Me siento, abro un libro porque el título me llamó la atención o porque me lo recomendaron o porque es el libro de moda. Tantas son las razones como lectores dando vueltas con un libro en la mano. Lo cierto es que leer va más allá de sentarse, abrir un libro y (como dice la RAE) pasar la vista por lo escrito o impreso comprendiendo la significación de los caracteres empleados. Leer debería ser lo que la RAE dice en su 3º acepción: Entender o interpretar un texto de determinado modo. Lo cierto es que todo depende del cristal a través del cual el lector lee.
El lector común solo suele plantearse algunas cuestiones básicas: Me atrapa o no me atrapa, me gusta o no me gusta, me entretiene o me aburre. Este tipo de lector usa un cristal que aunque no sea del todo traslucido le permitirá pasar el rato y una vez concluida la lectura sin más ni menos pasará a la próxima para averiguar nuevamente si le gusta o no le gusta.
Sin embargo hay otro tipo de lector, el que pule el cristal, el que lo vuelve traslucido, aquel que a cada una de las premisas anteriores le suma una pregunta de peso ¿Por qué? Por qué me gusta, por qué no me gusta, por qué me aburre, por qué me entretiene, por qué me atrapa, por qué no.
Las razones de peso para responder a cada uno de esos porqués, son las cuestiones técnicas que a la hora de leer una novela, para muchos, suelen quedar relegadas en función de la historia misma. Las razones técnicas para que una novela cumpla el rol que queremos a la hora de dar vuelta la última página, son muchas. Una razón de peso es la construcción de la historia y a la hora de construir una historia, aunque son muchos los puntos a tener en cuenta el que quizás primero salta a la vista es “la trama”. Una palabra que a pesar de ser chiquita no es inocente. Para simplificar una definición no tan simple sería importante diferenciar entre lo que es la trama y lo que es el argumento de una novela y usaremos el ejemplo de la novela Moby Dick de Herman Melville.
Argumento: es el resumen general de la historia de una novela o cualquier texto narrativo. Por ejemplo: Un hombre agredido busca venganza.
Trama: es el modo en que se plantea y desarrolla el argumento. Las acciones principales y las acciones secundarias y su interrelación. Consiste en una serie de ideas subordinadas a la inicial y coordinadas entre sí. Siguiendo con el anterior ejemplo: Un hombre, capitán de un barco ballenero, emprende la persecución de una ballena blanca que atacó a su barco, vive infinidad de situaciones donde peligra su vida. Su meta es matar o morir.
La trama entonces organiza el texto. Nos permite acomodar las diferentes secuencias argumentales que estarán dadas por el tema principal y por los temas secundarios los cuales serán mostrados por medio de diferentes acciones.
En una novela tendremos, como ya hemos visto, un tema central y también temas secundarios. Esos temas se interrelacionan entre sí. Entendiendo, entonces la trama como la interrelación entre los diferentes sucesos que tienen lugar a lo largo de una historia, se dice que la Novela tiene una trama abierta, a diferencia del cuento por ejemplo donde se trabaja un único tema y la trama en ese caso es cerrada.
No es casual que en escritura se le llame trama ya que trazando un paralelismo entre la historia contada y el tejido que forma una tela, la trama de ambas es el conjunto de hilos que, cruzados y enlazados dan como resultado final una tela o una historia.
Sin embargo para un lector que se encarga de abrillantar el cristal a través del cual lee, no todo es tan sencillo como la anterior explicación. Aunque para el lector común se trate simplemente de me gusta o no me gusta, me aburre o me entretiene, para otros existe una explicación del porqué y esta explicación se llama: tramas secundarias.
Y es aquí donde la cosa se complica, porque mi querido lector, que tengas interés en abrillantar el cristal a través del cual lees, te diré una cosa: además de una trama principal existen tramas secundarias, unos entramados que son el porqué del divertimiento, del suspenso a la hora de leer, las tramas secundarias son la sal de una historia, aquello que nos hace reír, estremecernos, vibrar, agitarnos, sentir. Sin las tramas secundarias solo tendremos una historia plana, el lector común diría me aburre, y ahora que lo sabes y te has convertido en un lector avezado puedes justificarte y decir: “me aburre porque a la historia le falta profundidad”.
