Lectura comparativa

Hay lecturas que nos marcan de por vida. Hay libros que llegan a nuestras manos en el momento indicado, a la hora indicada y son esos libros que estamos destinados a recordar de por vida, como por ejemplo «Mujercitas» y «Orgullo y prejuicio«.

Por una razón u otra, Mujercitas de Louisa May Alcott y Orgullo y Prejuicio de Jane Austen, son esa clase de libros de los cuales se habla generación tras generación y sin lugar a dudas seguirán siendo tema de conversación a futuro. Jane Austen ha causado un verdadero boom dentro de las lectoras de varias generaciones. De más está mencionar las decenas de versiones cinematográficas que alcanzaron el éxito de la mano de los libros. Louisa May Alcott no ha generado un movimiento tan masivo pero simplemente porque el destino de sus historias siguió otros derroteros, sin embargo la pantalla grande también puede jactarse de una buena docena de versiones fílmicas.

Similitudes y diferencias las hacen únicas en su género y están destinadas a perdurar porque como todo clásico que se precie de tal, nos habla de cuestiones existenciales, de la vida misma, del carácter y la personalidad de sus personajes que a pesar de los 200 años transcurridos desde que fueron escritas no dejan de ser actuales.

Analicemos esas similitudes y esas diferencias:
Mientras que Orgullo y prejuicio remite a una idea de cuentos de hadas donde hasta el vestuario y los escenarios son verdaderas maravillas hollywoodenses de imaginación, en el caso de Mujercitas se prioriza el costado pasional e impetuoso, vehemente, la lucha por sobrevivir en una sociedad masculinizada y en guerra pone de relieve la sensibilidad de lo femenino sin dejar de lado la fortaleza y la pasión para lograr objetivos.
Orgullo y prejuicio fue escrita en 1811 por ese entonces la mujer estaba relegada a ser ama de casa, a cuidar niños, a bordar y a leer poemas al amor de las hogueras en invierno y bajo los aromáticos árboles de tilo en verano. Jane Austen tuvo que publicarlo bajo un seudónimo masculino y como su personalidad se rebelaba contra el patriarcado y las imposiciones culturales de la época, donde no encontraba eco, tuvo que hacer uso de un estilo irónico gracias al cual logra una crítica solapada hacia la sociedad victoriana. Hubieron de pasar varios años antes de que muchos reparasen en lo cáustico de sus afirmaciones que no son ni más ni menos que una reprobación de la sociedad en que vivía. Esa sutileza la apreciamos en el presente, por aquel entonces se la consideró simplemente una novela romántica para mujeres. No podemos dudar de que Jane fue una precursora en cuanto a la defensa de la inteligencia, del poder, del alcance que una mente puede tener se vista con polleras o con pantalones. Su contexto no era sencillo, Inglaterra era tan conservadora en cuanto a costumbres que era casi imposible por ese entonces actuar de otra manera que la impuesta por una sociedad pacata, sin embargo, Jane Austen no se plegó a la única posibilidad de casarse y tener hijos para ser feliz.

Por el otro lado Mujercitas fue escrita por la autora estadounidense Louisa May Alcott en 1868, cincuenta años después que Orgullo y prejuicio. Estados Unidos era una nueva tierra donde todo estaba gestándose. El contexto de esta historia es la Guerra de Secesión y aunque las mujeres también estaban destinadas a ser amas de casa sumisas, esa guerra planteó otra mirada sobre el poder que el mal llamado sexo débil tiene cuando se lo propone. Las cuatro hermanas March viven momentáneamente solas porque el hombre de la casa está luchando en el frente. Esto las saca de su zona de confort y las posiciona en una especie de trinchera que preserva y sostiene un hogar sin la ayuda de los hombres. Louisa es más directa en su estilo, 50 años no han pasado en vano para que las sociedades comiencen a entender que sin las mujeres la vida puede ser muy difícil. Es por eso que las 4 hermanas, aunque cada una con su personalidad, se paran frente a la vida con una idea más combativa, los principios morales son los mismos pero la fuerza femenina ya ha comenzado a ser un atributo de armas tomar.

