La pregunta resuena en mi mente como un eco lejano, un interrogante simple que, a primera vista, parece tener una respuesta obvia, casi predecible. Leer es necesario, leer es esencial, leer es la puerta de entrada a otros mundos, y el eco sigue resonando y me impulsa a la reflexión. Cuanto más reflexiono, la cuestión se vuelve más profunda, más compleja y encuentro una multitud de razones que me impulsan a abrir un libro.
Hoy, sentada en mi lugar favorito, con el ruido lejano de la ciudad apenas filtrándose por la ventana entreabierta, el eco parece haber desaparecido pero persiste una pregunta que queda flotando en el éter de mi mente: ¿por qué leer?
La respuesta más sencilla y quizás la más popular es que leer nos permite viajar, nos ofrece un mapa invisible para explorar tierras lejanas, épocas remotas, y dimensiones que solo existen en la mente del autor. Si has leído El Señor de los anillos, seguramente te habrás sentido transportado a la Tierra Media, ese vasto mundo imaginario lleno de razas como los elfos, enanos, hobbits y orcos. O tal vez, leyendo a H.G. Wells, hayas visitado La isla del doctor Moreau, un mundo donde la moralidad, la ciencia y la naturaleza se mezclan de maneras inquietantes, invitando al lector a reflexionar sobre la ética de la experimentación y la creación de vida.
A veces leer es una forma de escapar, de perderse en historias que nos transforman, que nos conectan con lo que somos o con lo que podríamos ser. En nuestra niñez leer es la magia de ser lo que queremos ser o casi llegar a lo que soñamos alcanzar. Una sonrisa se pinta en mi rostro cuando me recuerdo atrapada por Pippi Calzaslargas de Astrid Lindgren o Mujercitas de Louisa May Alcott.
Y es que los libros nos invitan a vivir otras vidas, a experimentar lo que jamás hemos experimentado, a conocer las emociones más intensas sin tener que poner en riesgo nuestra propia realidad.
En los mundos que crean las palabras, somos al mismo tiempo protagonistas y observadores y con el paso del tiempo vamos creciendo como lectores a medida que crecemos como personas. La lectura nos acompaña, nos moldea, nos construye. Leer es un acto de autoconocimiento. Cada libro que tomamos entre nuestras manos, cada palabra que dejamos entrar en nuestra mente, es una invitación a reflexionar sobre nuestra propia vida. Un buen libro no solo nos habla de sus personajes, sus tramas o sus paisajes, sino que también nos susurra, se acomoda en un rincón junto a nuestras inquietudes, a nuestras dudas, y nos reta a cuestionar lo que damos por sentado. Leer nos confronta, nos despierta del letargo de la rutina y nos obliga a mirar hacia adentro y muchas veces nos obliga a relativizar una historia en pos de contenidos más profundos. Libros como La náusea de Jean-Paul Sartre nos invita a explorar temas existenciales sobre la libertad, la angustia y el sentido de la vida. El túnel de Ernesto Sábato nos obliga a enfrentar las partes más sombrías de la psique humana, como la obsesión, la desesperación y el miedo a la soledad.
Y una reflexión lleva a la otra y entonces pienso que en un mundo acelerado donde la inmediatez parece ser la ley, leer se convierte en un acto de resistencia. Leer es una forma de desacelerar el tiempo, de detenerse y saborear cada palabra, cada idea. No hay prisa, no hay necesidad de llegar a ningún lado rápidamente. No se trata de devorar páginas, sino de saborearlas, de disfrutar de cada línea, de entender cada concepto y permitir que todo eso se asiente en nuestro interior. Leer es un ejercicio de paciencia, de dedicación, de estar presente en el momento, sin buscar más que la conexión profunda con el texto.
¿Por qué leer entonces? Porque leer nos hace más humanos. Nos permite ver el mundo a través de los ojos de otros, nos brinda empatía, nos ayuda a comprender no solo a los demás, sino también a nosotros mismos. Nos enseña a sentir, a pensar, a imaginar. Nos regala las herramientas para construir nuestra propia visión del mundo, para articular nuestras ideas, para entender la complejidad de las emociones humanas. Leer alimenta la creatividad, esa chispa de luz que nos permite soñar con lo imposible, con lo extraordinario. Cada libro es un universo de posibilidades, un espacio donde las ideas se cruzan, se mezclan y nos inspiran. Leer no es solo consumir información, es crear algo nuevo a partir de lo que ya existe. Es como sembrar una semilla en nuestro cerebro que, con el tiempo, dará frutos inesperados.
No se puede negar que leer también tiene un componente social. Un libro leído en soledad, es cierto, nos lleva a un diálogo interno, pero un libro compartido crea puentes entre los seres humanos. Nos da un tema de conversación, nos permite encontrar puntos de conexión con los demás, con personas que jamás hubiéramos conocido de otra manera. Las bibliotecas, las librerías, los clubes de lectura son como pequeños templos donde los lectores se encuentran, intercambian ideas, y comparten sus pasiones literarias.
En definitiva, ¿por qué leer? Porque leer es vivir más intensamente, es experimentar, es aprender, es cuestionar y, sobre todo, es sentir. No hay una sola razón para leer, sino miles de razones que se entrelazan entre sí, creando una tela de araña de emociones, pensamientos y descubrimientos. Leer es el camino que nos lleva a ser mejores, no solo como lectores, sino como seres humanos.
Y mientras el sol brilla hoy, mientras el día transcurre apacible, las palabras en el papel me esperan, como siempre, para apaciguar el eco, convencida de haber encontrado no una sino un sinfín de razones para leer.
Profesora de escritura creativa y coordinadora de talleres literarios, editora y correctora literaria, reseñadora y crítica literaria.
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