Soledad. Esta palabra ronda mi mente desde hace unos días. Yo misma me considero un ser solitario y no lo vivo como un defecto. Soledad es una palabra que a muchos nos suena negativa, pues es sinónimo de tristeza, vacío, abandono, evoca algo siniestro de lo que hay que rehuir. Y no es tan así.
Cada cual vive como puede y aunque en otra etapa de mi vida fui más bien un ser social, alguien que necesitaba del otro para completarse, hoy necesito la soledad como sinónimo de armonía y me pregunto cuál de mis yo tiene razón. Me debato en la dicotomía entre pasado y presente, y sin intentar establecer una apología sobre la soledad, siento que hay que distinguir entre soledad no deseada, impuesta por las circunstancias o soledad emocional: y soledad elegida. Todo depende de cómo nos sentimos.
La soledad puede ser elegida y entonces será una especie de remanso donde una rica vida interior encuentre y tenga alimento. La falta de compañía, impuesta por alguna circunstancia o emoción es otra cosa, toda imposición acaba por ser devastadora toda elección concluye por fortalecernos.
El ser humano es un ser sociable, de usos y costumbres compartidas aunque existe una clase de seres humanos especiales, los que aman o necesitan la soledad. Algunos escritores son también un ejemplo.
Pero ojo, no todos. De hecho, a lo largo de la historia muchos escritores han trabajado en colaboración con otros, ya sea con editores, amigos, compañeros de profesión o incluso con sus lectores. Hagamos un paneo, echemos un vistazo antes de decantarnos por la soledad o la compañía.
Centrados en los escritores y quizás con la intención primigenia de justificar esa dicotomía que a veces se presenta, entre soledad sí o soledad no, pero sobre todo para tirar abajo mitos arcaicos y/o actuales, los invito a pasear por dos tipos de escritores los solitarios y los no tanto.
¿Alguna vez has escuchado mencionar “el síndrome Salinger”? Por si no te suena, te cuento que J.D. Salinger es autor de una única novela El guardián entre el centeno, que publicó a la edad de 32 años y cuya enorme repercusión transformó su vida y lo convirtió en un icono de la literatura de Estados Unidos. En el mismo año del triunfo de su primera y única novela, abandonó Nueva York y se refugió en un lugar apartado. Este hecho contribuyó a reforzar su fama de autor extraño y un poco huraño y lo convirtió en un mito.
Emily Dickinson, una de las escritoras más prototípicamente solitarias, nos remite a una de las imágenes más arraigadas en la cultura popular, donde se representa al escritor como un individuo aislado, inmerso en su trabajo, separado del mundo exterior. La poeta estadounidense pasó la mayor parte de sus 55 años auto-aislada dentro de la casa de su familia y, finalmente, se negó incluso a salir de los confines de su propia habitación, a tal punto que bajaba una canasta de la ventana del segundo piso y recogía los productos cuando le llevaban los comestibles. Irónicamente, la poesía de Dickinson muestra una percepción nítida del amor, la amistad, la vida y la muerte que contradice su falta de experiencia directa con el contacto humano. Su extenso corpus de poemas permaneció inédito hasta después de su muerte, y desde entonces se ha convertido en una de las poetas estadounidenses más queridas y estudiadas.
El mito del escritor solitario probablemente tiene sus raíces en la idea de la escritura como una actividad introspectiva. Sin embargo, la soledad puede ser tanto una elección consciente como una consecuencia de las circunstancias cuando se salta de golpe de la nada al estrellato. Harper Lee descubrió lo que sucede después de escribir su obra maestra Matar a un ruiseñor, la maravillosa novela sobre la injusticia colectiva y el racismo que rodearon a Lee mientras crecía en Alabama. El libro vendió millones de copias y ganó el premio Pulitzer y se convirtió en un clásico pero su autora, una persona como otra cualquiera, de pronto se vio asaltada por la fama y sufría continuos ataques de ansiedad. Terminó por encerrarse en su casa y se negó a dar entrevistas, incluso dejó de escribir y acabó sus últimos años recluida en una residencia para mayores sin haber otorgado nunca más una entrevista a ningún medio.
Otro de los escritores que consiguió a duras penas esquivar las atenciones que conlleva la fama literaria es Cormac McCarthy. Después de casi cinco décadas dedicadas a la escritura, McCarthy rechazó sistemáticamente miles de entrevistas y ha conseguido, en buena medida, mantener su intimidad hasta su muerte acaecida en Junio de 2023.
