Heroínas infaltables de los cuentos para niños, las brujas poco a poco han terminado hechizando incluso a los más grandes. Algunas aterradoras, otras benévolas, poco importa. Las brujas vuelven cada tanto para lanzar sus conjuros desde un libro. ¿Por qué? Hagamos un repaso a través del tiempo y penetremos en esas historias maléficas y fascinantes y tratemos de comprender por qué nos siguen embrujando.
Las brujas de cuentos salen a dar una vuelta aunque no sea Halloween. Sacan sus escobas y sobrevuelan el cielo brumoso no importa la época del año que sea. Lo cierto es que en las últimas décadas, sobre una escoba o sin ella, las brujas y los brujos se han instalado definitivamente en nuestras lecturas.
La tradicional imagen de la anciana de nariz aguileña nació de la pluma de los autores de libros infantiles y desde entonces, la figura de la bruja ronda la literatura a través de la noche de los tiempos. Los cuentos para niños se llevan el premio pero en la Edad Media estas historias se transmitían de boca en boca, pero vamos a dejarlas de lado por el momento.
Centrémonos en otras brujas, por ejemplo aquella que hizo temblar a Ulises en la Odisea de Homero: Circe. O en aquellas hechiceras de las leyendas arturianas. Viviana (también llamada Nimue) seduce y embruja a Merlín con su belleza y su magia, Morgana aprende la magia de él y luego la usa para dañar a los caballeros de Arturo y a la reina Ginebra, como en Sir Gawain y el caballero Verde. A Morgana incluso se la eleva a la categoría de hada y diosa.
Y es que las brujas son portadoras de un saber que aterroriza a los hombres pero que también los seduce. Y porque a muchos los aterroriza lo inexplicable es que muchas han perecido entre las llamas de no pocas hogueras, mujeres sabias, con un don especial que hoy consideramos un privilegio y que sin embargo fueron consideradas como un símbolo de herejía. Recordemos las brujas no tan brujas sino más bien mujeres independientes y críticas de la recordada novela de Arthur Miller, Las brujas de Salem que alude a un famoso episodio del período colonial estadounidense en 1692 en la aldea de Salem (actual estado de Massachusetts), en el que, como efecto colateral de luchas internas de las familias de colonos y el fanatismo puritano que profesaban casi revestido de paranoia, comenzaron con las persecuciones de aquellas mujeres que les parecían peligrosas.
Más arriba he mencionado a Circe que junto con Medea son las primeras brujas de la literatura. Circe aparece en la Odisea y era la bruja que hechizaba a los que visitaban su isla para hacerlos prisioneros, aquí estamos frente a la bruja mala que tanto camino recorrerá con el devenir de los años. Medea, descripta en La Metamorfosis de Ovidio publicada en el 8 d. C., ha sido la otra bruja mala de la historia que tenía la extraña habilidad de invocar al dios de los infiernos, de sacrificar animales y de utilizar las entrañas de los lobos para llevar a cabo ritos satánicos. Poco simpáticas, estas dos brujas se transforman en el paradigma de todas las brujas que por fuerza tienen que ser malas, traidoras, engatusadoras.
Por aterradoras que fueran estas dos mujeres, el estereotipo de bruja que quedará anclada en nuestra imaginación aparece en la Edad Media. En aquellos días, como dijimos, las historias se transmitían oralmente y como todas las buenas historias el mito de la bruja (también conocida como una mujer que sabía lo básico de la medicina), se propagó como el fuego. Fueron las brujas de nariz ganchuda que se comían a los niños desobedientes.
Sin embargo, con el tiempo, poco a poco empezaron a dejar de lado la escoba y sus perfiles tomaron un cariz más humano, alejadas de los potajes con cola de dragón y patas de sapo perdieron su costado aterrorizante para echar mano de la naturaleza. Así fue como mezclando hierbabuena y achicoria se transformaron en benefactoras, en las primeras facultativas naturalistas de la historia aunque no se las llamara médicas sino curanderas.
A ver si esto no les recuerda al siglo XVIII en Escocia y por esa mágica asociación de ideas que nos permiten los libros uno puede pensar en una enfermera que en plena Guerra Mundial se transforma en curandera (¿o bruja?) y tadam… resuenan los tambores, bombos y platillos, los aplausos no se hacen esperar y tenemos entre las manos la saga de Forastera (más conocida por su nombre en inglés Outlander) de Diana Gabaldón qué nos propone un viaje en el tiempo y su protagonista, Claire Randall, se descubrirá capaz de ejercer la medicina desde un costado que nunca hubiese pensado y así se transforma en una excelente enfermera que en lugar de antibióticos utiliza hierbas para curar y llega a ser tan temida por sus poderes tanto para sanar como para matar.