La función principal de una trama secundaria es “dar dimensión” a la historia, darle profundidad. En realidad es la que conduce el tema y profundiza en la historia, de forma que ésta no sea una simple anécdota lineal guiada por la mera acción.
Puede haber más de una trama secundaria y es más fácil de reconocerlas si decimos que se pueden distinguir como pequeñas historias dentro de la historia. Estas pequeñas historias deben estar también perfectamente estructuradas, con su propio principio, desarrollo y fin. Deben estar entretejidas entre la historia principal y además completamente desarrolladas con su propia resolución.
Las tramas secundarias pueden tratar de cualquier asunto. A menudo son historias de amor que revelan dimensiones adicionales de los personajes. Algunas veces tratan temas individuales importantes: la identidad, la integridad, la avaricia, el amor, o el encontrarse a uno mismo. Otras veces una trama secundaria descubre la vulnerabilidad de un personaje. Podemos verlo por ejemplo en las historias del género policial, en las que el protagonista ha de ser fuerte y estar preparado para cualquier eventualidad que pueda suceder en la trama; pero cuando está a solas con su novia, o con su madre, sale a relucir su talón de Aquiles.
Un claro ejemplo es el famoso detective Marlowe personaje recurrente de muchas de las novelas del género policial del no menos famoso Raymond Chandler de El largo adiós, ha sido incluso llevada al cine. En ocasiones esas tramas secundarias son el medio para mostrar las metas de un personaje, sus sueños o sus deseos.
Si se cuenta una historia sin tramas secundarias, es como si el personaje estuviera demasiado ocupado “haciendo” la trama principal, como para decirnos algo acerca de sí mismo o de los personajes secundarios o de la temática que se trata. La trama secundaria da al personaje la ocasión para relajarse, soñar, desear o pensar en algo más profundo o tener su propia historia si se trata de un personaje secundario y darle profundidad a la historia.
Dicha línea puede ayudar al autor a perfilar a sus personajes, mostrarnos (muy importante) la transformación que realizan. Puede mostrarnos, paso a paso, cómo evoluciona la identidad de un personaje, o la seguridad y confianza en sí mismo. Nos ayuda a ver por qué y cómo un personaje cambia.
Nos ayuda a comprender en ocasiones una parte importante de la trama principal. Así, por ejemplo, una trama secundaria en El Señor de los Anillos es la historia de amor que se desarrolla entre Faramir y Eowin y nos ayuda a entender mejor el mundo y los personajes, la atracción de Eowin por Aragorn podemos decir que aporta algo a la trama al fortalecer los vínculos entre las ciudades de Rohan y Minas Tirith.
La próxima vez que abras un libro, sea simplemente para leer o para ver y aprender cómo se escribe ficción, trata de pulir el cristal a través del cual vas a iniciar tu lectura, una vez concluida la misma antes de afirmar si te ha gustado o no, justifica tu opinión determinando si hubo o no una correcta administración de las tramas secundarias. Y no olvides que una cosa es contar una historia y otra es hacernos entrar en esa historia, formar parte y preguntarnos inconscientemente qué haríamos en esa situación o que haría el personaje.
Las tramas y las acciones deben estar al servicio de la historia. Es decir que, tanto a la hora de leer y como buen lector a la hora de escribir, hay que prestar atención a las tramas secundarias. Todo debe estar bien considerado y siempre al servicio de la historia.
Profesora de escritura creativa y coordinadora de talleres literarios, editora y correctora literaria, reseñadora y crítica literaria.
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Libros en el artículo
- El largo adiós – Raymond Chandler
- Moby Dick – Herman Melville
- El Señor de los Anillos – J. R. R. Tolkien