Primeros puestos
Subcategoría de 9 a 10
Cadena de favores
de Elías Torres
Me gusta cumplir años. Mamá y papá siempre me preguntan qué quiero hacer, y contesto siempre lo mismo:
ir a la playa. Me encanta el mar, el sol, sentir la arena calientita en mis pies. Pero lo que más me gusta es ese
olor a mar.
Cuando llegamos les dije a mis padres que iba a caminar con mi hermanito, a quien le encanta recoger
caracoles y conchas. Comenzamos la caminata y nos detuvimos porque vimos algo que parecía como una
especie de perro chiquito
-¡Mira Elías!, alguien dejó olvidado su perro – dijo Daniel.
-En la playa no hay perros solos, seguro es un alga – dije yo convencido de lo que veía.
Al acercarnos nos dimos cuenta que no era ni una cosa ni la otra…era una peluca. Nos miramos confundidos,
porque no entendíamos que podía estar haciendo una peluca en la playa. La tomamos para llevarla, quizás
alguien la estaba buscando desesperadamente.
De pronto escuchamos un silbido a lo lejos y era papá que nos hacia señas para que regresáramos. Mientras
íbamos de vuelta, sentí pequeños pinchazos en la parte de atrás de mi pie. Y al voltear vi algo que me dejó
con la boca abierta.
-Epa tú, ¿qué crees que haces? ¿A dónde van con mi peluca? – dijo un cangrejo.
¿Un un un can can can cangrejo que habla? – dijo mi hermano sorprendido.
-Pues sí, soy un cangrejo que habla, que además usa peluca y que ustedes se están robando – dijo el cangrejo
muy molesto.
-No señor cangrejo, no la estábamos robando. La conseguimos en la orilla y la tomamos para devolverla a su
dueño – dije yo.
-Mmm bueno mucho gusto, soy su dueño. ¡Ahora dámela! – dijo mal genioso.
-No se moleste, aquí la tiene – dijo Daniel colocándola en la arena.
-Si me molesto, es la peluca más hermosa de los siete mares. Me la regaló Harry el tiburón martillo por
haberle hecho un favor. Iba camino a la barbería del pez sierra a que me hiciera un corte moderno, cuando
una ola me tumbó y la peluca se soltó de mi tenaza – dijo el cangrejo colocándosela.
-Entiendo. Quizá le pueda decir al pez sierra que solo te corte un poquito la parte de adelante para que pueda
ver bien – le dije yo sonriendo.
-Ah pues sí, me gusta tu idea. Disculpen si creí que robaban mi peluca. Ustedes me hicieron un favor y ahora
yo se los agradeceré. Les regalo esta linda perla -dijo el cangrejo más calmado sacando una perla de su
cabeza.
-Las perlas son muy costosas. No podemos aceptarla – le contesté.
-Si que pueden, la gentileza y los favores se devuelven. Son como una cadena, que no debería detenerse. Ir
por la vida haciendo el bien sin importar a quien – dijo el cangrejito reflexivo.
-Pero es que no podemos aceptarla – insistí yo.
-Claro que sí, y no me hagan molestar de nuevo. Me están haciendo perder mi tiempo, voy apurado a la
barbería -dijo el cangrejo nuevamente enojado.
Entonces tomo la perla y el cangrejo se fue apuradito adentrándose al mar.
-Papá no nos va a creer – dijo riendo mi hermano.
-Capaz si. Fíjate que mamá tiene muchas perlas. Seguramente papá forma parte de alguna cadena de favores.
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Subcategoría de 10 a 11
El espejo
de Sofía Risso Crouzeilles
Un mosquito se paró en el espejo de mi habitación, y después de matarlo, al querer quitar el rastro, sucedió
algo raro e inesperado con el espejo: en vez de permanecer firme, mi dedo lo atravesó. Intenté poner toda mi
mano ahí para comprobar si lo que acababa de hacer en verdad había pasado o solo había sido producto de mi
imaginación, pero efectivamente, no me había equivocado; mi mano atravesaba el espejo como si fuera una
superficie de agua. Fui probando con cautela diferentes formas de traspasar el espejo, como meter el brazo, el
hombro el pie… Todo esto seguido de observar cada movimiento que hacía.
Mi curiosidad era tan intensa que no pude resistir, y rápidamente pasé al otro lado. Una vez del otro lado del
espejo, me encontré en la misma habitación que antes, salvo que, mi muñeca Lola ya no estaba: era la
muñeca que yo tenía desde los 5 años, me encantaba vestirla, maquillarla, dormirla, darle de comer, etc. La
nueva habitación tenía el mismo espejo de antes, y al igual que el anterior, este también se podía traspasar. La
siguiente habitación, era básicamente igual, solo que ahora, había fotos de mí y de mis amigas. En estas fotos,
se podía notar el crecimiento de cada una de nosotras, y más notoriamente, en las que estoy con mi familia.
