Afuera la noche se ha apoderado del mundo. Una cortina oscura se pinta tras la ventana, sin luna, sin estrellas, sin una sola lucecita que me hable de que más allá de estas cuatro paredes el mundo sigue latiendo.
Adentro el fuego crepita y mi sillón favorito me reclama. Sentada cómodamente acaricio las tapas de mi libro, lo abro, entre mis manos las páginas tiemblan, las palabras corren desaforadas línea tras línea y entonces… las imágenes me llegan, me invaden, son el mundo entero. Un niño corre descalzo por la hierba fresca, el sol resplandece en sus mejillas y su risa vuela como vuelan los trinos de los pájaros que revolotean a su alrededor. Las flores, la brisa, el susurro de un arroyo a lo lejos y el sol. Adentro la luz se ha apoderado del mundo y esa noche tras las ventanas ya no existe. Solo existen las imágenes que la historia me propone. Entre estas cuatro paredes el mundo late. El mundo es durante el instante de lectura ese mundo en el que elijo vivir.
¿Quién no ha sentido alguna vez esto que estoy sintiendo? Imaginar exactamente lo que sucede o lo que describe el autor en su obra es parte de la magia que nos acerca la lectura. Pero ¿Cómo lo logra el autor?
Los escritores son magos que permiten al lector visualizar mejor lo escrito y como magos que son tienen sus trucos. El truco que nos permite sentir que adentro brilla el sol cuando afuera es de noche es recurso poético que se denomina: imagen literaria.
Las imágenes son reproducciones mentales de las cosas percibidas. Las reproducciones mentales de la realidad a las cuales llamamos imágenes, no son necesariamente tan exactas como las fotografías. Las imágenes alteran la realidad combinándose unas con otras. Creamos imágenes de cosas jamás percibidas, de cosas incorpóreas y de abstracciones. La facultad de crear imágenes es uno de los recursos preferidos en la narrativa ya que evita las largas explicaciones para dar paso a la posibilidad de mostrar, una forma mucho más poderosa cuando se trata de incentivar a un lector interactivo como exige la literatura contemporánea.
Esta facultad de pensar imágenes, alterarlas y crearlas, explica todas las formas del lenguaje y pensamiento figurado.
La imagen literaria pues, es la representación viva y eficaz de una cosa por medio del lenguaje. Cada vez que como escritores describimos algo como si lo estuviésemos viendo, como si esa idea se pudiera trasladar al lienzo de un pintor, estamos creando una imagen. Cuando un autor logra esa alquimia dentro nuestro es porque la magia está funcionando.
Las imágenes constituyen experiencias originales representaciones especialmente creadas para transmitir una impresión o sentimiento específico de manera que toman por sorpresa al lector que las recibe, y le descubre una manera inesperada y sugerente de imaginar algo con el matiz y el carácter que el autor ha querido imprimirle. Nos paremos de la vereda que sea, sabremos que como escritores deberemos usar el conjuro de la imagen para atrapar al lector, y como lectores dejaremos que el hechizo obre lo suyo sobre nuestra imaginación. A fin de cuenta, ¿quién no desea sentir que brilla el sol en medio de una noche oscura?
Desde que el hombre es hombre contar ha sido una de las actividades que lo diferencia de los animales. Las primeras manifestaciones informativas fueron llevadas a cabo por el ser humano a partir de gestos, sonidos guturales y balbuceos, y estas daban cuenta, principalmente, de su estado de ánimo. Poco a poco fue creando lo que se puede denominar «palabras habladas» a las que confería un significado, común a la colectividad, y así, comenzó a comunicarse. Pero de esta manera, su comunicación no era estable.
Pronto se dio cuenta de que con las «imágenes» su comunicación se enriquecía y era más permanente, pues la «palabra hablada» se desvanecía, mientras que las «imágenes» perduraban en el tiempo. La idea representada por una «imagen» era entendida por cualquier persona, aunque ésta no hubiera estado presente en el momento de su realización. Poco a poco las imágenes comenzaron a formar parte de las comunidades y la comunicación mejoró y adquirió solidez y firmeza. Más tarde llegó la pintura rupestre, con el tiempo los grandes pintores pusieron en imágenes historias narradas y todo ello está encerrado en nuestra genética. Hoy en día gracias a lo que se guarda en ese archivo llamado genética, somos capaces de internalizar imágenes que ya otros imaginaron por nosotros. Y nacen los símbolos que son elementales para transmitir ideas, cualquiera es capaz de imaginar la libertad si hablamos de un pájaro surcando el cielo. Y existen un sin fin de trucos de los cuales un autor echa mano para que el lector imagine: la metáfora, la sinestesia y otros símiles. Las imágenes hablan, transmitan emociones y sentimientos. Las palabras son el vehículo. Y si mañana o pasado o la semana que viene una noche oscura borronea los límites del mundo, como lector: deja que un libro te acerque el brillo del sol y como escritor: atrévete a usar el conjuro de las imágenes para iluminar el mundo de tus lectores.
Profesora de escritura creativa y coordinadora de talleres literarios, editora y correctora literaria, reseñadora y crítica literaria.