los zapatos de Bastián.

Cuando somos niños es imposible no desear crecer, ser grandes, adultos como esos que nos sermonean todo el tiempo. Sin embargo, siendo mayores sabemos que si pudiésemos no crecer nunca lo elegiríamos la mayoría del tiempo. Una forma simple de hacerles saber a los más pequeños que esa etapa que están viviendo es sublime es acercándoles la posibilidad de disfrutarla como si fuera a durar para siempre.  Y entonces, visitar el país de Nunca Jamás es una buena propuesta de aventura. Por supuesto, se cae de maduro la siguiente propuesta es Peter Pan de James M. Barrie.

Si de ser un niño grande se trata no puedo dejar de mencionar a Roald Dahl. Muchos lo conocieron a través de las películas que han sido la adaptación de sus libros y quizás sea una excelente puerta de entrada para mostrarles a los más chicos ese préstamo constante, ese ida y vuelta entre literatura y cine, y ustedes deciden o más bien ellos determinan si primero el libro y después la peli o viceversa. Yo empezaría con Charlie y la fábrica de chocolate y no olvidaría la excepcional Matilda. También Brujas y Cuentos en verso para niños perversos prometen momentos inolvidables para niños y grandes.

Con Las crónicas de Narnia de C.S.Lewis, sea el siglo que sea no te podés equivocar y para apuntalar el libro están también las adaptaciones cinematográficas.

Para las chicas soñadoras, un clásico de siempre y para siempre será Mujercitas de Louisa May Alcott o dentro de la misma línea Ana de las tejas verdes de Lucy Maud Montgomery. Y cuando, después de tantos clásicos, les digan que huelen a naftalina, saquen del bolsillo Harry Potter y la piedra filosofal, el primero de la saga de J.K.Rowling, éxito seguro. Y vayan por Elsa Bonermann, los adolescentes y pre-adolescentes se lo van a agradecer cuando se sumerjan, por ejemplo, en las páginas de ¡Socorro! y se sentirán representados, entendidos e interpretados en La edad del pavo. Basta con visitar cualquier librería física u online para darse cuenta de que los más chicos y los que van creciendo tienen una enorme multiplicidad de títulos y de temáticas, mucho más de lo que teníamos allá lejos y hace tiempo.

Sería un total desperdicio no ayudarlos a darse cuenta de que con los años, si hay algo material que pueda llegar a enriquecerlos es preservar ese libro que en la tierra del ayer quedó guardado como el tesoro mejor.

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