Pero que las hay… las hay

Ha sonado el teléfono y yo sabía que iba a sonar y no solo que iba a sonar sino que sabía que la persona que llamaría es la que ahora está del otro lado del aparato. Sonrío pensando lo qué son las casualidades.
De golpe siento que esa taza sobre el estante se va a caer, que estupidez pienso, cómo puede una taza caerse con solo pensar que se cae. Lo cierto es que minutos después la taza se cae. Otra vez la casualidad, me digo. Quizás no la dejé bien acomodada en su lugar, pienso. Ya casi no sonrío y una frase remanida llega a mi mente: Las brujas no existen… pero que las hay, las hay.
Me gustan las piedras y su energía, creo en el poder sanador de ciertas hierbas, la imposición de manos que nos quita de encima una mala vibra. Y no soy la única. Actualmente, existen muchísimas personas en el mundo que creen en los poderes de las piedras y las llevan en colgantes, en pendientes o las cuelgan en la puerta de su hogar. En nuestros días esto no se ve ni extraño ni maligno, pero en la Edad Media (época de la caza de brujas), cualquier poder vinculado con algo material era considerado herejía y traición a Dios, puesto que únicamente la energía divina y el poder de Dios era capaz de proveernos de buena salud y de prosperidad.

En fin, existe un sin número de argumentos que muchos de ustedes también quizás, avalen como ciertos, como aceptables y en algunos casos hasta comprobables.
Situaciones como la que contaba al comienzo, me pasan, no digo que a diario, pero me pasan. Y aunque, es probable que algunas de ellas te sean familiares, tal vez nunca le encontremos un porqué. Tal vez nos conformemos con una sonrisa y pensar que somos brujas. Es decir que hoy por hoy cualquiera de nosotros podría ser bruja o brujo y nadie nos quemaría en la hoguera. Claro que hoy en día no podemos decir que haya brujas en la sociedad como se creía en siglos anteriores donde la Santa Inquisición las buscaba sin parar para quemarlas. Eran otros tiempos y muchos de esos poderes de las mal llamadas brujas hoy en día nos parecen mágicos, milagrosos. Las brujas no existen tal y como nos han hecho creer que eran: mujeres vestidas de negro, con poderes maléficos y sobrenaturales que hasta les permitían viajar en una escoba. Pero los poderes de esas mujeres perseguidas por una sociedad que no las comprendía sí existen y me refiero al poder de las hierbas, de las piedras, etc. al poder de la intuición a una energía sublimada.
Pero pasemos a cómo la literatura aprovecha esos ¿Poderes? ¿Cualidades? Poco importa.

La literatura se ha valido de este paradigma de mujer para trabajar desde un costado lúdico a las llamadas “brujas” y para, de alguna forma, reivindicar esa energía que todos tenemos y pocos usamos y/o conocemos. La bruja siempre ha sido vista como una mujer libre, capaz de defender sus ideas aún bajo pena de ser quemada. Una bruja defiende su derecho a pensar y la literatura muchas veces ha ayudado por medio del estereotipo de la bruja a defender esa idiosincrasia.

Si hacemos un poco de historia, ya en El Talmud, en La Biblia y en el poema épico de Gilgamesh se hace mención a Lilith, la primera esposa de Adán, un espíritu libre e independiente que por querer yacer encima de su marido fue tildada como prostituta y demoníaca. Lo que sí sucedió es que ante la negativa de su esposo, su naturaleza cambió y empezó a yacer efectivamente con demonios. Sabemos que las leyendas deben ser tomadas como tales, pero de alguna manera siempre tienden a recrear la realidad y nada nos impide creer que Lilith realmente haya logrado una sexualidad plena y claro, quienes le hacían compañía no podían menos que ser considerados demonios, aunque no fuera en el sentido literal del término.

Pasemos a la literatura griega, más precisamente a La Odisea de Homero donde aparece la maga Circe que se enamoró de Ulises quien pasó por su isla. Circe hechizó a sus navegantes convirtiéndolos en cerdos para que no pudieran abandonarla. Tampoco podemos afirmar como real esta historia pero sí como real el poder que ciertas mujeres ejercían sobre algunos hombres, fuertes, poderosos, valientes, que sin embargo sucumbían a los encantos femeninos si eso es ser bruja creo que casi todas de nosotras (mujeres) lo somos.

Eurípides en Medea, relata la historia de una sacerdotisa de la diosa lunar Hécate que por su personalidad adelantada a su época era considerada una bruja.
En la saga artúrica hizo su aparición Morgana, una hechicera de Avalon que tuvo mucha inferencia en los asuntos del Rey Arturo y la mesa redonda al igual que el Mago Merlín, maestro de las artes naturales y ayudante de la corte. Es cierto que la literatura se vale de efectos fantásticos para enaltecer la intervención de estos personajes y torcer en algunos momentos el curso de la historia.

A propósito, recomiendo la saga “Las nieblas de Avalón”, escrita por Marion Zimmer Bradley.La novela es una recreación del ciclo del rey Arturo, contada desde la perspectiva de los personajes femeninos como Igraine, la reina Ginebra y Morgana quien es la protagonista principal. Un buen ingreso a esta leyenda de Los caballeros de la mesa redonda donde el papel de las mujeres nos muestra lo exagerado que es llamarlas brujas y lo acertado que resulta reconocer que desde su costado sensible la mujer puede tener tanto o más poder que una espada.

