Una de las más hermosas metáforas que se han escrito con respecto a la misión de la literatura es que «nadie duerme en la carreta que lo conduce de la cárcel al patíbulo. Sin embargo todos dormimos desde la matriz hasta la sepultura, o no estamos enteramente despiertos» (John Donne).
Esto nos lleva a concluir que la misión de esta “la gran literatura” es la de «despertar al hombre que viaja hacia el patíbulo» (Ernesto Sábato).
Si esto es así, ¿escribimos siempre con un objetivo cuyo destinatario será siempre el ser humano, es decir, el lector?
Pareciera que nadie discutiría esto. Pero el desconcierto llega cuando escritores afamados exclaman sin sonrojarse que «no piensan en el público al escribir» (Marcela Serrano), o como les hemos escuchado y leído a muchos «pensar en el público al escribir es estar haciendo concesiones al marketing, lo cual «degrada» la obra literaria». ¿Entonces, para quién o por qué se escribe?
Porque si no es para el PÚBLICO, es decir, el LECTOR, entonces cabe nuevamente la pregunta, ¿Para quién?
Esbocemos respuestas alternativas:
1.- ¿Para satisfacer la íntima necesidad del escritor? En virtud de lo cual puede NO editar NI publicar. ¿Se satisface y se realiza plenamente un escritor SIN lectores?
Si esto fuera así, ¿en dónde están esos escritores que celebran, festejan, se ríen y son felices porque NADIE los publica NI los lee?
En este caso la famosa frase de Enrique de Hériz «Un escritor sin lectores NO es un escritor» carecería de validez.
Sin embargo, a esta posibilidad se le hallan esguinces. Jorge Luis Borges, por ejemplo, nos da su versión, bastante singular por cierto. En «Reencuentro. Diálogos inéditos» manifiesta que escribe «como un desahogo» y agrega: «Eso no quiere decir que yo crea en el valor de lo que escribo, pero sí en el placer de escribir. Es decir, si yo fuera Robinson Crusoe, yo creo que escribiría en mi isla sin pensar en lectores», pero aclara: «Yo NO pienso en el lector salvo en el sentido de tratar de escribir de un modo comprensible; es un simple acto de cortesía, aunque sea con personas del todo imaginarias o ausentes. No creo que la confusión sea un mérito».
Como podemos ver, esta posibilidad de escribir SOLO PARA SÍ puede llegar a tener muchas aristas.
2.- ¿Para el currículum? Puede ser. Muchos conocemos, sobre todo profesores Universitarios, que pueden mostrar antes de cumplir los 50 años, voluminosas producciones que abarcan de todo, desde sociología, lingüística, historia, matemáticas, ingeniería nuclear y hasta poesía, narrativa, ensayo y ginecología vacuna. Recordemos que en varios países de América Latina con cada libro publicado se ganan ascensos y aumentos salariales en el escalafón pedagógico. Aquí el lector tampoco importa y menos cuántos ejemplares circulan. Puede que se hagan mil y permanezcan, como en la mayoría de las editoriales universitarias, cientos de miles de ejemplares atiborrados que nadie quiere ni desea.
3.- ¿Para el editor? ¿Para que el sello editorial GANE prestigio y dinero? En este caso el lector importa en tanto pueda hacer sonar la máquina registradora. ¿Calidad de contenido? No. Con lo cual la alianza la hacen el escritor y el editor, los dos se dan palmaditas en la espalda, se guiñan el ojo y ambos levantan la copa lejos del lector. ¿Cuál lector? Cualquiera, nunca estuvo presente el destinatario en este tipo de coproducciones mercantilistas.
4.- ¿Para los amigos, las novias y los o las amantes? Válido, pero entonces NO debo publicar más que el número de ejemplares que cubra exactamente esa cantidad de lectores. Y aquí dudamos que alguno tenga, como Roberto Carlos, un millón de amigos. ¿Para qué degradar más nuestro planeta? Imprimiendo cientos o miles de ejemplares que nadie va a leer, además de irrespetar a potenciales lectores para quienes NO escribimos nuestra obra.
5.- ¿Para otros escritores o los críticos? Muy bien, siempre y cuando también guardemos, por el lector común, el mismo respeto que pedíamos en el punto anterior. El poeta costarricense Mauricio Ventanas tuvo la honradez de reconocer, en el lanzamiento de su segundo libro “Del delirio, las botellas y las flores” en el Centro Cultural de México de San José, Costa Rica, que «mi primer libro era casi para otros escritores y críticos; en esta ocasión escribí para lectores».
6.- ¿Para el público, es decir, lectores-seres-humanos como Usted y como yo? Entonces, ¿Cómo piensa en mí el autor al escribir?
En cualquier caso, ¿Para quién escribimos?
Reconocer y responder esta simple pregunta, quizás nos evite la injusticia de estar señalando, con dedo acusador peyorativo, a un ente abstracto, indefinible, sólo nombrado como EL PÚBLICO o LOS LECTORES como los causantes de que los libros NO circulen ni se lean.
Los escritores narran buscando un lector ideal, la gente que aman. También pueden escribir para sí mismos, o para nadie. Todo esto es verdad. Pero también es cierto que actualmente los narradores también escriben para aquellos que los leen. Podríamos inferir de esto que los escritores de la actualidad escriben menos para sus propias mayorías nacionales (que no los leen) que para las pequeñas minorías de lectores en el mundo, que sí lo hacen.
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No hay algo así como un lector ideal, libre de intolerancias y liberado de prohibiciones sociales o de mitos nacionales, del mismo modo que no hay algo así como un novelista ideal. Pero la búsqueda de un novelista por el lector ideal, ya sea éste nacional o internacional, comienza con el novelista imaginándolo que existe, y luego escribiendo libros con él en su pensamiento.
Orhan Pamuk
Profesora de escritura creativa y coordinadora de talleres literarios, editora y correctora literaria, reseñadora y crítica literaria.