Si por algo se ha caracterizado este vertiginoso siglo XXI que no deja de movilizarnos, es por la reivindicación de las mujeres. Embanderadas tras la siempre razonable posición de la mujer en todos los ámbitos, algunas se han transformado en justicieras a cualquier precio y hasta despojadas de objetividad han intentado revertir las posiciones y ubicar al género masculino por debajo del femenino. Y hasta puede ser comprensible. Todo sometimiento, del tipo que sea, genera una respuesta que generalmente es dar vuelta la taba, patear el tablero, tomar el poder y someter al sometido.
Nada más lejos de ese verdadero equilibrio que debería existir para que la convivencia, para que la vida, para que la humanidad sea más “humana”.
¿A qué viene todo este preámbulo? Queridas feministas del siglo XXI, la vuestra no es una lucha nacida en este siglo, sino que es el resultado de una lucha de años, miles de años atrás. Y si no, a las pruebas me remito.
The Morgan Library & Museum de Nueva York inauguró el pasado 14 de octubre la muestra titulada: «She who wrote: Enheduanna and Women of Mesopotamia» («La que escribió: Enheduanna y Mujeres de Mesopotamia») que celebra a la suma sacerdotisa, escritor y poeta acadia mesopotámica Enheduanna.
Endereina a o Enheduanna, nombre que significa “ornamento del cielo” es considerada la poeta más antigua conocida y una de las primeras mujeres en la historia cuyo nombre se conserva
El conjunto de las obras expuestas «dan testimonio de los roles de las mujeres en contextos religiosos como diosas, sacerdotisas y adoradoras, así como en las esferas social, económica y política como madres, trabajadoras y gobernantes», cuenta The Morgan Library & Museum en su portal. Entre ellas, una mujer que se destacó por su poder político y religioso fue esta sacerdotisa y poeta Enheduanna ( 2300 a. C.), la primera autora conocida en la historia de la literatura mundial.
Enheduanna escribió poemas religiosos hace 4300 años en los que plasmaba, de forma escrita y sobre varias tablas de arcilla, frases en alfabeto cuneiforme. A partir de una colección de sus textos e imágenes, la muestra celebra su poesía atemporal y su legado.
«Soy Enheduanna, déjame hablarte con mi oración, mis lágrimas fluyen como un dulce embriagador», (…) así comienza una de las piezas más destacadas de la exposición en Nueva York que trata el rol de las mujeres en la antigua Mesopotamia.
Los himnos de Enheduanna no solo representan la primera forma de escritura no pictórica sino también la consolidación de la primera persona del singular en la historia de las letras. De una forma sin precedentes, en un himno en la literatura, Enheduanna aludió al acoso sexual.
En la obra, la escritora describe un juicio a un usurpador, un tal Lugalanne, que la saca de su complejo religioso, la maltrata y luego le ofrece un puñal para suicidarse. Para Enheduanna, el violento coprotagonista convierte el templo en el que residía la autora en (…) «una casa de mala reputación, forzando su entrada dentro como si fuera un igual». Además, añade: (…) «¡Se ha atrevido a acercarse a mí en su lujuria!», término que los organizadores de la muestra consideran que se trata del testimonio de un acoso sexual sin antecedentes.
De modo que el primer autor conocido de la historia, con nombre, circunstancias personales y su propia entidad como persona, era una mujer. Y no cualquier mujer sino una que 2.300 años antes de Cristo se atrevía a denunciar el acoso de los hombres sobre las mujeres. La mujer, considerada desde entonces y durante mucho tiempo más como inferior al hombre, tuvo en Enheduanna su primera defensora.
Debió correr mucha agua bajo el puente para que la mujer fuera considerada un ser humano. En el siglo XVIII, todavía, el papel de la mujer se relegaba a ámbitos «compatibles con el decoro y la fuerza de su sexo», criar a los hijos, atender el hogar, llevar la economía doméstica, hilar y dirigir a los criados. Casarse y someterse a su marido era el destino que le esperaba, a tal punto que no era dueña de bienes propios y si los tenía por herencia estos pasaban a ser propiedad de su marido. Hoy en día nos rasgaríamos las vestiduras si algo así pasara.
Queridas feministas del siglo XXI la vuestra no es una lucha nacida del poder de un siglo que las reconoce, sino que es el resultado de una lucha de años, miles de años atrás. Aunque hasta ahora no se conociera, Enheduanna fue pionera entre pioneras para enaltecer el género femenino, para denunciar excesos pero nunca para demostrar que lo que llevamos entre las piernas dirige lo que llevamos dentro de la cabeza y menos aún que el sexo nos haga superiores.
Queridas feministas del siglo XXI, no son las primeras. A Enrheduanna le siguieron muchas: Ban Zhao de China, Murasaki Shikibu de Japón, Christine de Pizan de Francia, Sor Juana Inés de la Cruz de México, Simone de Beauvoir también de Francia y un largo etc. Fueron mujeres que tomaron la palabra para rescatar a las mujeres del ostracismo pero también para establecer un equilibrio. Porque…
«La igualdad es una necesidad vital del alma humana. La misma cantidad de respeto y de atención se debe a todo ser humano, porque el respeto no tiene grados», como dijo Simone Weil, filósofa francesa fallecida en la década de los 40.
En pleno siglo XXI los movimientos feministas intentan demostrar que la mujer es superior al hombre y que sería capaz de desempeñar los mismos cargos con mayor desenvoltura y eficiencia. Ninguna de las mujeres que arriba he citado pensaba ni creía que un mundo mejor se tratara de poner debajo lo que está encima. Desde mi modesta opinión, tampoco creo que eso sea necesario.
Ni encima ni debajo, la humanidad necesita tanto a los hombres como a las mujeres, camina a mi lado para que podamos construir juntos.
Profesora de escritura creativa y coordinadora de talleres literarios, editora y correctora literaria, reseñadora y crítica literaria.
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