Categoría genera

1º puesto

Malas muertes

de Juan Bertón

La primera vez que oí de él yo estaba con un amigo perdiendo el tiempo en la vereda, hablando de cigarrillos
y novias y de planes para la noche; teníamos catorce y los planes a los catorce son concretos, detallados e
inmediatos; uno planifica para la noche o para el día siguiente, y nunca más allá. Entonces mi amigo me
contó que al hotel de Tarariras había venido alguien a morirse; su primo le había contado que el hombre se lo
había dicho al dueño del hotel, que era también conserje y cocinero y limpiador, porque así son los hoteles de
Tarariras.Le dijo que vino a morir acá, al hotel de Tarariras.
Hice preguntas que mi amigo no supo responder; a mí me gustaba soltar preguntas al aire como quien libera
un insecto o un pájaro; y entonces eran preguntas libres que no tenían compromiso ninguno, y podían tener
respuestas variadas o no tenerlas. Con mi amigo resolvimos cambiar los planes para la noche; iríamos a
merodear al hotel, que era cerca del club y del centro y de todo, y nos podríamos sentar en la vereda sin
levantar sospechas.
Esa noche nos acercamos al hotel. Hacía calor y estaba húmedo, denso; una noche hermosa para acechar a
alguien que espera la muerte. En eso vimos que había un hombre sentado en un banco de hormigón al frente
del hotel; fumaba y miraba el piso. Mi amigo cruzó la calle y yo lo seguí; llegamos y mi amigo lo saludó y le
pidió fuego. El hombre nos preguntó si no éramos muy chicos para fumar.

-No, tenemos catorce.
El hombre hizo cara de estar impresionado y sacó un encendedor. Prendimos. Entonces mi amigo le preguntó
que hacía en Tarariras y el hombre nos dijo que venía a morirse.

-Me vine a morir acá, a la pensión esta.
Nosotros nos miramos; al hotel le decíamos hotel, y la palabra pensión nos sonó entre despectiva y torpe, en
proporciones difusas. El hombre continuó secamente con su historia; decía que él hacía tiempo estaba
pensando en morirse, pero no sabía dónde ni cómo; entonces había pensado en morirse en una pensión de
mala muerte, en donde no le pidan documentos ni otras señas. El hombre nos pidió disculpas por decir que
era de mala muerte; nosotros lo disculpamos de tener que disculparse y le pedimos que nos cuente más.
Él nos dijo que era algo difícil de explicar pero que lo iba a intentar. Comenzó diciendo que una pensión así
era un muy buen lugar para morir. Uno llega a ese lugar y rápidamente le organizan todo; le cobran una tarifa,
le dicen qué habitación le toca, le entregan un menú de dos opciones, tres a lo sumo.

-Te llevan de la mano, como se dice.
Después habló de la habitación; una habitación diminuta con una cama, un perchero y un mueble para poner
algo de ropa y dos o tres cosas más, además de un baño con ducha. Entonces decía que él quería pasar sus
días así, en ese lugar para todos y para nadie; podría agotar sus opciones de elección al mínimo y rodearse de
cosas sin alma, y decía que eso le permitía concentrarse en lo que quería, que era pensar en la muerte, y
buscarla.

-Acá no tengo hijos ni esposa ni perros ni casa para ocupar; yo miro el perchero de mi cuarto y es un
perchero que no me dice nada, y entonces sufro menos.
Mi amigo y yo nos quedamos un rato más con él, fumando; la charla se fue para otros lugares raros, como hacen las charlas de la gente con tiempo de sobra o que está esperando para morirse. El hombre se animó un
poco y hasta llegó a reírse con un comentario de mi amigo, que dijo muy serio que un irlandés muy viajado,
que había venido hace tiempo al pueblo, le había confirmado que las mujeres de Tarariras eran las más lindas
del mundo. Se rio, se atoró con el humo y se rio de nuevo; pero entonces se sacudió la risa de la cara como
quién espanta a un insecto, y dijo que lo estábamos distrayendo de su objetivo principal, que estar ajeno para
esperar la muerte.

