Nadie pone en duda que El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Don Quijote, para los amigos, es el libro más leído y un ícono en la literatura de habla hispana.
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…”
Así comenzaron las desventuras del Hidalgo que desde hace cuatrocientos años sigue cabalgando de estantería en estantería. Muchos solo lo ostentan en los anaqueles de su biblioteca pero nunca se han atrevido con sus casi 1500 páginas. Otros, los más sesudos lo han leído unas cuantas veces en su vida y no escatiman palabras de alabanza. Por ejemplo Benito Pérez Galdós quien declaró: El libro en que con más perfección están expresadas las grandezas y debilidades del corazón humano. Antonio Machado lo eleva a la categoría de Manual de vida cuando afirmó: Por mi parte, sólo me atrevería a decir que leyendo a Cervantes me parece comprenderlo todo. Conviviendo con nuestra contemporaneidad Rosa Montero habla del Quijote respecto a la creación literaria y dice: Don Quijote, en ese sentido, es una alegoría de la creación artística: se inventa su propia realidad porque no soporta la grisura que ve fuera. Lo que realmente debería llamarnos a la reflexión es el hecho de que los más grandes representantes de la literatura universal son los más firmes admiradores de esta novela, tanto en España como en el resto del mundo, porque hasta el mismísimo Fiodor Dostoievski lo contaba entre sus lecturas y no escatimó alabanzas cuando dijo: El Quijote es la última y más sublime palabra del pensamiento humano. Orhan Pamuk confiesa que el Quijote ha ejercido una gran influencia en su obra, influencia que se extiende hasta otros grandes monumentos de la literatura: en la Casa desolada, de Charles Dickens, aparece el adjetivo “quijotesco” y en Almas muertas de Gogol quien se declaraba admirador de Cervantes, y que siempre dijo querer escribir un libro que imitara al Don Quijote. Las influencias matizan ciertos pasajes de Madame Bovary y Ana Karénina.
El Quijote no es exactamente un héroe, es un caballero andante, pero la gente que lo rodea no cree en él, piensa que es un loco, un personaje ridículo; sin embargo lo que ocurre a lo largo de la novela, sobre todo en su segunda parte, es que el Quijote, igual que Sancho Panza van desnudando la tontería, la codicia, la venalidad, de alguna manera hacen una crítica enorme, una crítica feroz de aquella sociedad y nadie sale bien librado.
Si eso ocurriera ahora, si nos encontráramos con una personalidad tan llamativa, y a la vez tan capaz de la crítica como Don Quijote, creo que sería en cierto modo devastador para muchas personas, pero muy necesario. Don Quijote es un personaje que desnuda la falta de imaginación, la cerrazón, la estupidez de la gente; sobre todo esa gente que se cree más encumbrada, más poderosa. Nos vendría muy bien que alguien hiciera en este momento todo eso, un Quijote quizás de otra manera, de hecho tendría que ser de otra manera, pero que nos desnudara, que nos volviera objeto de crítica.
Y además hay ciertas perlitas alrededor de “el caballero de triste figura” (como lo llamaba su amigo Sancho) que estoy segura muchos de ustedes descubrirán y disfrutarán si siguen leyendo.
Algo que muchas personas no conocen de Don Quijote de la Mancha es que fue escrito en prisión. Sí, Miguel de Cervantes aprovechó su estancia en la cárcel para escribir la novela, donde se encontraba cumpliendo condena por una serie de errores que había cometido en su trabajo como recaudador de impuestos.
Don Quijote de la Mancha tuvo un gran éxito tras su publicación, de forma que salió una segunda parte falsa. Por este motivo, Cervantes decidió escribir una secuela, para que esa segunda parte falsa quedara relegada a un segundo plano. Sin embargo, no pudo terminar la secuela, que se publicó, aún inconclusa, en el año 1615, dos años después de su fallecimiento.
En el momento de escribir la novela, Miguel de Cervantes estaba casado con Catalina de Salazar y Palacios. Pues, bien, Alonso Quijano, el nombre del personaje principal, está inspirado en el tío abuelo de Catalina. Además del nombre, la persona y el personaje también tienen algunas características en común.
El Quijote de la Mancha está disponible en nada más y nada menos que 50 idiomas. La primera versión de la novela en otro idioma se publicó en el año 1608, de la mano del irlandés Thomas Shelton quien la tradujo al inglés, aunque hizo una traducción literal del libro, así que el resultado fue deficiente. Varios años después aparecieron traducciones de mayor calidad.
En el año 1989, una copia especial de El Quijote de la Mancha se vendió por valor de 1,5 millones de dólares. Era la primera edición, de la que solo existen dos ejemplares, y se encontraba en perfecto estado de conservación.
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha es el segundo libro más vendido de la historia, solo por detrás de la Biblia. Los registros sobre el número de copias vendidas desde su publicación no son demasiado exactos, pero indican que se han vendido 500 millones de unidades en diferentes idiomas.
Geógrafos, literatos e historiadores creen que el pueblo al que Cervantes hizo referencia en la novela era en realidad Villanueva de los Infantes, que pertenece a la provincia de Ciudad Real. También hay otros estudiosos que señalan que el pueblo donde vivía Alonso Quijano era Argamasilla de Alba, también en la provincia de Ciudad Real.
Aunque El Quijote se convirtió en lo que hoy se llamaría un éxito de ventas al poco de su lanzamiento, Cervantes solo obtuvo un 10 por ciento de los beneficios. Por aquel entonces los escritores vendían la licencia de impresión de su obra a la editorial, por lo que perdía derechos sobre la impresión del texto y de sus ganancias.
Entre todas las frases hay una que ha pasado a la posteridad como una de las citas más célebres del Quijote pero que en realidad no aparece en el libro. Se trata del manido «Ladran, Sancho, señal que cabalgamos». Cervantes no escribió esa frase y, es más, ni siquiera hay alguna parecida en el Quijote. Se trata de la versión popularizada de un fragmento del poema Labrador (1808) de Goethe: «Pero sus estridentes ladridos; solo son señal de que cabalgamos».
El Ingenioso hidalgo Don quijote de la Mancha, goza de tan buena salud hoy como hace 400 años. La sabiduría popular representada en la figura de Sancho Panza y las reflexiones de don Quijote sobre valores, virtudes y defectos humanos como la libertad, la justicia, el honor, la solidaridad, el amor, la ira, la envidia, etc., constituyen auténticas enseñanzas que siguen plenamente vigentes en nuestros días.
El hidalgo y su escudero cabalgan a través de los mares del tiempo y aunque los perros no ladren para evidenciar su cabalgata, es sin duda un libro que todos deberíamos leer al menos una vez en la vida.
Profesora de escritura creativa y coordinadora de talleres literarios, editora y correctora literaria, reseñadora y crítica literaria.
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Libros en el artículo
- Don Quijote de la Mancha – Miguel de Cervantes
- Las almas muertas – Nikolái Gógol