¿Somos bestias humanos?

El hombre tiene un costado humano pero también el de una bestia. Y si hay alguien que lo entendió, lo padeció y lo combatió fue un francés nacido a mediados del siglo XVIII. Un escritor, periodista y crítico de arte, alguien que se reconoció humano denunciando y se supo parte de esa manada de bestias que de un momento al otro pueden dar vuelta la rueda de la razón y funcionar en sentido inverso.
Estoy hablando de Émile Zola. Considerado el padre del naturalismo, para muchos el mejor escritor en lengua francesa junto a Víctor Hugo y Alexandre Dumas. Sin embargo para una inmensa mayoría puede que sea un desconocido total. Vamos a la conquista de la verdad: Émile Zola: ¿bestia o humano?

Para aceptar que podemos llegar a ser crueles (cualquiera de nosotros) por más humanos que nos consideremos, es necesario conocernos a fondo, ser conscientes de cuán humanos o bestiales podemos llegar a ser porque créanme podemos llegar a ser cualquiera de las dos cosas, todo dependerá de las circunstancias. Una vez asumida esa realidad, lo importante es alejarnos de esa parte bestial y potenciando lo compasivo, lo sensible, lo misericordioso que convierte a cualquier bestia en humano.
Solo quien reconoce que tanto puede estar de un lado como del otro, solo quien sabe que la delgada línea entre crueldad y misericordia puede llegar a romperse en cualquier momento, solo un ser con esa parte de humano asumida y esa de bestia morigerada pero reconocida, pudo haber tenido el valor de denunciar ante el mundo que existe La bestia humana.

Este es el nombre de la novela escrita por Émile Zola cuyas imágenes, de una fuerza sin igual, solo pueden haber sido descriptas por un ser sensible y comprometido con la raza humana. La escena final de esta novela, en que la locomotora toma vida, imparte justicia. Esa justicia que con hipocresías, miedos y ambiciones no se ha podido dar a lo largo de toda la historia, la locomotora lo hará de manera contundente. No existe redención posible.

Zola dibuja un crudo retrato de la condición humana, un estudio compasivo de cómo los individuos pueden llegar a descarrilar por fuerzas atávicas más allá de su control, fuerzas que lo vinculan ancestralmente con ese costado animal que traemos en nuestra genética humana desde que el hombre camina sobre esta Tierra.

La obra es una gran metáfora que evoca el final del Segundo Imperio en Francia, donde la sociedad parecía lanzarse hacia el futuro como las nuevas locomotoras y ferrocarriles que se comenzaban a construir. Zola nos recuerda que encubierto bajo el nombre de progreso tecnológico permanece siempre la bestia que llevamos dentro. La sociedad puede convertirse de buenas a primeras en esa locomotora que (…) sin conductor, envuelta en sombras como una bestia ciega y sorda (…) aplasta nuestro mejor costado humano para que el bestial aparezca en cualquier momento.

¿Qué lleva al hombre a robar, que lo lleva a matar, que lo arrastra a convertirse en una bestia salvaje. Es algo instintivo de lo que no se puede huir, es algo irrevocable? La bestia humana es la lucha del bien contra el mal, de la pasión contra la razón. Es la condición humana.

La obra «La bestia humana» forma parte de su mega proyecto Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio, más conocido como ciclo de Los Rougon-Macquarts, un retrato social que, siguiendo el esquema del naturalismo, tiene altas dosis de violencia y dramatismo y resultó a veces demasiado explícito en sus descripciones para el gusto de la época. Sin embargo, muchas de esas escenas en un contexto distinto, siglo y medio después de haber sido escritas, bien podrían ser casi un cuento de hadas frente a los hechos de violencia que el descarnado siglo XXI nos ha deparado, un siglo en donde muchas veces nos cuestionamos si el hombre es un ser humano o una bestia.

El ciclo de Los Rougon-Macquarts está formado por 20 novelas y se inicia con La fortuna de los Rougon-Macquarts, en cuyo prefacio Émile Zola explica de qué se trata la saga o más bien de qué naturaleza está compuesta el hombre.

“Quiero explicar cómo una familia, un pequeño grupo de seres humanos, se comporta en una sociedad, desarrollándose para dar lugar al nacimiento a diez o a veinte individuos que parecen, a primera vista, profundamente diferentes, pero que el análisis muestra íntimamente ligados los unos a los otros…”

No olvidemos que Émile Zola ha sido considerado el padre del Naturalismo, una corriente artística principalmente literaria que aspiraba a reproducir la realidad de la sociedad humana con el mayor grado de objetividad y detalle, tanto en sus aspectos más sublimes y loables, como en los más vulgares y despreciables. ¿Bestias o humanos?
El Naturalismo presenta al ser humano sin libre albedrío, sus actos están determinados por la herencia genética y el medio en que vive. Como enfoque para encontrar la verdad basado en la realidad tangible es solo un método más para hallar la respuesta a nuestra realidad, no es el único ni el todopoderoso de manera que no puede pretender la exclusividad del conocimiento válido.

Podemos o no estar de acuerdo con los principios del Naturalismo que Émile Zola plasmó en su ciclo de historias, pero no podremos negar que con libre albedrío o sin él, la herencia genética es real, el medio en que vivimos nos condiciona y ninguno de nosotros está exento de ser humano un día o algo parecido a una bestia al otro. A las pruebas me remito invitándoles a sentarse frente al televisor aunque más no sea una hora por día luego la respuesta será de ustedes ¿Somos bestias los humanos?

El libre albedrío existe, la pregunta es… ¿Qué hacemos con él?

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