Todos deberíamos ser feministas

“Todos deberíamos ser feministas” es una frase de Chimananda que se ha convertido en el slogan que la presenta y representa.

Chimamanda Ngozi Adichie nació en Nigeria, en 1977. Escribió sus primeros cuentos a los 7 años y a los 26 publicó su primera novela, La flor púrpura, que, al igual que la segunda, Medio sol amarillo, se desarrollan en su Nigeria natal. Por ambas, recibió múltiples galardones y reconocimientos internacionales, aunque el más prestigioso —el National Book Critics Circle Award— llegó en 2013 con Americanah. Su tercera novela constituyó un punto de inflexión en su escritura. En ella se tomó la libertad de romper con los límites del género, hablar de la raza, el racismo y la migración en Estados Unidos, de los problemas de la identidad en un contexto de desarraigo.

La fama que precede a Adichie no se debe solo a su literatura, sino a dos populares charlas TED. Tituló la primera El peligro de una buena historia (2009), que suma millones de visionados, y en la que alertaba sobre los estereotipos literarios.
En 2012 repitió su éxito con la charla llamada: Todos deberíamos ser feministas, que tuvo incluso más éxito que la anterior. La charla, sobre feminismo y discriminación sexual, atrajo a Beyoncé, que utilizó parte del texto para una de las canciones de su álbum Lemonade. Dior despachó camisetas con el reivindicativo lema. Convertida en libro, la conferencia fue un éxito de ventas en varios idiomas. Y el título en el slogan que define el presente de Adichie.
A pesar de lo que podría pensarse, su feminismo no es como el común denominador que nuclea a tantísimas mujeres que movidas por un sentimiento de inferioridad, se muestran más interesadas en la represión que en la reivindicación y la venganza, el escarmiento parece ser el móvil que las incita. Lejos de ese colectivo feminista que tergiversa el verdadero sentido de la palabra feminista, cuando se le pregunta a Adichie cuál es su definición del feminismo responde: Para mí el feminismo se trata de un aprendizaje, de un viaje constante, de pensar en cómo hemos sido socializados y cuál es mi lugar en el mundo. También necesitamos trabajar con los hombres, enseñarles. La masculinidad es una cosa terrible, es violenta para ellos. Siempre les digo a mis amigos que yo nunca recibí ese informe en el que se comunicaba que era un ser inferior.

Y es que para Adichie el feminismo no pasa por sentirse inferior y salir a pisotear cabezas para dar vuelta ese sentimiento. La autora, en cada una de sus novelas, en cada una de sus conferencias, no hace más que explicar el peligro de conocer sólo una versión de la historia, de conocer sólo un punto de vista. Por eso, afirma, es importante conocer autores africanos que usan recursos africanos en sus obras para entender al africano y no sólo referencias y puntos de vista occidentales que no hacen sino hablar del occidental que intenta comprender desde una mirada occidental al africano.

El día existe gracias a la noche, la luz por la presencia de la oscuridad, lo alto porque hay un abajo. Pero no confundamos, no se puede hablar de femineidad como la contracara de la masculinidad. Aunque quieran hacernos creer que son opuestos, masculino y femenino no lo son. Uno es el necesario complemento del otro, ambos alcanzan un equilibrio que solo desde la madurez y la salud mental y sentimental llegaremos a entender. Chimamanda Ngozi Adichie nos propone al menos, reflexionar sobre esa maravillosa posibilidad.

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