Es cierto que el acto de escribir requiere un grado de aislamiento y concentración, y muchos escritores han elegido retirarse del ruido del mundo para poder escuchar su voz interior y otros, como hemos visto, para preservar su integridad mental o su vida privada. Sin embargo, esta necesidad de aislamiento no implica que el proceso creativo sea completamente solitario, esta representación es solo una parte del proceso creativo, que es más complejo y multifacético de lo que este mito sugiere.
Como no me gusta ser paladín de una única premisa, voy a darles un par de ejemplos.
El oficio del escritor implica soledad, es verdad, una especie de charla íntima entre el texto y su autor pero ¿Es obligatorio desaparecer del mundo? Pareciera que no, veamos porque.
En pleno siglo XXI las redes sociales son la vidriera donde obligatoriamente un autor novel o aquellos que comienzan a dar sus primeros pasos, se dejan ver. En las antípodas del ayer, hoy por hoy ya no hace falta una reunión multitudinaria, ni esos cocteles de la época dorada de Hollywood, ni los salones literarios del siglo XVIII donde se dejaban ver personalidades híper sociables (que hoy llamaríamos mediáticas) como por ejemplo Oscar Wilde.
Sin lugar a dudas, en plena era mediática donde lo global pareciera garantizar el éxito y certificar la calidad, contarle al mundo que un autor existe parece imprescindible. Y por supuesto que las redes ayudan. Veamos el ejemplo de J.K. Rowling cuya historia se popularizó a través de entrevistas y eventos mediáticos en torno a Harry Potter, el personaje de la saga que terminó alcanzando cumbres de éxito impensadas para una autora novel que escribía en cuartillas de papel recicladas en un bar donde obtenía la calefacción que en casa no podía permitirse. O Stephen King, el rey del terror, que no siempre fue “king” (rey). Sus primeros años fueron tormentosos y si su esposa no hubiese rescatado de la basura el manuscrito de Carrie posiblemente hubiese pasado desapercibido como escritor, más tarde llegarían las adaptaciones cinematográficas de sus novelas y un sinfín de notas periodísticas que lo mantuvieron y lo mantienen en el trono, King es sin duda el rey del género.
Colleen Hoover, ha utilizado plataformas como BookTok para promocionar sus novelas, convirtiéndose en un fenómeno de ventas. Victoria Schwab, escritora estadounidense de fantasía, desde sus comienzos se ha mantenido activa en redes sociales donde comparte su proceso de escritura y conecta con sus lectores. Vaya uno a saber si la saga Sombras de magia hubiese llegado donde llegó sin el empujoncito del internet.
Pero no todo intento de evadir la soledad pasa por las luces de las marquesinas. Existe otro tipo de no soledad, y es la de ciertos autores que buscan en sus pares una compañía para validar sus miradas, para seguir hablándole al lector, para continuar escribiendo.
Son esos autores que se acercan a otros autores y suman fuerzas y alcanzan potencia. Si nos remontamos en el tiempo no hace falta más que mencionar a los hermanos Grimm conocidos por sus cuentos recopilados. Y gracias a un salto temporal, casi doscientos años más adelante Neil Gaiman y Terry Pratchett, coescribieron Buenos Presagios.
Y hasta los premios Nobel saben que un coequiper a veces hace la diferencia y ayuda a seguir andando el camino de las letras. Toni Morrison, premio Nobel 1993, ha sido también la voz de las mujeres negras y asistente de una editorial. Angela Davis, periodista y activista, luchadora por los mismos derechos, con la ayuda de Morrison escribió una de las grandes biografías de nuestra era, una recopilación de documentos, fotografías y testimonios que reflejan la experiencia afroamericana a lo largo de la historia. El proyecto Autobiografía fue impulsado por la necesidad de reivindicar, una vez más, las luchas de esta comunidad, especialmente en un momento en que las narrativas sobre su historia eran a menudo ignoradas o distorsionadas.
En última instancia, la elección entre ser un escritor solitario o abrazar la colaboración creativa es profundamente personal y depende del estilo de trabajo y las preferencias individuales. Algunos encontrarán en la soledad la clave para desbloquear su máxima expresión creativa, mientras que otros descubrirán en la colaboración la chispa que enciende su imaginación y una forma de hacerse oír.
Sea cual sea la elección, ambos caminos ofrecen un viaje único hacia la creación literaria, cada uno con sus propias recompensas y desafíos que moldean no solo el producto final, sino también al propio artista que lo crea.
Profesora de escritura creativa y coordinadora de talleres literarios, editora y correctora literaria, reseñadora y crítica literaria.
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Libros en el artículo
- J.D. Salinger
- Emily Dickinson
- Harper Lee
- Cormac McCarthy
- Oscar Wilde
- Stephen King
- Colleen Hoover
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- Neil Gaiman y Terry Pratchett
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