El asesino entre el centeno

“Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso. Primero porque es una lata, y, segundo, porque a mis padres les daría un ataque si yo me pusiera aquí a hablarles de su vida privada.”

Así comienza “El Guardián entre el centeno” de J. P. Salinger, un autor tan enigmático, como enigmático es este libro, que así como ha conseguido conquistar a tantos lectores, también ha llegado a inspirar algunas mentes criminales.

Desde su publicación en 1951, la novela, se ha convertido en un referente ineludible a la hora de describir a los adolescentes. Su protagonista Holden Caulfield no desprecia a los adultos como podría pensarse de cualquier adolescente, lo que sí odia es la hipocresía y la falsedad que viene ligada al mundo adulto.
Cree que la gente acepta sin más la falsedad porque no pueden distinguirla de la verdad. Holden  se siente  superior a la gente adulta porque puede distinguir entre una y otra, y por eso mismo, se siente llamado a proteger a los niños de ese doble mensaje de los adultos.
¿Es un cínico?, ¿un  inadaptado? Es probable que ambas cosas pero también es un adolescente en medio de una sociedad que fagocita los mejores valores del ser humano y es dentro de esa sociedad donde un niño deviene adulto tratando de sobrevivir, a veces muriendo en el intento. Muriendo o matando a ese niño para transitar el período caótico que es la adolescencia y aterrizar en un mundo tan distinto, tan ajeno que a veces muchos se ven obligados a torcer el resto del camino y que luego es difícil volver a enderezar. Podríamos pensar que en los asesinos en potencia, cuando aún no han cometido su crimen, ese camino se ha torcido. Entonces ellos sienten que es imposible enderezarlo a menos que quiten de en medio aquello que lo tuerce y para hacerlo, emprenden un camino quizás sin retorno: el del crimen.
El protagonista de la obra Holden Caulfield es un personaje controvertido que puede posicionarnos en la misma vereda que la de un adolescente y sentir la soledad, tanto físicamente mientras vaga por una nueva ciudad, como espiritualmente cuando accedemos a conectarnos con sus sentimientos. Pero si esta lectura cae en manos de alguien que ha torcido su camino ¿Qué sucede?

Algunos casos de asesinato han sido relacionados con la lectura de este libro como por ejemplo:  John Hinckley Jr., quien intentó matar al presidente Ronald Reagan en 1981 y que declaró que “estaba obsesionado con el libro”; Sirhan B. Sirhan, quien fue arrestado por el asesinato del candidato presidencial Robert F. Kennedy, hermano de John Kennedy; y Robert John Bardo, quien cuando asesinó en 1989 de un disparo a la actriz Rebbeca Schaeffer llevaba consigo una copia de esta novela, la misma que arrojó al techo de un edificio mientras huía de la policía.

Bajo el cielo de Manhattan algunos terminan su último trago, otros recién empiezan a disfrutar de la noche. La quietud serena del 8 de diciembre de pronto se interrumpe.  Un sonido sordo contrasta con la quietud nocturna. Yoko Ono camina hacia la recepción del edificio Dakota. Unos pasos por detrás, camina John Lennon. Segundos antes de llegar al portal del edificio, suena un disparo, luego otro y otro. Cinco disparos.
Al llegar al edificio, la policía encuentra a un hombre solitario sentado en la acera que sostiene un libro entre sus manos. Se trata de Chapman, el asesino confeso, que espera su detención con un ejemplar de “El Guardián entre el centeno”.
En las páginas de este libro, se encontró escrito: “Para Holden Caulfield. De Holden Caulfield. Ésta es mi declaración”.

Más tarde, en una de sus confesiones, declaró: “Estoy seguro que la mayor parte de mí es Holden Caufield, el personaje principal del libro. El resto de mí debe ser el diablo”.
“Estaba confundido”. “Necesitaba mucha atención en ese momento, y me descargué con él”.
Expresándose casi como un adolescente inadaptado, esas fueron las palabras del propio Chapman cuando por fin se arrepintió de su crimen, y luego agregó que asesinó a Lennon porque anhelaba notoriedad, y quería volverse famoso.

“No cuenten nunca nada a nadie. En el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo.” Son las palabras finales de “El guardián entre el centeno”.
Contarle algo a alguien significa abrirle el corazón para poder decir algo auténtico. Los adolescentes adolecen (padecen) y en general se niegan a abrir su corazón,  la forma de contarnos algo es con hechos violentos, una forma de llamar la atención, de alcanzar notoriedad, de ser famosos. O ¿de enderezar el camino? Es probable que todo asesino no haya alcanzado, mentalmente, la edad adulta y adolece, padece y casi como Holden Caulfield lucha, con uñas y dientes, contra ese mundo que no lo reconoce como niño ni lo acepta como adulto. Un mundo al que hay que llamarle la atención, si es necesario con hechos de violencia.


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