-¿Estar ajeno? – preguntó mi amigo, sin entender del todo.

-Estar ajeno, sí, como cuando se te duerme un brazo y deja de ser tuyo.
Nos dijo que lo dejáramos solo y entonces nos fuimos. Yo tenía la cabeza dando vueltas; no había entendido
mucho de nada de lo hablado, pero sentía que habíamos tenido un encuentro especial y único y recordable; yo
no había conocido a nadie que buscase la muerte de esa forma, y mucho menos que quisiera desprenderse de
todo recuerdo de vida para entrar en ella. Mi amigo iba más desconfiado.

-Para mí que este hombre se está escapando de la policía o algo.
A mí me molestaba la posibilidad de esa opción; creo que yo también la había sopesado, pero me fastidiaba
que mi amigo la creyera y la compartiera conmigo. A mí me pasaban esas cosas; me molestaba que alguien
verbalizase algunos pensamientos secretos que yo quería apagar en mi cabeza. De todas formas, era un
pensamiento posible.
Los días siguientes seguimos pasando frente al hotel y a veces lo veíamos; nos saludaba con algo de
incomodidad y seguía mirando al piso, como queriendo no saber. En Tarariras le empezaron a decir «el
Morido», porque una señora mayor había dicho en el almacén que ese hombre era «un muerto que no se ha
morido»; en Tarariras los apodos llegan antes que cualquier cosa; son muy originales, y doblemente
recordados cuando son involuntarios. Se tejían mil historias acerca del Morido y de sus ganas de morirse; las
más de las veces era el amante secreto de la esposa de algún personaje influyente y rico del pueblo; la
segunda opción preferida era algo más oscura, e involucraba fraudes, traiciones y muertes. Entonces yo les
decía a mis padres y a mis abuelos y a mis tíos:

-A mí me dijo que se quería morir en un lugar que no le recordase a nada. Se quería morir en un lugar que no
lo fuera.
Mis padres y mis abuelos y mis tíos me decían que yo era muy chico y muy ingenuo, o que era ingenuo
porque era chico; y entonces me decían que no tenía que andar hablando con una persona así de loca y así de
mentirosa.
El Morido estuvo un tiempo así; lo veía sentado en el banco de hormigón, mirando el piso, saludándome sin
saludarme mucho. Pero luego pasaron luego varios días sin avistamientos; yo intenté convencer a mi amigo
de que me acompañe al hotel a preguntar por él, pero mi amigo decía que ni loco se metía a hablar con ese
hombre de nuevo. Mi amigo era de los que creía que era un asesino; el carnicero de la cuadra le había dicho
que el Morido había matado a su familia y que andaba escapándose de la culpa y de la ley, y ahora mi amigo
quería creer en esa teoría. Yo le decía que no creyera eso; le recordaba que el Morido había sido amable con
nosotros, pero él decía que los asesinos debían de serlo.
Pasé varias mañanas y tardes frente al hotel, sin resultado; hasta que un día tomé valor, me bajé de la bicicleta
y fui a golpear la puerta del hotel. Me abrió el dueño, conserje, cocinero y limpiador; le pregunté
directamente si el hombre que se quería morir todavía estaba alojado y esperando para morirse. El conserje
me dijo que no, que el Morido ya se había ido.

-¿Se fue de irse o se fue de morirse?

-Se fue de irse. Juntó sus cosas, pagó y se fue

-¿Y por qué se fue? – pregunté.

El conserje me miró con los ojos grandes y un gesto de sorpresa arrinconado; quería ahogar ese gesto con
todas sus fuerzas pero no lo lograba, y entonces el gesto se le escapaba por todas los contornos de la cara.

-Me dijo que se iba porque el perchero le hablaba.


