Una casa donde vivir

Desplazamiento geográfico de individuos o grupos, generalmente por causas económicas o sociales. La definición de la RAE nos acerca un par de palabras que encadenadas fríamente no dicen mucho. Sin embargo, cuando utilizamos la palabra precisa nos instalamos en el alma de cientos, de millones de personas. “Migración”.

Inmediatamente la empatía nos obliga a ponernos en el lugar de esas personas que aparentemente solo pasan a engrosar las estadísticas de los desplazados. Porque de eso se trata: desplazar. Mover o sacar a alguien del lugar en que está. Y entonces vamos acercándonos al sentimiento de esta situación, migrar no es solo desplazarse es hacerlo contra la propia voluntad.

Pongamos un ejemplo. Desde que naciste vives en una casa con tus padres, con el tiempo la casa fue llenándose de gente: tus hermanos, tus hijos, tus sobrinos, tus nietos, sobrinos nietos. La casa es para ti hermosa claro, es el lugar donde creciste y donde has visto crecer a los tuyos. Es un espacio que te contiene, que te alberga, que te hace sentir seguro, un lugar donde las comidas diarias son una fiesta. Y tu casa junto con otras casas y otras personas como tú forman un grupo étnico con costumbres similares, con creencias como las tuyas. Y viven felices porque no tienen mucho pero lo tienen todo: un lugar donde vivir y crecer, un espacio donde tus hijos se han hecho hombres y tus hijas mujeres y te sientes dichoso y bendecido porque no pides mucho más: que te permitan vivir como quieres, como mereces.
Pero de pronto, tu casa deja de ser un sitio seguro porque se ha caído el techo y no puedes repararlo, porque ya no tienes agua para mantenerla aseada, porque las paredes se descascaran y es imposible arreglarlas, porque la mesa familiar está vacía. Y luchas y te lo propones pero el contexto es complicado y no es posible volver a reconstruir ese que otrora fuera tu hogar. Se ha tornado imposible ser feliz en un sitio donde respirabas esa felicidad que hoy es pasado. Y a tu alrededor ves que a muchos, a todos les sucede lo mismo, porque tu casa forma parte de un conjunto de casas, de un conjunto de gente que vive las mismas necesidades básicas insatisfechas. Los días pasan, los años también y no encuentras, no encuentran una solución a tantos pesares, a tu alrededor nadie la encuentra. Pero de golpe, una luz parece brillar en la distancia, una luz de esperanza, y resulta que descubres que más allá de los límites de esas casas, de ese pueblo que es tu pueblo, hay gente que sin reclamarlo vive como tú mismo tienes derecho a vivir, como has sabido vivir en otros tiempos. Allí viven como vivías.
De tu parte, la solución no se hace esperar, a tu alrededor también todos comprenden y saben que hay solo dos opciones, no elijen morir pasiva y lentamente, no apuestan por ver morir a su gente, se arriesgan, se la juegan: hay que migrar.

La realidad es mucho más cruel que el corto cuentito que acabo de contarte. Las crisis económicas, las hambrunas, la injusticia, la miseria, la precariedad, las catástrofes naturales, las dictaduras, las guerras, etc. Todo eso y mucho más han sido el motivo de las migraciones masivas que se han sucedido sin tregua a lo largo de la historia de la humanidad. Recordemos las grandes corrientes migratorias que se sucedían después de la Primera y Segunda Guerra Mundial, entre 1860 y 1950, arribaron a la Argentina alrededor de seis millones de europeos. La mitad de ellos se establecieron de forma definitiva en el país.