En los cuentos folclóricos recopilados por los Hermanos Grimm, las brujas, magas o hechiceras: el arquetipo malvado por excelencia que Walt Disney trajo a la vida en el celuloide, ocupa un lugar preponderante.
Son por demás conocidas las historias de Blancanieves, con la bella bruja que le dio una manzana mortal a la inocente protagonista, Úrsula, una bruja tentacular en La Sirenita que quiso robarle la voz y también está la muy famosa bruja del cuento Hansel y Gretel que quería comerse a los dulces hermanitos.
Y como olvidar a Maléfica, la bruja de la Bella Durmiente.

De tradición sajona también está El maravilloso Mago de Oz de Lyman Frank Baum donde aparece la malvada Bruja del Oeste, que quiso interceptar los planes de Dorothy y sus amigos. Las brujas de la literatura infantil han cargado con el peso de la maldad sobre sus espaldas y han sido (literariamente hablando) las que formaron esa animadversión en contra toda brujería que siempre ha sido vista del lado maléfico sin tener en cuenta que los encantamientos (nótese que no hablo de brujería) a veces pueden ser para bien.

El escritor galés Roald Dahl también ha escrito sobre el tema en su novela infantil Las brujas.En esta novela Dahl otorga una connotación de maldad a la bruja protagonista de la historia ya que su intencionalidad es la de mostrar la eterna lucha contra el bien y el mal donde siempre triunfan los buenos.

Sin embargo, a veces aparecen brujos y hechiceras que tanto se sitúan de un lado como del otro. En la saga de El Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien, también muestra esa lucha entre el bien y el mal. El mal personificado en la figura del rey mago de Angmar que del lado de los malos ayuda con su legión de maléficos a Saruman que quería vencer a Sauron y a Gandalf.  El Gris, el mago bueno (o ¿brujo?) que ayudó a Frodo a conseguir el anillo y la otra maga (buena) que lo ayudó era la elfa Galandriel. Tolkien nos muestra que brujas/os hay por donde pisemos y no siempre encarnan la maldad.

El escritor Arthur Miller relata sobre la situación en Salem en la obra de teatro Las brujas de Salem donde hizo un relato bastante cruel y ficcional acerca de la cacería de brujas en Estados Unidos, que es un reflejo de lo que sucedía durante la Edad Media en Europa.

Más recientemente aparecen magos en la saga de Harry Potter de J. K. Rowlings con su escuela de niños mágicos.

También en el texto de C.S. Lewis, Las Crónicas de Narnia y más precisamente en su primer volumen: El león, la bruja y el ropero hace su aparición la Bruja Blanca, que come del Fruto de la Vida Eterna para obtener la vida eterna y nos remite a la Eva bíblica que si hilamos fino también fue (para algunas mentes) una bruja que nos llevó a pagar por siempre el pecado original.

Pero no todo es oscuro en el mundo de las brujas.
En el plano de la literatura nacional tenemos el inolvidable texto de Julio Cortázar, Rayuela, donde hace su aparición el misterioso personaje de La Maga cuya personalidad deslumbra al protagonista, Oliveira y actúa como lo que algunos llamarían una verdadera bruja en el sentido energético de la palabra. La Maga de Cortázar es el prototipo de la mujer libre, de la mujer segura de sí misma, de la mujer que no utiliza a los hombres y que sin embargo no puede evitar que ellos caigan bajo sus encantos que reitero no son para causar el mal de nadie.

Por otro lado, Terry Pratchett, con sus libros del Mundodisco protagonizados por brujas, nos acompaña a ingresar en el movimiento de la Wicca de los años setenta movimiento pagano muchas veces erróneamente emparentado con la magia negra que sirvió para dar un giro al concepto que el mundo tenía de las brujas, a golpe de reivindicación de energías y feminismo.

En la novela Akelarre de Mario Mendoza, Leticia su protagonista y eje central de la historia, es una mujer negra, una artista que va descubriendo poco a poco y debido a coincidencias, sus dones de clarividencia, y en una de las sesiones hipnóticas con el Dr. Dávila, su macabro y criminal psiquiatra descubre que ha sido bruja en el medioevo. El mismo autor nos habla de su intencionalidad de reivindicar la figura femenina asociada a la bruja mala. Dice Mendoza : “…la visión mágica del universo la tiene la mujer y no el hombre, porque esa visión se corresponde con la circularidad. La primera exclamación que sostiene la voz de la cultura es femenina y por eso yo quería que Leticia fuera el eje central en Akelarre, una voz oracular”.

La verdad es que en pleno siglo XXI no ha disminuido la creencia en el poder de estas figuras extraordinarias. Desafortunadamente, se ha menospreciado tanto la creencia en la brujería que, debido al estigma de superstición al que se lo asocia, hablar de “brujas” produce recelo y desconfianza.
Lo cierto es que, si encuentras todas las respuestas a la vida a través de la madre naturaleza o si no le temes a las tormentas, y disfrutas de ver la lluvia caer o cielos oscuros con rayos y relámpagos. Si alguna vez has sentido una atracción inexplicable hacia la luna o si algo que has deseado con mucho anhelo se ha hecho realidad, si crees en el poder de las piedras, en el poder de las hierbas o si eres capaz de adivinar que dentro de cinco minutos sonará el teléfono y recibirás esa llamada que estabas esperando…
No lo dudes, las brujas no existen pero que las hay… las hay.


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