Cursos de Formación vía email en
Escritura Creativa


2º puesto

El próximo mundo

de Rocío Reverter

Será un planeta de sonidos. Estará dividido en cuatro áreas sonoras. Una de ellas, de mayor extensión, será de
un líquido tormentoso que sonará al intervalo de las notas FA y SI, como el temido diabolus in música,
tritono prohibido en la vieja tierra, liberado en el futuro de las especies. Aunque ahí sonarán melodías bravas
y rugientes, su audición producirá una ternura que derretirá lo sólido y burbujeará lo aéreo. Una de las causas
de esta aparente paradoja es que la afinación en 440, muy propia de la humanidad extinguida, será solo un
eco imperceptible metido entre las piedras y diversas formaciones rocosas. El sonido evolutivo, melodías
desprendidas de las almas de los animales y la sabiduría sagrada de los árboles -todos ya extinguidos- , será la
afinación 432, la que producirá el desarrollo de los nuevos espíritus sonoros que habitarán la tierra.
Solo quedarán algunos palacios, los más altos, cubiertos de una vegetación nueva -la única sobreviviente-.
Una alfombra suave, hecha de círculos planos, pegados unos con otros, apenas tocándose. Una cadena
vegetal que se extenderá como un arrullo liviano e insistente por las superficies que levanten temperaturas
mayores a una cantidad muy precisa de grados. Ese calor producirá humedad y ese vapor la posibilidad de un
plancton que cubriría los restos de la humanidad. Desde la altura de aquéllas ruinas saldrán sonidos
electrónicos acompañados de ecos luminosos que se disiparán por el cielo como rayos de luz, al ritmo de las
ondas sonoras: cortas, repetitivas, con variaciones progresivas y momentos explosivos. Los sonidos y los
ecos, unos encima de otros, engordarán la música como un mar creciente. En el nuevo mundo los mares ya no
serán de olas. Los océanos no separarán continentes. De hecho, tampoco tendrá el color que cuando cierran
los ojos imaginan.
Habrá sonidos aéreos, ligados no solo a los vientos, sino también a unas partículas moleculares que al flotar y
rozarse entre sí producirán vibraciones en RE. Adivinarán ahí la creatividad de toda una especie, un nacer de
estrellas y constelaciones. También estarán los sonidos terrenales, secos y austeros, con temporadas más
expansivas y otras de repliegue. Serán unas fibras delgadas, parecidas a la viruta, que al juntarse entre sí
formarán superficies musicales donde otros elementos podrán introducirse, mezclarse y engendrar nuevos
seres de versiones limitadas, como una visita divina del más allá: una presencia espectral que llega para
enriquecer la cadencia del nuevo mundo, y sin preámbulos se retira para siempre. Los sonidos serán
nostálgicos, pero sólo en la música, no en su vida espiritual. También estarán los sonidos acuáticos aunque no
exista el agua -porque solo quedará la humedad-. En estas zonas, calurosas y pesadas, se formarán unas
pequeñísimas gotas diamantadas que brotarán cuando el nuevo mundo se emocione o se excite. El nuevo
mundo funcionará como un sistema resonante, conectado y solidario entre sus partes. Algo emotivo pasa por
allá, y por aquel lado, y más acá, habrá repercusiones y reconocimientos. Estas gemas diamantadas
producirán los sonidos más agudos y perdurables en el tiempo. Un sonido diamantado podrá llegar a
percibirse por dos o tres décadas, dependiendo del nivel de excitación.
Finalmente, estarán los sonidos correspondientes al fuego. Estos sonidos serán los más magnetizantes y
misteriosos. Sonarán cuando una serie de fluidos y moléculas se reúnan en círculo y comiencen a danzar
chocando alguna de sus partes contra otra superficie más rígida. Estos impactos producirán alteraciones en
forma de llamas virtuales que modificarán la entonación hasta que finalice el ritual. Imagínense sonidos de
elefantes o trompetas empujando el aire con tanta fuerza que el roce prende una chispa que al segundo abraza
en incendio. Si los casos se tornan ruidosos sonará una alteración de cortesía, como mero protocolo para
falsos entendidos y correctas afinaciones.
La armonía y la disonancia serán hermanas. El máximo misterio del planeta será pensar dónde se esconderán
los versos. La vida del nuevo mundo tendrán una atracción hacia el núcleo del planeta donde reinará el más
profundo y reparador de los silencios.