En nuestro cruel presente no nos quedamos atrás. Cuando hablamos de migrantes las imágenes aparecen aunque no las convoquemos. Miles de personas tratando de salvarse subidos a una balsa, miles más atravesando una selva llena de peligros, millones a lo largo del planeta que lo logran y millones que mueren en el intento. Los africanos que intentan llegar a Europa huyendo de la miseria, el hambre y la guerra, otros desean poder vivir de manera más digna e incluso ayudar a sus familias con el dinero que puedan ganar en el destino elegido. Y la catástrofe se repite en América Latina. Y aunque muchos pensemos que en Argentina no se vive bien, es el país de América Latina y el Caribe con más población extranjera, que proviene principalmente de Bolivia, Paraguay y Venezuela. En el gran país del norte: Estados Unidos, el gran sueño americano sigue siendo el sueño de muchos, (principalmente de los países centroamericanos) a quienes el despojo económico, la falta de acceso a la educación y el empleo, la violencia y otros factores estructurales y personales han motivado a buscar una nueva vida. Y aunque no ofrece las mismas seguridades que el tío Sam, México sigue siendo otro de los países que más migrantes recibe procedentes principalmente de Venezuela, República Dominicana y Guatemala. A su vez cientos de mexicanos y panameños cruzan la frontera con Estados Unidos.

Las cifras sorprenden pero sobre todo conmueven cuando pensamos que se trata de seres humanos, no de simples números. Cada uno de esos millones y millones de personas que han dejado sus casas donde ya era imposible ser feliz, cada una de esas familias que vieron desmoronarse sus sueños tiene una historia para contarnos. Te invito a conocer solo algunas.

Americanah de Chimamanda Ngozi Adichie, narra la historia de Ifemelu y Obizne durante quince años tras la búsqueda de una identidad como africanos en Estados Unidos.

La maravillosa vida breve de Óscar Wao, es la primera novela de Junot Díaz donde se tratan temas como la identidad y el racismo en tiempos del dictador Rafael Leónidas Trujillo en la República Dominicana. La historia está centrada en Óscar, un adolescente dominicano que vive en un gueto en Nueva Jersey y decide hacer el viaje inverso hacia la República Dominicana para romper la maldición que persigue a su familia.

En Viaje al País de los Blancos, de Ousman Umar narra su propia historia que comienza cuando partió desde la selva de Ghana hacia el País de los Blancos. Tras cinco años, en los que cruzó el desierto y el mar en patera, llegó a Barcelona. No imaginaba que entonces iba a empezar lo peor y, recién tiempo después, lo mejor. Vivió en la jungla de cemento e indiferencia, durmió en la calle, pasó hambre, frío y miedo y se enfrentó al racismo.Ousman relata la segunda parte de su historia, y quizá la más dolorosa y difícil: sobrevivir en el País de los Blancos.

Rumbo al hermoso norte de Alberto Urrea: La frontera entre los Estados Unidos y México no es simplemente una línea en el mapa; es un destino de ensueños y un punto de partida, rodeado de desesperación y expectativas. En esta novela Urrea trasciende el discurso de “nosotros contra ellos” asociado a la inmigración y escribe con compasión, complejidad y humor sobre las personas y lugares inmersos en los conflictos de la frontera.

Largo pétalo del mar de Isabel Allende, cuenta la historia sobre los refugiados españoles que llegaron a Chile a bordo del barco Winnipeg al finalizar la Guerra Civil Española.

Donde mueren los ríos de Antonio Lozano es el retrato de un tiempo en que arriban a diario desde África a las costas canarias centenares de hombres, mujeres y niños, protagonistas del gran drama de nuestra época, en busca de un paraíso virtual al que muchos jamás llegarán.

Por todo esto y las lecturas que recomiendo, la próxima vez que escuches hablar de alguien que debe abandonar su casa, su pueblo, su país: piensa; con las siguientes imágenes que te asalten desde la televisión mostrando el dolor y la angustia de pueblos enteros tratando de cruzar el mar en una balsa: siente; la próxima vez piensa, siente y mira a tu alrededor, la próxima vez agradece: tengo una casa donde vivir.

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Libros en el artículo

  • Donde mueren los rios – Antonio Lozano
  • La maravillosa vida breve de Oscar Wao – Junot Diaz
  • Largo pétalo de mar – Isabel Allende
  • Viaje al país de los blancos – Ousman Umar
  • Rumbo al hermoso norte – Luis Alberto Urrea
  • Americanah – Chimamanda Ngozi Adichie

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