¡Qué buena idea!

Una vez más me dirijo a ti, sí a ti que quieres dedicarte a escribir y te has dado de bruces con la peor de las disyuntivas, esa que paraliza, una encrucijada que te deja sin palabras, a ti, justamente a ti que quieres convertirte en escritor y necesitas de las palabras.

Las dudas son muchas pero la duda por antonomasia puede llegar vestida de diferentes preguntas: ¿Cuál es el atractivo de una novela? ¿Sobre qué escribo? ¿Espero que me asistan las musas? ¿Voy en su búsqueda? Las dudas nos acechan y la más difícil de enfrentar es la duda respecto a la temática, esa idea sublime que me lleve al estrellato.
En principio no hay ideas sublimes sino maneras de contarla pero claro, primero debe aparecer la idea después, devendrá la historia. Lo cierto es que si te dejas acechar por la duda, lo más probable es que termines como un tigre enjaulado, dando vueltas alrededor de tus pensamientos y lo que es peor puede que hasta desestimes la posibilidad de convertirte en escritor. Las dudas, y ésta en particular, paralizan y lo mejor es poner el motor en marcha para que la parálisis no llegue a convertirse en un trauma, en una enfermedad sistémica que te aleje de tu intencionalidad: escribir.

No desesperes, no digo que tengo la solución mágica pero quizás lo que sigue pueda acercarte un principio de solución. Analicemos la situación. Comencemos por lo obvio: las novelas que alcanzan el éxito.

La mayoría de las novelas con éxito transmiten una idea subliminal (implícita y/o sugerida) que tiene un atractivo para el público en general. Algo captura al lector, le genera expectativas, casi siempre sugiere más de lo que se dice. Esta idea hace que el lector se identifique con los personajes y las situaciones, bien porque le muestra una experiencia que el lector ya ha tenido o bien porque le muestra una experiencia que le gustaría tener.
La idea puede ser algo expresado de modo muy simple. Una idea habitual en muchas historias famosas es “el triunfo del desvalido”.

Piensa en la cantidad de libros sobre el tema que han terminado siendo best-sellers: desde Los miserables de Víctor Hugo a Las tres bodas de Manolita de Almudena Grandes, por mencionar tan solo dos ejemplos ya que en medio de esos dos títulos ha habido miles donde el poder de la historia lo ostentan los desvalidos.
Por otro lado, es una idea muy utilizable porque todos nos hemos sentido víctimas en uno u otro momento y todos queremos superar circunstancias adversas, y como lectores los personajes son nuestro exorcista. Cuando experimentamos el éxito del personaje “desvalido” en una novela lo vivimos nosotros de forma vicaria.

Claro que no todas las novelas que nos impactan tienen ese mismo tema y de allí el problema que se te ha presentado: encontrar la idea. Vayamos hacia otras ideas, hacia otros temas.

La “venganza”. ¿Quién no ha sentido en mayor o menor medida sed de venganza? El que esté libre de pecado que lance la primera piedra. No veo piedras llover y por eso me atrevo a decir que este es un tema que tiene atractivo universal. El conde de Montecristo de Alejandro Dumas, puede hacer que te sientas satisfecho o Carrie de Stephen King. Atrévete y haz de ese tema, la idea central de tu historia.

Otro tema común que nos ayuda a identificarnos con una historia es el “triunfo del espíritu humano”. Este tema ha sido empleado con mucho éxito en libros como El color púrpura de Alice Walker o Las cenizas de Ángela de Frank McCourt. Creo que va siendo hora de que lo utilices desde tu mirada personal.

La “codicia” es también un sentimiento fácil de entender. ¿Por qué gustan esas historias de ricos aplastando a otros ricos para ser más ricos? Todos la hemos sentido en algún momento y aunque la disfracemos de envidia o deseos (palabras más aceptables socialmente), las ansias de “tenerlo todo” se llaman codicia acá y en la luna. Bucea en tus más íntimos pensamientos o en las historias cercanas, seguramente encontrarás el perfil del personaje que interprete a la perfección tu próxima historia sobre las ansias de “tenerlo todo”.

Otros sentimientos que pueden convertirse en historias, son menos fáciles de traducir pero de todas maneras pueden convertirse en “esa” idea que estabas esperando. Así ocurre con temas como «la integridad«, en Matar a un ruiseñor de Nelle Harper Lee y en El manantial de Ayn Rand o con «las metas y su cumplimiento» en la película El estanque dorado, porque las películas también pueden ser disparadores de ideas. No puedes negar lo movilizante que resulta la idea de «la recuperación de algo», por ejemplo la reputación de una persona a quien se la han destrozado, como sucede en Ausencia de malicia, otra película.

¿Ya has pensado en el título de tu próxima historia? No desperdicies ninguno de estos temas, las ideas brillantes lo son en tanto y cuanto mantengas tu personalidad, tu estilo, tu forma de ver las cosas en lo que escribes. Aunque muchos hayan utilizado esa idea antes, recuerda que lo importante no es ¿qué? (se cuenta) sino ¿cómo? (lo cuentas o lo contarás). Y muy importante también, si quieres escribir, es leer y leer, con ese cierto ojo analítico, espiando y estudiando para ver cómo lo hicieron los demás.

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Libros en el artículo

  • El color purpura – Alice Walker
  • El manantial – Ayn Rand
  • Matar a un ruisenor – Nelle Harper Lee
  • Los miserables – Víctor Hugo
  • Las tres bodas de Manolita – Almudena Grandes
  •  El conde de Montecristo – Alejandro Dumas
  • Carrie – Stephen King
  • Las cenizas de Ángela – Frank McCourt

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