Reseña
Un amanecer de 1945 un muchacho es conducido por su padre a un misterioso lugar oculto en el corazón de la ciudad vieja: El Cementerio de los Libros Olvidados. Allí, Daniel Sempere encuentra un libro maldito que cambiará el rumbo de su vida y le arrastrará a un laberinto de intrigas y secretos enterrados en el alma oscura de la ciudad.
“Este lugar es un misterio Daniel, un santuario. Cada libro, cada tomo que ves tiene alma. El alma de quien lo escribió y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace más fuerte” (pag.12)
La propuesta de Carlos Ruiz Zafón es tentadora, absolutamente irresistible para quienes tener un libro entre las manos supone detener la cotidianeidad y entrar en un mundo nuevo. El cementerio de los libros olvidados, el santuario al cual el padre de Daniel se refiere es un sitio sobrecogedor y tétrico pero a la vez significativo e inconmensurable. Imagínense un lugar donde se acumulan cientos y miles de libros olvidados, millones de libros se acumulan junto al polvo que los envuelve en el Cementerio y esperan. Alguien descubrirá en algún anaquel un libro o el libro lo descubrirá a él y entonces comenzará a correr la historia.
En ese sitio totalmente borgeano Daniel encuentra un libro que han pretendido enterrar durante años, y ese hallazgo será el punto de partida para una trama intensa e intrincada que cambiará la vida de Daniel para siempre.
“En una ocasión oí comentar a un cliente habitual de la librería de mi padre que pocas cosas marcan tanto a un lector como el primer libro que realmente se abre camino hasta su corazón. Aquellas primeras imágenes, el eco de esas palabras que creemos haber dejado atrás, nos acompañan todo una vida y esculpen un palacio en nuestra memoria al que, tarde o temprano –no importa cuántos libros leamos, cuántos mundos descubramos, cuánto aprendamos u olvidemos- , vamos a regresar. Para mí esas páginas embrujadas siempre serán las que encontré entre los pasillos del cementerio de Libros Olvidados” (pag14)
Luego de estas palabras ningún adicto a los libros puede recular ante “La sombra del viento”.
Carlos Ruiz Zafón es, a mi modo de entender, una de las plumas más atrapantes y amenas que las letras españolas nos regalan en medio de este siglo XXI tan repleto de ignominia y charlatanería. Unida a una prosa ágil y llena de lirismo sin remilgos, esta historia nos adentra en el mundo de los libros y sobre todo nos advierte, desde esas primeras y potentes frases, que cualquiera que alguna vez se haya dejado cautivar por un libro jamás podrá volver la vista a un costado cada vez que aparezca algún otro libro que prometa renovar el embrujo.
La sombra del viento logra embrujarnos, y lo hace por medio de una mezcla exacta de apunte histórico, novela de suspenso e intriga con un dejo costumbrista, que lejos de bajar en ningún momento la curiosidad del lector, nos conmina a pasar página tras página en busca de más. Y quizás esa misma sensación irrefrenable de ir por más o la innegable relación entre un libro y la vida, es que Carlos Ruiz Zafón, como en la vida misma, fue por más y es por eso que a esta novela le siguieron dos historias que la retoman, la contienen y la completan: “El juego del ángel” y “El prisionero del cielo”. Daniel Sempere, protagonista de esta historia, accede gracias a un libro olvidado a dos amores primeros e inolvidables: el amor por la lectura y el amor por una mujer, y todo gracias a La sombra del viento, un libro olvidado de un autor más olvidado aún. Las vicisitudes y un sin fin de experiencias iniciáticas que rayan en lo maldito despiertan al abrir las tapas de ese primer libro, un libro que marca sus once años y destraba el pasado y el presente.
“En mis sueños de colegial siempre seríamos dos fugitivos cabalgando a lomos de un libro, dispuestos a escaparse a través de mundos de ficción y sueños de segunda mano”.
Así describe su protagonista esos años reveladores, y cuando evoca el pasado no puede sustraerse a la inevitabilidad de deberle todo lo que es a un libro, a los libros, a los sueños y a la realidad pero sobre todo a la ficción. La Sombra del viento es una historia que atrapa, contiene, detiene e inmoviliza el hoy y que corre hacia un pasado que es necesario para redimir el presente. Es una historia de libros malditos, es la historia del hombre que los escribió y la de un personaje que se escapó de las páginas para destruir la historia. Es también la historia de una traición y de una amistad, del amor imposible, del odio y de los sueños que no aciertan a hacerse realidad. Una mezcla exacta de todos los condimentos que tiene la vida, resumidos en una trama con visos policiales que conmueve y seduce.
La novela contemporánea es sin duda la historia de sus personajes. En pleno siglo XXI se han dejado de lado los fastuosos jardines o las lujosas mansiones como escenario porque lo que importa no son los escenarios sino los actores. En mi Taller de escritura, me gusta detenerme en considerar la importancia de los personajes en las historias que tenemos entre manos al escribir, y para eso es clave detenernos en esos protagonistas de las historias que leemos, estos deben arrasarnos.
A los lectores nos gusta imaginarnos a los personajes como personas de carne y hueso, aunque sepamos (desde el momento que nos decidimos a leer un relato) que son entes de ficción. Es el juego que nos propone la literatura y concretamente el texto narrativo. Y es aquí donde reside la paradoja del personaje: parece una persona, pero no lo es; no se puede explicar su comportamiento, sus reacciones mediante las ciencias que estudian al ser humano (psicología, filosofía, etc.), sino que sólo podremos entenderlos a partir de las reglas que actúan en la literatura en general y en la narrativa en particular. Pero, ¿qué es un personaje literario? ¿Cómo toma cuerpo en la subjetividad del autor? ¿Cómo se traslada luego esa vivencia imaginaria hasta la página escrita? El escenario es vital pero no debe encandilar.
Carlos Ruiz Zafón logra hacer del escenario de su historia, la Barcelona de la década del ’40, el lugar perfecto para actores que difícilmente podamos olvidar. Entre los seres que desfilan por La sombra del viento, uno de mis preferidos es Fermín, un perseguido político que arroba con su locuacidad, nos gana el alma con su hombría de bien, su inteligencia buena y una verborragia siempre oportuna que difícilmente encontremos en muchos personajes de novela o reales. Si de mencionar actores se trata, no podemos olvidarnos de Bea, ni de la enigmática Clara, responsables de que esta novela nos permita soñar, amar y convertirnos en cómplices de una situación que pone en peligro la vida del actor principal del reparto: Daniel Sempere, de quien me reservo el derecho a aludir y dejo en manos del lector la conclusión final de su personalidad.
El terreno de la novela es siempre un terreno ficticio, aunque esa ficción se acerque mucho a la realidad. Más, en el siglo que nos ocupa, donde ambos planos «pretenden» y «juegan» a cruzarse en multitud de ocasiones.
En La sombra del viento la ficción está estructurada en una trama que por medio de relatos a modo de cajas chinas arma la historia. El autor ensambla esos diferentes relatos con la precisión de un relojero, y con la naturalidad del fluir de la vida obtiene como resultado final la historia de un enigmático Julian Carax, autor del libro que encuentra y descubre Daniel Sempere: La sombra del viento.
La sombra del viento es un policial, es una novela de amor, de aventuras pero en realidad es ni más ni menos la historia de la vida que se replica en más vida, y cuando parece terminar solo lo hace para volver a empezar. Antes de dar vuelta la última página
Profesora de escritura creativa y coordinadora de talleres literarios, editora y correctora literaria, reseñadora y crítica literaria.
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La sombra del viento – Carlos Ruiz Zafón