Cursos de Formación vía email en
Escritura Creativa


3º puesto

Instrucciones para cometer un crimen

de Antonia Milagros

Acá podríamos esconder un muerto dice Eski. Hace un gesto con la cabeza para una montaña de tierra a un
costado del camino mientras mastica un pedazo de pan. Es como un viejo panzón y pelado de ochenta y cinco
años en el cuerpo de un niño. El año pasado para las fiestas le robó a su papá una botella de un licor azul
como los líquidos que se usan para limpiar el baño y se lo tomó entero a tragos secos. Después se puso a
llorar cuando lo cagaron a palos con el chicote de un cable. Lloró con lágrimas de recién nacido sobre su
panza de hombre borracho. Todo lo malo de un niño y todo lo malo de un viejo. Le digo escuchame Eski y si
matamos a don melizón y veo que se le prenden los ojos como dos centellas. El don melizón es un tipo que
vive en una chacra a la vuelta de la casa de Eski y una vez se bajó el pantalón y nos mostró el pito. El pito de
don melizón es un pito garabato sin forma, con un par de pelos colorados como alambre oxidada. El don
melizón lo tomó con la mano entera y lo sacudió y nos dijo quieren venir a probar este pedazo. Con Eski
salimos corriendo. Le hubiésemos tirado piedras dijo Eski en la esquina y se dio la vuelta, y cuando volvió lo
hizo sucio de tierra, temblando como un maricón, escupiendo cerca de mis pies gargajos de sangre.
Lo que pasa es que para enterrar a ese viejo tendríamos que hacer un pozo grande grande, así de grande,
como los pozos que se hacen para tirar la mierda. Lo que pasa es que tenemos que conseguir una pala y un
balde. Y de dónde conseguimos una pala y un balde nosotros que tenemos doce, de dónde sacamos. Y Eski
dice si tuvieras fuerza este pozo se hace en un tá, todo porque vos no tenés fuerza chileno. Anémico de
mierda. Chileno anémico de mierda. Y yo le muestro como lo puedo empujar por el barranco de tierra si
tuviera ganas. Como lo tiro si quiero. Y le hago trastabillar y Eski se ríe cuando cae de jeta entre los yuyos.
El don melizón es como un buey dice Eski, no es como empujar del barranco a un hombre flaco y pasado por
mucho hambre. El don melizón es así, chileno. Así, ves. Y abre los brazos y me muestra un ancho de por lo
menos un metro. Después se tira de cabeza en la tierra y comienza a rascar con los dedos, haciendo pozo con
las pezuñas, y le digo Eski me voy a mi casa porque mi mamá me va a retar, me escuchás Eski. Y hace sí, sí,
con la cabeza, y sigue rascando como un cusco queriendo esconder un hueso.
Lo que pasa es que del barcito salen todos borrachos. Los viejos y los jóvenes y hasta una vez vimos a la
madre de Carlitos con un olor a bebida que impregnaba la cuadra entera, se bajó la bombacha y se puso a
hacer pis en la vereda de mi casa. Mi mamá la sacó a escobazos. Mujer sucia decía mujer sucia no tenei
respeto ni por los chicos, que todos los chicos te estai viendo el culo. Lo que pasa es el barcito. Y el don
melizón habrá salido en pedo de ahí y por eso nos mostró, por eso me escuchás Eski. Y Eski hace que puede
ser que sí, que puede ser que no, y sigue buscando por los rincones del taller de talabartería y arreglos que
tiene su papá en el fondo de la casa. El papá del Eski hace vainas de cuero. Tiene una máquina que hace ruido
de robot, que pone tornillos y botones y que si llegaras a meter la mano te la deja toda con agujeritos, toda
con huequitos para cruzar las hebillas y los pasadores de un cinto portador de puñales. Tampoco fue para
tanto Eski. El Carlitos una vez se peleó con el Gustavo de noveno y le metió una piña en la nariz y le salió
sangre todo el día. Eso es una cosa mala pero no tanto Eski. La muerte es otra cosa y es más mala. Y Eski me
dice no seas cagón chileno de mierda, no seas cagón como tu papá que se asustó por la guerra y huyó para la
montaña. Eski siempre se está acordando de que mi papá se asustó por la guerra. Lo que pasa es que en la
guerra hay muchas explosiones y mi papá tiene el oído sensible. Le quedó de tanto trabajar cerca de las
máquinas de bombeo, el tímpano sensible. Y Eski se ríe y me vuelve a decir no seas cagón chileno, que a la
guerra se va hasta sin brazos.
Escuchame chileno, para cometer un crimen aparte del pozo se necesita una estrategia. Las estrategias son
cosas de gente inteligente. Dice. Y habla como atravesado, como si tuviera un nudo en la lengua. De nuevo
robó licor del mueble de la cocina. De nuevo trajo una botella transparente y le empezó a dar tragos con los
labios achucharrados. Yo también tomo. Después me doy la vuelta y vomito agua blanca sobre la tierra, agua
de licor y de leche con azúcar que tomé a la mañana. El licor está metido en una botella de vinagre y tiene
gusto a gaseosa podrida. Los alcoholes dulces son los más ricos y los más fáciles de tomar. Si yo pudiera me
tomaría todos los alcoholes dulces del mundo y después iría al barcito y me tomaría todos los vinos y las
sidras. Eski me mira con ojos de lechuza. Dice la estrategia: de noche y en el camino más negro. Y yo hago
sí, sí y le miro la cabeza. En la oscuridad su cabeza pelada es como un huevo recién salido del culo de la
gallina. Tiene el pecho desnudo porque no se banca que haga calor a la noche. Una cosa es el calor de día