Recuerdo haber leído el clásico de Louisa May Alcott cuando estaba sobrepasada por la angustia adolescente y ciertamente lo tomé muy en serio. Orgullo y prejuicio, llegó mucho más tarde cuando ya era adulta y mi personalidad estaba formada y mis juicios de valor afianzados, quizás por eso no tuvo la influencia de aquella lectura de mis primeros años sin embargo pude visualizar la fuerza de un mensaje claro: las mujeres no estamos por sobre los hombres pero tampoco debajo.

Ambas historias representan los diversos roles posibles que las mujeres pueden tener, como hija, madre, esposa e incluso su posición en la sociedad. Esto se muestra a través del carácter de las hermanas y la importante presencia de la madre en ambas historias. Pero, si bien existen importantes similitudes entre las cinco hermanas Bennet en Orgullo y prejuicio, y las cuatro March en Mujercitas, 50 años de historia las separan y por eso aunque persisten las presiones de ser mujer, los lazos familiares, la estructura de clases y las descripciones de cada grupo de hermanas, ambas novelas tienen matices distintos y eso las convierte en dos géneros de literatura diferentes.
Orgullo y Prejuicio, está dirigida directamente a la mujer y es una novela de romance de cortejo, paradigma de la novela inglesa de principios del siglo XIX, se inscribe bajo la categoría de comedia costumbrista. Mujercitas está dirigida a un público joven, adolescente, muestra el pasaje de la infancia a la adultez su estilo más dramático, y tiene un tono grave, despojado de la ironía de la primera, podría catalogarse como novela de aprendizaje.
Mujercitases fuertemente autobiográfica (con esa dosis de ficción necesaria para cualquier novela) y la historia de Jane Austen también se asemeja a su propia vida de familia, y bajo la lupa de la comparación me pregunto si tal vez Louisa se inspiró en Orgullo y prejuicio para tomar la posta de esa bandera que las mujeres (y las mujercitas) portamos con orgullo y sin prejuicios.

Ambas familias eran de clase media baja, con varias hijas que están pasando por la transición de niñas a mujeres. En el momento de escribir estas historias, todavía existían (para ambas autoras) claras restricciones de género, y era una cierta creencia ampliamente suscrita por las madres a principios del siglo XVIII que debían hacer todo lo posible para encontrar maridos adecuados para sus hijas tan pronto como pudieran. Sin embargo una no es un calco de la otra.

En el caso de la Sra. Bennett (Orgullo y prejuicio), adecuado significa rico. Desde el comienzo de la novela, está claro que su único objetivo en la vida es hacer que cada una de sus cinco hijas se case con el primer hombre rico y soltero que se cruce en su camino.
En el caso de la Sra. March (Mujercitas), también fomenta el matrimonio, pero aboga por una conexión emocional en lugar de una bolsa abultada como la receta para la felicidad en el futuro de sus cuatro hijas.

Para las hijas de ambos cuentos, es una historia de amor, familia, hermandad, amistad y la importancia de la educación que realmente desarrolla el carácter individual y apunta a una moralidad que, seamos sinceros, allende los siglos sigue siendo también de vital importancia en nuestros días. Para las chicas Bennett la meta es la comodidad y un matrimonio donde poco importa el amor, el consejo de esas madres era que el amor no importa, es probable que llegue con el tiempo. Para las March, la felicidad es una relación amorosa, una comunión entre ambos miembros de la pareja como el pilar donde se asienta cualquier futura familia con un final feliz.

Otro dato importante son las clases sociales. La familia March es pobre y apenas puede permitirse una navidad decente. Sin embargo, cada niña trabaja duro durante la temporada y ahorra el poco dinero que les sobra para conseguirle a su madre un regalo. Las Bennet son más superficiales y solo tienen los ojos puestos en el galán de turno, aquel que pueda asegurarles un futuro similar al de todas las mujeres, similar al de su madre y al de su abuela antes de su madre. Con la excepción de Elizabeth que lucha por un verdadero amor y quizás por eso se convierte en la heroína de muchas mujeres y tal vez por eso también se catalogue erróneamente a la novela como romántica.

En conclusión, aunque Austen y Alcott diferían en muchos aspectos, ambos tratan una idea similar: el paso de un grupo de hermanas del colectivo familiar presidido por su madre al mundo donde una mujer puede elegir y ocupar numerosos roles, donde una mujer casada aún puede conservar su independencia, un mundo donde es la mujer la que elige. El mundo que conocemos, el que de la mano de estas dos historias nos hizo más sencillo y comprensible ese paso de la idealización al mundo real.

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