Estiliza tu estilo

La literatura es el arte de la palabra y manejar la palabra es por ende un arte.

No cualquiera sale indemne del intento y muchos incluso salen tan heridos que deciden hacerse a un costado. Sin embargo, están aquellos que perseverantes buscan y buscan y siguen buscando hasta… hasta transformar la palabra en arte, un arte único, característico, individual exclusivo de cada autor.
Y eso en buen criollo se llama simplemente: encontrar el propio estilo que no es ni más ni menos que manejar la palabra con un arte a la medida de cada uno.

Definir el concepto de estilo es una tarea complicada, especialmente si tenemos en cuenta que se trata de un término estrechamente ligado al concepto de literatura, de manera que definir un estilo a veces puede agrupar a todo un conjunto de autores y otras veces a un solo autor determinado, ya que el estilo literario es en definitiva la manera de expresarse propia de cada autor. Su voz.

En la vida cotidiana es más sencillo, cada persona tiene su propio estilo, lo aprendemos en las diversas actividades humanas, a veces copiamos muchas veces el modo de caminar de alguien, la manera de gesticular, la forma de vestir, etc. a veces esa copia es intencional, otras veces simplemente una costumbre adquirida. Y con el tiempo, muchas veces, de esas particularidades formamos nuestro estilo personal. Le guste a quien le guste así somos.
En el ámbito literario ocurre lo mismo, el escritor se halla en una constante búsqueda de la individualidad que lo impele a crear su propio estilo. El camino de la búsqueda del estilo en los inicios es pura imitación, sin embargo en algún momento se toma otra dirección para poder crecer. El apartarse del estilo de tal o cual autor con el cual nos sentimos identificados nos conduce a la originalidad, si es que el escritor se descubre comprometido con su trabajo y no como un simple aventurero que busca el halago de sus pares.

Los estilos literarios son los conjuntos de características estéticas y formales mediante las que el autor de una pieza literaria nos trasmite su propósito y personalidad. El uso que se haga de las diferentes herramientas y reglas del lenguaje para la creación de un discurso o narración es único en cada autor, constituyendo así un estilo literario personal e intransferible.

Los diferentes estilos literarios son la huella personal que cada autor imprime en una obra. Seguro que estarás de acuerdo que, sea como sea, todos tenemos nuestra manera de expresarnos. Es decir, incluso si dos personas escribieran sobre la misma historia, con la misma temática, trama y personajes obtendríamos dos obras completamente distintas. Ello ocurre porque cada uno se expresa con una voz diferente, la propia. Y eso es el estilo.

Encontrar la propia voz es una terea que puede llevarnos la vida entera pero ay! de aquellos afortunados que la encuentran porque de ellos es el reino de las letras hechas arte. El estilo no es ni más ni menos que esa voz particular con la cual un autor se expresa. Cuántas veces te debe haber pasado que sin saber que estás leyendo un párrafo de Julio Cortázar, adivinas (lo sabes) que eso lo ha escrito él. Cuántas veces encontramos en las redes sociales frases, incluso poemas atribuidos a Jorge Luis Borges, nada menos, un autor con una voz tan particular, con un estilo inconfundible y cuántas veces se nos retuerce algo en el estómago porque sabemos a ciencia cierta que esas palabras difícilmente puedan haber salido de su pluma.
En fin que es casi lo mismo que si escuchas hablar a una desconocida y te dicen que habla tu madre: imposible creerlo porque tú conoces la voz de tu madre, sus modismos, sus tonos, que difícilmente alguien pueda imitar.

El estilo no nace, se hace, me dirás y realmente debo decirte que tienes razón. Imitando aquellas lecturas que nos impactaron, aquellos autores que dejaron huellas consciente o inconscientemente en nosotros, es como casi siempre se empieza a buscar el propio estilo, es como casi siempre se lo encuentra. La propia personalidad de la que hablaba Horacio Quiroga es justamente un trabajo de paciencia.
El trabajo del escritor es un silencioso trabajo de paciencia y dedicación, de amor y de auto superación. A cada paso tropezaremos con las mismas piedras que habíamos pensado no volver a encontrar. Miles de veces volveremos a caer en los desfasajes en el tiempo, en los dilemas de una trama demasiado complicada, cuando lo simple y lo sencillo hasta en la vida cotidiana son la manera más corta de llegar al final. Otras tantas veces buscaremos la voz de quien cuenta la historia, el lugar desde donde pararse para contarla.
Es buscando, experimentando, saliéndose de estructuras fijas como encontraremos la propia estructura, el único lugar desde donde uno se para como escritor para ejercer el dominio del texto, para tener la sartén por el mango y el mango también.

Sin embargo es equivocándonos que dejamos de equivocarnos y es imitando como llegamos a dejar de imitar. Esto sucede en el mismo momento en que comprendemos que la manera de decir las cosas es personal, las cosas que decimos son comunes a todos pero lo importante es “cómo” la ve el que escribe.
No importa el “qué” sino el “cómo”: “cómo” decir las cosas, “cómo” mostrar el tema y el “cómo” llegar al lector es justamente buscar y finalmente encontrar el propio estilo. Es escribiendo, es practicando, es ir madurando…

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