Cuándo ves un libro se te hace agua la imaginación? ¿Cuándo pasas por una librería es inevitable detenerte y observar la vidriera? ¿Cuándo observas la vidriera no puedes evitar entrar? ¿Los libros se acumulan en una pila por leer que amenaza las leyes de gravedad? ¿Vayas donde vayas llevas un libro en tu bolso? A mí me sucede todo el tiempo y no me cuesta reconocer que padezco de una enfermedad incurable: Bibliomanía.
Ojo a no confundir con “Bibliofilia” que se le parece pero no es lo mismo.
La bibliofilia, como concepto, surge durante el Renacimiento, época en que los humanistas, reyes, príncipes y grandes señores se dedicaron a recorrer países de Europa en busca de manuscritos, cartas, autógrafos, incunables, y otros tipos de libros sofisticados.
Algunas personas señalan que muchos bibliófilos compran una determinada edición sólo por la belleza de las ilustraciones o la delicadeza del empaste, sin que piensen remotamente en leerlo porque para el bibliófilo, leer es harina de otro costal, aunque seguramente la mayoría de ellos deberán leer aunque más no sea parte del material que adquieren.
Siguiendo con el razonamiento del comienzo entonces, un “bibliófilo” es lo que es pero ¿Qué es entonces un bibliómano?
El bibliómano siente que cada libro es un mundo y por qué no decirlo, un universo diferente; cuando empieza a leer un libro, se transporta a diferentes lugares, diferentes épocas y por supuesto, enloquece cada vez que entra a una librería y compra libros, aun teniendo una cantidad sin leer. Acumula libros pero porque piensa leerlos, porque cada libro le sugiere el placer que sentirá al leerlo.
La bibliomanía es una enfermedad que padecemos muchos, somos bibliómanos y seamos sinceros, eso no tiene cura. “Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros.” Lo dijo Jorge Luis Borges, él también era un bibliómano incurable.
La diferencia más clara entre un bibliófilo y un bibliómano es que el primero considera a los libros un simple objeto, los colecciona. El bibliómano ama ese objeto y además piensa darle la utilidad que el libro merece: leer. Un bibliófilo es capaz de gastarse cientos de dólares o de euros (si los tuviera) en un ejemplar raro como la primera edición de la Biblia solamente para lucirlo en su biblioteca. Un bibliómano, es capaz de gastarse los pocos pesos que tiene en libros de segunda mano si eso significa comprar dos o tres al precio de uno, crecerá su pila de libros pero los leerá, los gozará. El placer diferencia uno de otro. Porque si bien hay un elemento en común entre un bibliómano y un bibliófilo que es la acumulación de libros, la diferencia estriba en la pasión por la lectura para el bibliómano el libro es el objeto de su pasión, la lectura es la razón.
Hay un término inglés que puede sonar menos patológico y que de alguna manera es una variante del bibliómano, los denominados “Books lovers” personas que aman leer y que además se rodean de un sinfín de objetos relacionados con el ejercicio de la lectura. Pueden ser marcapáginas, pins, libretas, collares, aros, tazones, los famosos totes (bolsas para transportar libros) e incluso muebles como sillones y lámparas hechas a partir de libros. Más allá de los síntomas de enfermedad que pueden coincidir con los del bibliómano, ser un book lover suena menos grave aunque no deja de ser oneroso a la hora de estar seguros de tener una buena pila para leer, no sea cosa que llegue el fin del mundo y nos encuentre sin libros en nuestra biblioteca.
Para los que piensen que estoy haciendo apología de esta enfermedad, debo decirles que sí, no se equivocan, además seamos claros y asumamos los que nos toca lo llamemos como lo llamemos ser un maníaco y un amante de los libros es una enfermedad incurable, una dolencia que defiendo y para eso agregaría que este mal tiene su lado positivo porque mientras mi biblioteca esté repleta nunca estaré sola porque para los bibliómanos como yo el libro es el refugio, ese amigo que siempre estará dispuesto a abrir sus brazos o más bien sus páginas para recibirnos.
Profesora de escritura creativa y coordinadora de talleres literarios, editora y correctora literaria, reseñadora y crítica literaria.
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