pero el calor de noche no debería ser una situación posible. Con el pecho al aire se le ve el puñal metido entre
el cinto y el calzoncillo. El mango de hueso pulido como pegado a la carne.
El don melizón no nos ve pero nosotros vemos todo lo que hace. Está de baile en la vereda y quiere tomar a
Marcela, la hija del dueño del barcito, una chica flaca y con manchas en la cara como los cabritos enfermos,
la quiere tomar para meterla en la ronda. Marcela dice que no y el viejo la suelta. Después toma del vaso y se
ríe y su risa en el silencio es un corazón agitado y lleno de miedo. Eski tiene su mano puesta en mi hombro.
Está pegajoso porque chiva como testigo falso, todo chivado y con olor a colbert porque el padre usa y ese es
el olor que tienen los hombres. Lo escucho decir de esto a nadie chileno, de esto nada a nadie y yo me cruzo
el dedo sobre los labios y le juro que de esto nada a nadie. Hace un rato me dijo que le íbamos a cortar el pito
para dárselo de comer a los chanchos. A mí me subió una náusea por el pecho hasta el principio del cogote, la
garganta aceitosa como si me hubiese tragado un banquete de filetes podridos. Le quiero decir a Eski mejor
me voy a mi casa, mejor me voy porque no me siento bien, no me siento bien Eski. Pero el don melizón hace
fuerza en su silla y se para como un ternero recién nacido, traga hasta la última gota de vino. De pronto
saluda a los hombres con un apretón de su mano amarilla y deja el vaso vacío sobre la mesa. Y yo siento que
Eski me empuja con el cuerpo. Lo siento empujar desde atrás cuando el viejo comienza a dar tumbos por el
camino negro. Ya dice Eski. Ya, ya, ya. Y yo corro y él corre y somos dos demonios en la oscuridad de la
noche.


Cursos de Formación vía email en
Escritura Creativa