¿Para quién leo?

Placer es gozar, disfrutar, es esa sensación agradable producida por algo que nos gusta. Es, quién lo duda, un sentimiento agradable, positivo para quien lo experimenta.

Para cada uno de nosotros el placer estará dado por diferentes motivos que incluso pueden variar de acuerdo al momento del día o a la etapa de nuestras vidas que estemos transitando. Los motivos de placer también difieren de persona a persona y cambian según las circunstancias.
El placer desde el punto de vista biológico es una recompensa que nos brinda la naturaleza cuando satisfacemos nuestras necesidades básicas: comer cuando estamos hambrientos, beber cuando estamos sedientos o descansar cuando estamos agotados.
El placer emocional nace de la conexión íntima con los demás, de la empatía y el amor, del compañerismo o de la sensación de estar protegidos en la vida, de pertenecer a algo más grande que nosotros mismos.

Otro tipo de placer es el contemplativo, fruto de la reflexión y de la mirada estética del mundo, es aquel que obtenemos simplemente observando la realidad circundante.
El placer intelectual, y el que nos convoca, es quizás uno de los placeres más difíciles de explicar. Se puede obtener placer a nivel intelectual cuando entendemos una idea compleja, cuando solucionamos una ecuación complicada, cuando resolvemos un enigma y cuando leemos un libro.
La lectura nos brinda conocimiento, estimula nuestra imaginación, nuestros sentidos y nuestras emociones y eso genera placer. Leer nos propone un ejercicio mental en el cual nuestro cerebro participa activamente ordenando ideas, relacionando conceptos y evocando imágenes, emociones y sentimientos profundos. Leer con la sola intencionalidad de hallar placer, es una actividad que no convoca eruditos ni sabios ni filósofos, solo gente común, personas como vos y yo que buscamos un rato del goce, de la felicidad, del disfrute, es decir del placer de la lectura.
Placer por los cuatro costados, de eso se trata leer. Y no lo digo yo porque soy una adicta a la lectura. Harold Bloom, amado por muchos, denostado por otros sin lugar a dudas es lo que se llama un Lector con “L” mayúscula y en su libro Cómo Leer y por Qué, escribe lo que se dice una apología de la lectura. Entre las muchas frases que me impactaron me quedo con la siguiente:

«Leer bien es uno de los mayores placeres que puede proporcionar la soledad, porque, al menos en mi experiencia, es el placer más curativo».

Yo agregaría que de los placeres terrenales es el más benigno, el menos contraindicado, un placer que no solo nos eleva intelectualmente, como ya dijimos, sino emocionalmente.
Si aparece entonces la pregunta de ¿Para quién leo? La respuesta no se hace esperar: leo para mí. Leo porque el placer que siento al leer me acompaña a transitar por la vida con mis inquietudes, mis angustias, mis soledades. Cada lectura es la intimidad entre el libro y yo, es la amistad entre el autor y yo, entre los protagonistas y yo. Un libro nos promete placer desde la súplica de su presencia callada, leer es el placer que encontramos aun sin saber que lo buscamos. Y quizás por eso el hábito de la lectura es uno de los más arraigados, y entiéndelo: cuando no puedas, cuando no seas capaz de prescindir de los libros es que habrás descubierto el placer sin darte cuenta. A la larga, ese placer se convierte en una pulsión de vida y cuando eso sucede corremos hacia ese objeto que nos brinda placer, corremos hacia los libros.

Es una actividad placentera lo hemos dejado claro, sin embargo, los detractores de siempre le encontrarán sus contras, por ejemplo: “El lector es un insociable” dirán, mentira diré, uno puede meterse horas y horas dentro de un libro pero siempre se sale y se sale con una empatía elevada a la enésima potencia, lo cual nos vuelve a la larga más sociables.
“Los lectores terminan hablando de modo raro, como personajes literarios, o utilizan un lenguaje exquisito para darse aires”. Falso. Los lectores pulen su vocabulario no necesariamente evangelizan al otro sino que predican con el ejemplo: si yo puedo expresarme bien tú también puedas hacerlo y no esgrimen para eso un diccionario en la mano.
Hay muchos alérgicos a los libros que afirman: Los lectores solo hablan de libros. Nada más lejos de la realidad, los lectores hablan de libros con otros lectores, lo cual ni unos ni otros tendrán nada en contra. Hay quienes miran Netflix las 24 horas del día y solo hablan de la última mini serie en pantalla. Esto no quiere decir que todo lector sea un dechado de virtudes y un “no” lector sea un paria del destino. El equilibrio en la naturaleza se da por la diferencia y no por la uniformidad.

Dejando de lado a los detractores, quedémonos con la frase “leer es un placer” y empecemos por considerar que es una actividad individual pero no egocéntrica. La felicidad bien entendida empieza por casa y eso quiere decir que para hacer feliz a los otros primero debo ser feliz yo. Ergo: si yo como lector encuentro el placer y por decantación hallo la felicidad (aunque sea pasajera, toda felicidad lo es) tengo muchas más probabilidades de hacer feliz a mi entorno sin necesidad de repartir libros a diestra y siniestra.

¿Para quién leo? Sin lugar a dudas leo para mí, por mi búsqueda de placer, para conocerme mejor, para explorar y conocer mejor ese pedacito de mundo que no puedo ver, para fortalecerme espiritualmente porque leer es una forma diferente de meditación, es una forma de liberar emociones: alegría, tristeza, cólera, miedo, sorpresa, amor. Leo para mí porque me permite relajarme, reducir el estrés. Leo para mí porque leer me enseña a pensar y a ser más crítico: leer ayuda a formar nuestra personalidad y sobre todo, leo porque leer nos hace libres.

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