Esa expectativa tan deseada

Acabo de terminar mi último libro y aún palpitan en mis entrañas tantas emociones juntas que me resulta difícil asegurar si el libro me gustó, si lo aborrezco o si, muy a mi pesar, me cautivó, me engualichó.

Ciertos libros tienen ese no sé qué, como si las páginas estuvieran untadas de un adhesivo especial y no pudieras despegarte de su lectura, como si las letras fueran un poderoso imán que te atrae, como si imanados no pudiésemos hacer otra cosa más que dejarnos atraer por las palabras que corren y entonces corremos tras la palabras, corremos de una página a la otra y hasta pareciera que a nuestro alrededor todo se confabulara para dejarnos correr sin darnos cuenta que en realidad estamos atrapados.
Y hasta sentimos placer, sí un placer extraño porque nos encanta quedar atrapados. ¿Sadismo? ¿Masoquismo? Yo creo que todos tenemos, en cierto sentido, un costado de crueldad refinada, nos regodeamos con el salvajismo, tocamos fondo y enseguida pedimos justicia, venganza, un castigo, un poco de cordura que nos permita creer que ese extraño placer que nos mantuvo en vilo es solo literario. Y entonces cerramos el libro con esa extraña sensación…

Y es que el universo literario también tiene su costado oscuro, escalofriante, perturbador y es que las emociones intensas son a veces así: tenebrosas, absorbentes, inquietantes. Vaya uno a saber por qué cuestiones psicológicas, que incluso pueden diferir de un lector a otro, vaya uno a saber cómo o cuándo se desatan dentro de nosotros y nos subyugan.

El suspenso es ese ingrediente que hace que se desaten esos mecanismos, que desde la repulsión o desde la atracción nadie puede quedar indiferente ante las sensaciones que genera en nosotros. A tal punto que un libro sin suspenso de acá en adelante nos dejará con gusto a poco, con sabor a insulso.
Suspenso, más conocido en literatura como Thriller, es por sí solo todo un género Literario, donde se entrelazan los hilos de la intriga, la turbación y la tensión, creando esa red de emociones que atrapa al lector desde la primera página hasta el desenlace final. Este género, tan amado por su capacidad de mantenernos al borde del asiento, nos invita a adentrarnos en laberintos de misterio donde cada paso revela nuevas verdades, y cada sombra esconde un secreto.

Yo sé que tu curiosidad es más fuerte que tus ganas de seguir leyendo y a esta altura te preguntarás ¿Cuál es ese libro que acabo de cerrar? No importa el título. Podría ser El psicoanalista de John Katzenbach, un thriller psicológico de una terrible profundidad emocional que resuene semanas después de haberlo leído.
O quizás se tratara de El silencio de los corderos de Thomas Harris, también un thriller psicológico (confieso que son mis favoritos) que sigue la investigación de una joven agente del FBI mientras busca atrapar a un asesino en serie con la ayuda de otro asesino encarcelado.
Hasta podría ser que recién acabara de dar vuelta la última página de El informe pelícano un thriller político escrito por John Grisham que cuenta la historia de una estudiante de derecho que descubre una conspiración de alto nivel mientras investiga el asesinato de dos jueces de la Corte Suprema de Estados Unidos.
Y qué tal si te digo que aún reposa a mi lado, cerrado ya, El ángel rojo de Franck Thilliez, el primero de los 8 tomos que integran la saga del inspector Franck Sharko, un thriller policial por supuesto.

El título en estos casos poco importan, lo importante es que si de suspenso se trata, si de dejarse atrapar, de subyugar va la cosa, la lista es interminable. También podría tratarse de El día del Chacal de Frederick Forsyth, un thriller de acción que sigue los intentos de un asesino a sueldo para matar al presidente francés Charles de Gaulle, y los esfuerzos de las autoridades para detenerlo. Posiblemente sea uno de mis preferidos El nombre de la rosa de Umberto Eco, ambientado en una abadía benedictina en el siglo XIV, este thriller histórico combina intriga, misterio y reflexiones sobre temas teológicos y filosóficos y para colmo de males, si aún te quedan ganas, podés intentarlo con la película protagonizada por Sean Connery, realmente imperdible.

Título más, título menos, lo innegable es que en el corazón de cualquier buen thriller descansa un conflicto palpable, una amenaza que acecha en las sombras, listo para desencadenar el caos. Es aquí donde los protagonistas, a menudo enfrentados a sus propios demonios internos, se ven obligados a desentrañar una maraña de engaños y traiciones. Estos personajes complejos, moldeados por sus circunstancias y decisiones, nos guían a través de un laberinto psicológico donde la confianza es un bien escaso y la paranoia una compañera constante. Y somos, por un ratito, esos personajes que transitan por los intrincados laberintos de la psiquis, de la política, los paladines que desentrañan maromas de corrupción o de perversidad y nos acercan un poco de alivio cuando al cerrar ese libro, respiramos aliviados de que detrás de cada peligro haya un paladín dispuesto a defendernos. Y es que tanto si me gusta como si lo aborrezco o como si, muy a mi pesar, me cautiva y me engualicha, el thriller literario no es solo un género; es una experiencia inmersiva que desafía nuestras percepciones y emociones. Nos invita a explorar lo desconocido, a confrontar nuestros temores más profundos y a celebrar la complejidad de la condición humana.
Es un viaje a través de la oscuridad, donde cada página nos acerca un poco más a la verdad, aunque esta verdad, a menudo, resulte más perturbadora de lo que jamás imaginamos.

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Libros en el artículo

  • El nombre de la rosa – Umberto Eco
  • El día del Chacal – Frederick Forsyth
  • El ángel rojo – Franck Thilliez
  • El informe pelícano – John Grisham
  • El silencio de los corderos – Thomas Harris
  • El psicoanalista – John Katzenbach

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