El silencio de las palabras

«El silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos».
La frase es de Miles Davis, trompetista y compositor estadounidense de jazz. Y no es extraño que justamente alguien que vive de interpretar sonidos se repliegue tras el velo del silencio. Y es que la música como la literatura está hecha de sonidos o de palabras pero sobre todo de silencios. Las notas que no se tocan, las palabras que no se escriben.
No hables a menos que puedas mejorar el silencio” decía Jorge Luis Borges y quien puede decirme que ese no es el perfecto ejemplo ya que cada vez que el maestro abría la boca era solo para hacerlo como un profeta de las letras, de lo contrario… callaba.

Si pensamos en la literatura como un enorme escenario donde se representan las más variadas historias, los símbolos son los actores silenciosos que dan vida a los mundos imaginarios, los que despiertan emociones dormidas en el corazón del lector. Como hábiles titiriteros, los escritores manipulan estos símbolos para tejer tramas complejas y transmitir significados profundos que van más allá de las palabras mismas. En esta obra sin fin que es la literatura universal, el simbolismo es el telón de fondo sobre el cual se desarrolla el drama de la experiencia humana.

Cada símbolo es como un personaje en el escenario de la mente del lector, con su propia historia, su propia personalidad y su propio propósito. Desde los árboles susurrantes en los bosques de Tolkien hasta los relojes que marcan el paso inexorable del tiempo en las obras de García Márquez, los símbolos son los arquitectos invisibles que construyen los mundos de la ficción con una habilidad magistral… y en silencio.

Lo que hace que el simbolismo sea tan poderoso es su capacidad para resonar a un nivel emocional profundo. Un simple objeto puede desencadenar recuerdos olvidados, despertar deseos dormidos o provocar emociones enterradas bajo capas de racionalidad. Por ejemplo, el anillo en El Señor de los Anillos no es solo un objeto mágico, sino también un símbolo del poder y la lucha entre el bien y el mal.

Pero el simbolismo no es solo una herramienta para transmitir emociones; también es una forma de explorar temas universales y atemporales. Desde el amor y la muerte hasta la libertad y la justicia, los símbolos nos permiten abordar cuestiones profundas de una manera que trasciende las barreras del tiempo y la cultura. Por ejemplo, el río en El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad puede ser visto como un símbolo de la oscuridad y la corrupción que yace en lo más profundo de la humanidad. En El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, el retrato en sí mismo simboliza la degradación moral y el pecado oculto, contrastando con la apariencia juvenil e inmaculada de Dorian.

Para entenderlo desde una mirada contemporánea, en la era digital del siglo XXI, el simbolismo sigue siendo una herramienta poderosa en la caja de herramientas del escritor. Desde los emojis en los mensajes de texto hasta los memes en las redes sociales, los símbolos están en todas partes recordándonos que el lenguaje silencioso del simbolismo sigue vivo y vibrante en el mundo moderno. Sin complicarnos demasiado y solo aguzando la imaginación veremos que en la vida diaria encontramos símbolos que silenciosamente nos dicen más que las imágenes que los representan. Por ejemplo: Las señales de tráfico cuyos colores y formas tienen significados específicos que transmiten mensajes importantes para los conductores, como detenerse, ceder el paso o precaución. Incluso la naturaleza nos habla en silencio con símbolos que son universales: Las flores tienen significados simbólicos específicos. Por ejemplo, la rosa roja puede simbolizar amor y pasión, mientras que el lirio blanco puede simbolizar pureza y paz.

Pero centrémonos en la literatura y volvamos al simbolismo para entender un poco mejor que el significado no siempre se encuentra en las palabras mismas, sino en lo que representan. Los símbolos resemantizan vocablos y los enriquecen con significados que van más allá de la simple semántica y nos invitan a mirar más allá de la superficie de las cosas, a explorar un paisaje rico y variado, un paisaje difícil de definir con una simple palabra, el del alma humana. En un mundo lleno de ruido y distracciones, el simbolismo nos ofrece un refugio silencioso donde podemos reflexionar, soñar y descubrir la verdad que yace en el corazón de todas las cosas, más allá de lo que el ojo ve, más allá de lo que los oídos escuchan. Los símbolos en literatura son las palabras que repliegan tras el velo del silencio.

Si estás en el proceso de escritura de tu libro, no olvides, como siempre digo en los cursos del Taller de Escritura que mostrar es mejor que explicar y para eso los símbolos son tus mejores aliados.

Los grandes maestros de la palabra han tejido intrincados tapices de símbolos a lo largo de la historia literaria. Los laberintos son un símbolo recurrente en la obra de Jorge Luis Borges, representan la complejidad del conocimiento humano, la búsqueda de la verdad y la naturaleza infinita del universo. Desde los laberintos oníricos de Jorge Luis Borges, los tigres son un símbolo de la ferocidad, la belleza y lo insondable del universo.Los oscuros bosques de los hermanos Grimm representan el miedo, lo desconocido, los peligros y los desafíos que enfrentan los personajes en su viaje. Estos bosques representan un espacio misterioso y amenazante donde los protagonistas se aventuran en busca de la resolución de sus conflictos o de la superación de pruebas, el simbolismo ha sido el hilo conductor que une los mundos de la realidad y la fantasía. En las manos de autores como William Faulkner las casas y las mansiones a menudo representan la decadencia de la clase aristocrática del sur y los secretos oscuros que se esconden dentro de ellas. Ejemplos incluyen la mansión de los Compson en El ruido y la furia y la casa de los Sartoris en Mientras agonizo. Para James Joyce, los símbolos se convierten en arquitecturas complejas que desafían las leyes de la lógica y la linealidad narrativa. Por ejemplo: el agua aparece repetidamente simbolizando la fluidez de la conciencia, el renacimiento, la purificación y, a veces, la muerte, en el Ulises el río Liffey representa la corriente de la vida y el viaje de los personajes. La comida y los rituales de alimentación son símbolos de comunión y de placer sensual en la obra del dublinense, los banquetes compartidos a menudo reflejan las relaciones sociales y emocionales entre los personajes.

En última instancia, el simbolismo es la voz del silencio, echa luz sobre lo invisible y su capacidad reside en el poder para revelar verdades ocultas, para iluminar los rincones oscuros de la psique humana y para conectar los hilos invisibles que unen a todas las cosas en la eterna danza entre lo concreto y lo abstracto donde la magia de la literatura encuentra su más profunda resonancia.

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Libros en el artículo

  • Ulises – James Joyce
  • La comunidad del anillo – J. R. R. Tolkien
  • El ruido y la furia – William Faulkner
  • El corazón de las tinieblas – Joseph Conrad
  • El retrato de Dorian Gray – Oscar Wilde
  • Mientras agonizo – William Faulkner
  • Todos los cuentos – Hermanos Grimm

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