Para escribirte mejor

Una palabra mal colocada, estropea el más bello pensamiento. No lo digo yo, lo dijo Voltaire. Y cuánta razón tenía. A veces creemos estar diciendo, escribiendo lo correcto pero el mensaje no llega. Le damos vueltas y vueltas y el mensaje sigue sin llegar. En principio es porque uno se aferra a las palabras escritas porque en su momento salieron de forma directa del pensamiento a la frase pero no siempre lo que está en nuestro pensamiento es lo que las palabras están diciendo. ¿Qué es lo que nos está pasando?
A veces tirar la toalla es la manera más fácil de eludir el bulto, por eso hay que estar atentos y mejor tomar el toro por las astas y dedicarnos a comunicar lo que de verdad queremos comunicar. Allá vamos con un acercamiento a la idea, para que te lean mejor.

En principio, el peor enemigo del que escribe son las frases mal ordenadas, las faltas de ortografía, los baches argumentales que traerán como resultado una comunicación errónea de ese mensaje que intentamos transmitir y esto trae como consecuencia no solo la imposibilidad de llegar al receptor de manera apropiada sino la terrible frustración que genera en quienes escribimos y tratamos de hacernos oír.

Un blog, una historia ficcional, un artículo periodístico, un ensayo, un email, un post, no importa el formato ni el género en que intentemos transmitir un mensaje, si no está bien estructurado o es confuso no comunicará las ideas con claridad, nuestros potenciales lectores perderán de inmediato el interés y será muy difícil si no imposible que ese mensaje llegue a nuestros potenciales receptores.
Para ello, debemos tener en cuenta una serie de aspectos importantes pero antes debemos preguntarnos ¿Por qué? En este trastornado siglo XXI la escritura suele ser menos clara que nunca, ¿por qué se hace tan difícil comunicarnos?

Empecemos por considerar, por aceptar que hoy en día se ha perdido el hábito de la escritura. Los mensajes de texto, los hashtag, incluso los post en redes comunitarias, en definitiva: la inmediatez comunicacional, proponen una cierta desprolijidad en los enunciados, desprolijidad a la cual lamentablemente nos hemos acostumbrado y que decanta en una pobreza del lenguaje que la mayoría de las veces se traduce en una costumbre de comunicación que no contiene los aspectos básicos que un mensaje a un nivel más profesional exige.
Del otro lado hay quienes disfrutan escribiendo para ellos mismos e incluso generando espacios, como los blogs personales que se convierten en una plataforma de comunicación muy útil para muchas personas y una vía de visibilidad de un proyecto más amplio que el simple acto de contar el día a día del bloguista.
También hay espacios que nacen muchas veces como soporte de una empresa dedicada a la comunicación, a la lectura, a la enseñanza, etc. y proporcionan una posibilidad de comunicación que va más allá de un texto de hasta 140 caracteres y como además el texto no incluye hashtags exige un nivel comunicacional acorde a las circunstancias.
Algunos lo logran, otros siguen comunicándose como si escribieran mensajitos de texto y la pobreza comunicacional sigue estando. Y cuando hablo de nivel profesional no me dirijo solo a los académicos sino a todos los que de una manera u otra, bajo un formato u otro intentamos comunicar algo. Por respeto a nosotros mismos y sobre todo por respecto al receptor, será necesario pulir lo que escribimos y tomarnos las palabras con seriedad.

Yo considero que la escritura, siendo profesional o no, debe brindarnos placer y si vamos más allá y escribimos con fundamentos estilísticos y/o sintácticos (condición sine qua non) el placer se hará extensivo a quienes nos lean. Si hay un grado supremo de placer es aquel que compartimos, por eso, si les parece seguimos adelante.

La idea es generar textos con objetivos muy concretos que podemos resumir en dos puntos:

a) Comunicar acontecimientos más o menos objetivos.
b) Alcanzar la meta de hacernos entender.

Debemos pues evitar que nuestros escritos transmitan una idea errónea y lo que sería peor, una idea diferente a la que tenemos en mente.

Un texto mal escrito puede causar la sensación de que no conocemos el tema sobre el que estamos tratando. Pero no solo eso. En un blog de reseñas, por ejemplo, el bloguista se precia de ser no solo un buen lector sino un buen comunicador de esas lecturas, y si hablamos de otros medios de comunicación profesional, como pueden ser las plataformas de empresas relacionadas por ejemplo con la comercialización, debemos partir de la base de que la mayoría de los lectores no conocen los detalles del producto que estamos tratando de dar a conocer. Cuando estamos trabajando en un libro de ficción ya sea novela o cuento, el lector espera cuando menos que las frases estén bien enunciadas y que la estructura sostenga una trama y que el argumento se despliegue armando una historia comprensible, en este caso cohesión y coherencia van también de la mano. Por ende tanto en un caso como en los otros un texto claro será la base de una correcta llegada al otro, al de afuera, al que nos lee.

Casi nada o más bien todo eso es lo que hay que tener en cuenta.
Para cualquiera que quiera comunicar una idea, las dos razones fundamentales para generar textos de buena calidad son innegables y las hemos mencionado más arriba: la de comunicar acontecimientos más o menos objetivos y alcanzar la meta de hacernos entender.

Por supuesto que los errores que podamos cometer, dependen de muchos factores: una mala sintaxis, una mala ortografía, un desconocimiento total del arte de redactar.
Hay algunas cuestiones básicas que deberías preguntarte. Por ejemplo: ¿A menudo cuando escribes un email te responden algo distinto o te preguntan qué has querido decir? O, ¿te das cuenta de que la mayoría de tus mensajes no han sido leídos? O, ¿suele suceder que muchas veces han comprendido erróneamente lo que has querido transmitir en tus mensajes? ¿Has escrito un cuento y nadie se sorprende de lo que tienes para decir o no se emociona quizás como te has emocionado escribiéndolo? En cualquiera de estos casos, podemos pensar que la otra persona ha estado distraída o que el receptor no tiene las competencias suficientes como para comprenderte. Pero si esto sucede a menudo es lógico pensar que la falla de no alcanzar el objetivo básico de ser leído y comprendido pueda estar en nuestros escritos mismos.

No se trata de buscar culpables sino de solucionar algo que puede perjudicarte. Mejorar nuestro potencial comunicativo puede servirnos momentáneamente para salir del paso pero sobre todo traerá resultados a largo plazo. Si lo que estamos emprendiendo es una carrera como escritores profesionales o no, los que escribimos nos debemos al que está del otro lado, al receptor, al lector.
Aprender a comunicar y a comunicarnos es una competencia que se adquiere y que no desaparece con el tiempo, sino que se potencia decantando siempre en más y mejores competencias a todo nivel.

Sea el área que fuere dentro de la cual estamos, la intencionalidad final es siempre la misma: brindar un mensaje claro, un mensaje que llegue, un mensaje con el cual podamos alcanzar nuestro objetivo básico: la comunicación y nuestro objetivo final: la correcta llegada del mensaje.

Los pasos fundamentales son:

a) Mejorar la escritura desde cero.
b) Organizar lo que queremos transmitir, priorizando las ideas principales y fundamentándolas.

Es importante saber que para alcanzar una buena comunicación de nuestras ideas muchas veces “menos es más” y para eso es necesario concretar los conceptos y por supuesto atender a una buena ortografía y sintaxis para que nuestras frases vayan armando la estructura final de nuestro mensaje dentro de una coherencia y cohesión sin trabas de ningún tipo. Soluciones hay a nivel profesional contratando un servicio de corrección literaria y por supuesto también, si se trata de adquirir competencias, realizar un curso de redacción es un buen camino.

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