Si eres fan de la lectura sin duda por eso me estás leyendo, pero si además eres fan de la música, acomódate que tenemos para un ratito más.
Todos hemos escuchado hablar de “el efecto Mozart”. Un mito universalmente aceptado, de que escuchar a Mozart nos hace «más inteligentes». Por efecto dominó, este mito se ha extendido a la música clásica en general. Entre las virtudes hubo quienes aseguraron que esta música aumenta también otras capacidades cognitivas, sobre todo durante el desarrollo temprano. De allí en más fue toda una movida para las madres primerizas, que corrieron enloquecidas a comprar CD ya no solo de Mozart sino de Beethoven, Chopin, etc. La música clásica ha sido utilizada incluso en las Universidades más famosas para despertar las neuronas de los alumnos, y a nivel primaria no son pocos los establecimientos escolares que han intentado con Sinfonías, Preludios y Serenatas acelerar el proceso de comprensión.
Todo un movimiento que no pasó de ser una moda, que nos aseguraba que con solo ser aficionados a escuchar una majestuosa sinfonía, se renuevan las neuronas en nuestro cerebro, haciendo sinapsis como nunca antes había sucedido y nuestra mente de repente sería capaz de realizar hazañas intelectuales que no imaginábamos posibles.
Por desgracia, esto no es “del todo” cierto. Sin embargo, la música, cuando se usa de forma selectiva, puede por ejemplo ayudar a un lector a mejorar medianamente el enfoque, la concentración y la comprensión.
No podemos negar, que a nivel neuronal, emocional y psíquico la música relaja, predispone. Claro que no todo tipo de música funciona para todos de igual forma, para muchos la música clásica, para otros el jazz, o la música celta, hay para todos los gustos. Lo cierto es que determinado tipo de música produce una especie de estado de letargo donde asimilar lo que leemos, disfrutar de un buen libro se potencia. Es lo que se conoce con el nombre de “efecto placebo”. No estoy segura de que el rock funcione de la misma forma, aunque uno nunca sabe ya que la ecuación relax = comprensión no tiene para todos el mismo resultado y como ya sabemos también: sobre gustos no hay nada escrito.
Llegados a este punto deberíamos separar lo que es lectura obligatoria y lectura por placer. Empecemos por la primera.
Si estás inmerso en un período de lectura obligatoria sea por la razón que fuere (estudio, trabajo, etc.) esa obligatoriedad suele sublevar a muchos rebeldes que inconscientemente se niegan a la concentración.
Los rebeldes aparecen vestidos bajo diferentes formatos. El rebelde sin causa se preguntará: ¿Por qué demonios tengo que leer todo esto? Si se trata por ejemplo de una cuestión laboral que lo obliga a leer un largo apéndice de normas aplicables a una modalidad de trabajo.
El rebelde con causa no pocas veces se planteará la siguiente cuestión: ¿Para qué me sirve tanta teoría si lo que me interesa es la práctica? Y esta pregunta es frecuente en los estudiantes de ingeniería, de arquitectura y hasta de biología que quieren meter mano a asuntos más prácticos que los de leer la bibliografía obligatoria de tal o cual materia.
Para esos rebeldes, muchas veces, un poco de estímulos auditivos ayudarán a finalizar un bloque especialmente complejo o tedioso de material de lectura.
¿Cómo? La conocida “técnica pomodoro” es una forma de administrar el tiempo de trabajo, planificar y ejecutar tareas para ser más productivo. Fue inventada por el italiano Francesco Cirillo en los 80, para aumentar su productividad mientras estudiaba en la universidad. Esta técnica básicamente funciona administrando el tiempo en bloques. 1. Divide el día en las tareas que quieres realizar. 2. Ordena esta lista por prioridades. 3. Programa tu temporizador (25 minutos de trabajo intenso y centrado es lo recomendable), al terminar ese lapso de tiempo (que está comprobado que somos capaces de mantener la atención sin que esta decaiga) es recomendable un descanso de 10 / 15 minutos. En esos períodos de descanso es probable que una música acorde a tus gustos puede ayudarte a llevar mejor la siguiente sesión de lectura. Esto es especialmente útil, si además contrarresta la somnolencia o la fatiga que a su vez conducen a la pérdida de atención, concentración, y lo inevitable: la relectura con la consiguiente sensación de pérdida de tiempo.
Claro que también está la lectura por placer y pareciera que nada extra nos hace falta para justificar el acto de sentarnos a disfrutar de nuestra novela favorita. Sin embargo, una adecuada música de fondo puede potenciar la experiencia y transformarla en algo tan placentero que sin duda querremos repetir una y otra vez. Escuchar música mientras lees, siempre y cuando la música esté de acuerdo con el tipo de lectura, hace que uno se meta más de lleno en la historia. Una determinada música acompaña un determinado libro, o más bien una determinada temática. Así que no escucharás lo mismo si lees un policial que cuando te sumerges en una historia romántica o una de ciencia ficción. La música es emocional y sirve para reflexionar y para mejorar un estado de ánimo, sin embargo, hay quienes la consideran un sacrilegio a la hora de leer. Acá reiteraría el famoso refrán: Sobre gustos no hay nada escrito. Creo que mas bien se trata de no cerrarse a la experiencia y determinar en definitiva si te sirve o no. La posibilidad existe.
En consonancia con lo anterior y de la mano de quienes estiman que la música y la lectura es un buen maridaje, hace un tiempo que pululan por Internet lo que se conoce como: ambientación sonora de lectura. Son videos de hasta 3 horas de duración que nos trasladan en imágenes, en sonidos ambientales y en música (por supuesto), a esos sitios donde transcurre la historia o a esos espacios donde nos gustaría estar mientras leemos.
¿Por qué conformarnos con nuestro sofá favorito, cuando hay lugares encantadores creados especialmente para hacer de la lectura un momento mágico? Desde el universo de Juego de Tronos pasando por Harry Potter y El Señor de los Anillos e incluso en 221B Baker Street, hogar del famoso Sherlock Holmes hasta ese sitio soñado donde imaginarías estar en lugar de una habitación cerrada. Una antigua biblioteca, una cabaña en el bosque, un río en medio de la montaña, lo cierto es que una buena ambientación sonora puede hacer vibrar tu corazón y convertir tu lectura en una experiencia religiosa.
Y tú qué prefieres ¿silencio? O ¿música?
Profesora de escritura creativa y coordinadora de talleres literarios, editora y correctora literaria, reseñadora y crítica literaria.