Entonces fue cuando empecé a asustarme, a pensar que tal vez toda esta sucesión de habitaciones fueran la
misma a lo largo de mi vida. No me equivocaba, ya que, al seguir adelante, atravesando las habitaciones a
través de los espejos, fui encontrando textos míos, dibujos libros más polvorientos de lo normal, etc. Poco a
poco, también alcanzaba a ver mis libros del colegio en los estantes, pero estaban tan sucios y mal cuidados
que parecían de hace 30 años. También iba habiendo cambios en las paredes, en las decoraciones, y hasta en
las colchas de la cama.
Ya había perdido la cuenta de cuantas habitaciones había atravesado cuando me encontré con una en
particular de paredes lilas y celestes que estaba totalmente vacía, a excepción de unos juguetes para bebés. Ya
sabía para qué lado se iba a tornar la cosa, y ya me había cansado de ver el futuro que me esperaba, así que
intenté escapar de allí y volver a mi habitación cotidiana. No fue hasta que me vi atrapada entre dos espejos
cuando me di cuenta de que ya no había salvación. Ahora estoy encerrada en un futuro que nunca podré vivir
por mí misma.
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Subcategoría de 12 a 13
De techo en techo
de Irene Pazos
De techo en techo, edificio por edificio, poco a poco, me voy enterando de los secretos de la gente, no porque
quiera, no es mi culpa que los humanos no sepan guardar secretos. Algo que aprendí es que no importa qué
tan bien guardes tus secretos, siempre van a salir a la luz. Por ejemplo la señora Beatriz, que vive en el
edificio que está ubicado entre la heladería y la plaza. Ella siempre sorprendía a la gente con los precios tan
bajos de su panadería, más tarde se enteraron que sus panes no estaban hechos con harina, si no que estaban
hechos con arena para gatos. En serio me sorprende cada vez más el tipo de personas que hay, personas con
secretos demasiado absurdos para ser ciertos. Quizás es por eso que los guardan, por vergüenza, Vergüenza
deberían tener por sus acciones. Por suerte los gatos no nos complicamos la vida con todas esas cosas, solo
nos preocupa nuestro territorio, nuestra comida, y si sos demasiado afectivo, pero en serio muy afectivo,
quizás nos importe un poco nuestra familia.
Cómo cualquier día, después de dar inicio a mi ritual matutino, voy a recorrer el barrio, un barrio con partes
ruidosas por los nenes caprichosos que salen de la escuela y le piden caramelos a sus papás, con partes
silenciosas, donde el mayor ruido es el de las señoras que se juntan a tomar mate con facturas, y contarse
chisme sobre el barrio. Aunque suene raro, son mis vecinas favoritas. El barrio también tiene lugares
peligrosos, donde tenés que estar atento a cualquier ruido, solo que en esa parte no habitan humanos, no creo
que ni siquiera sepan de su existencia, ahí solo hay gatos, perros, y algunas ratas, nada muy extravagante,
pero es el único lugar donde puedo estar tranquilo.
Ahora mismo estoy caminando por ahí, acabo de pasar por el puente de lata y me dirijo a las pilas de basura,
tengo que ser sigiloso porque están los dos gatos rivales, no sé sus nombres ni me interesan. Paso por el
depósito de ruedas pinchadas, me gusta ese lugar, es cómodo. A la distancia veo como una nena está tratando
de llevarse a un gato agarrándolo por las orejas, yo si fuera ella me alejaría, no va a pasar mucho hasta que
sea arañada… 3,2,1
—¡¡Mamá!!— grita la nena llorando, mientras le caen los mocos, se lo hubiera dicho a la cara, pero no me
entendería.
No entiendo por qué cuando los animales les quieren hablar, los humanos hacen como si no nos escucharan,
nosotros los tenemos que aguantar quejándose, gritándose, y muchas otras cosas por las que tengo muy poco
interés.
Finalmente pude llegar a las pilas de basura, es mi lugar favorito porque tengo una gran vista de todo el
barrio: veo la escuela con los nenes caprichosos, la nena que acababa de ser atacada por el gato, las señoras
tomando mate con facturas y… ¿eso es un robo?, es la señora Beatriz, la verdad me tiene cansado, tanto como
al barrio entero.
Para terminar mi paseo me fijo qué están haciendo en el bar de hamburguesas, me dan bastante miedo los
ingredientes que usan ahí, les contaría sobre eso pero… como dije, los gatos guardan secretos.