Sin embargo, sin haber merecido la hoguera, ciertas brujas se transformaron en mujeres fuertes gracias al aire fresco que revolucionó el mundo de las hechiceras de la mano de J.K. Rowling y su saga de Harry Potter, claro que Rowling contó con la ola feminista que se transformó en tsumani y se convirtió en la autora y fabricante de brujas y brujos más conocida de los últimos tiempos pero la imagen de la terrorífica mujer montada sobre un escoba ya había comenzado modernizarse antes de Harry Potter.
A partir de los años ‘80 las brujas salen de su bosque oscuro para entrar en nuestras ciudades y aterrorizarnos en un contexto más creíble. Así es como cobran vida Las Brujas de Roald Dahl hechiceras que disfrazadas bajo la apariencia de mujeres respetables y bonitas, buscan exterminar a todos los niños en el planeta.
Las brujas suelen ir asociadas por antonomasia a la lectura para adolescentes, que no necesariamente debe ser una literatura de baja estopa. En absoluto y tampoco son libros que quedan relegados a los más jóvenes, para nada. Quién no conserva un pedacito de su corazón reservado para esa magia que nos aterroriza, o por qué no, que nos hace sonreír. Con la bruja de la calle Mouffetard, que vive entre las páginas del libro de Cuentos de la calle Broca de Pierre Gripari, nos las tenemos que ver con una bruja que sueña en convertirse en una bella dama. Gripari nos acerca una nueva concepción de la figura de la bruja, esa mujer que no vuela en una escoba (aunque podría), la que no mezcla ojos de buitre con alas de murciélago (aunque mezcle otras cosas), esas mujeres que tranquilamente podrían vivir en la cuadra de casa y que más que aterrorizantes son, como la del cuento La bruja de la calle Mouffetard, ridículas. Ridiculizada, la bruja pierde su rol como la gran maldita de las historias para niños.
Y no solo dejan de ser malditas sino que hasta llegan a ser necesarias en la lucha contra el mal. Y acá debemos agradecerle una vez más a J.K. Rowling y su escuela de brujas porque no olvidemos que Harry Potter no hubiese logrado vencer a Voldemort si no hubiera estado rodeado de brujas excepcionales. Si bien usan sombreros puntiagudos y varitas de poder mágico, las brujas de Harry Potter no tienen la imagen tradicional a la que los pobres muggles nos hemos acostumbrado. Lejos de las ancianas temidas por los héroes, son fuertes, decididas e independientes. Y durante los siete libros de la saga, no dejarán de demostrarle a nuestro preferido mago con gafas que son imprescindibles.
Con la ola feminista de este nuevo siglo XXI, la bruja se ha convertido en un icono del combate por los derechos de las mujeres. Perseguida durante mucho tiempo, puesta al margen de la sociedad para ser mejor ejecutada, la figura de la bruja se ha convertido en la reivindicadora de los derechos de la mujer. Misteriosa, diferente, la bruja/mujer se niega a encajar en el molde social moldeado por los hombres y se convierte rápidamente en la mujer que defiende sus derechos, quizás porque detrás de toda gran mujer se esconde una gran bruja.
Al convertir a la bruja en un ícono feminista, la autora Mona Chollet espera liberar la expresión y hacer justicia a siglos de persecución. Si te interesa un paseo por la historia de las brujas a lo largo de años de persecución hasta el presente nada mejor que su libro de ensayo Brujas donde pone el foco en una política de dominación de la mujer que es urgente detectar y destruir.
Si te gustó la saga de Crónicas Vampíricas te vas a enganchar también con Las brujas de Mayfair, el primer título de la saga «La hora de las brujas«, de Anne Rice que nos presenta un linaje de brujas que durante cuatro siglos habitan Nueva Orleáns, con sus amores, seducciones, dolores y pérdidas, con un estilo fácil de leer y una clara intención de enlazar el pasado con el presente y ese legado “brujeril” que muchas hemos aceptado.
Por otro lado Somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar de Ame Soler, nos habla claramente del nuevo significado que la palabra bruja ha adquirido bajo la luz del feminismo como bandera para descubrir que no todas las hogueras están hechas de fuego.
Poco importa la definición final, las mujeres tenemos poderes que la mayoría de las veces permanecen ocultos, todas recorremos un ancestral sendero espiritual arraigado en los ciclos de la tierra y las estaciones, en los del cosmos y los ciclos personales. La literatura una vez más viene en nuestro auxilio para ayudarnos a descubrir esa fuerza, esa energía pero sobre todo para autorizarnos a conjurarla. Por eso…
Abracadabra, sin pata y sin cabra, descubre tu fuerza desde la palabra.
Profesora de escritura creativa y coordinadora de talleres literarios, editora y correctora literaria, reseñadora y crítica literaria.
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Libros en el artículo
- Odisea – Homero
- Las brujas de Salem – Arthur Miller
- La Metamorfosis – Publio Ovidio
- Forastera – Diana Gabaldón
- Harry Potter – J.K. Rowling
- Las Brujas – Roald Dahl
- Cuentos de la calle Broca – Pierre Gripari
- Brujas – Mona Chollet
- La hora de las brujas – Anne Rice
- Somos las nietas de las brujas – Ame Soler
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