Cogito ergo scribere

Pienso luego escribo… La filosofía argumenta ideas, la literatura expresa emociones y pensamientos. La filosofía interpela a la inteligencia; la literatura interpela al ser humano en su totalidad: su mente, corazón y alma. La filosofía descubre, la literatura interpreta. La filosofía analiza la realidad, la literatura la inventa.

Filosofía: del griego “filos”: querido, amistoso y “sophia”: sabiduría (amor a la sabiduría).

Literatura: del latín “littera”, que significa letra o lo escrito.

La filosofía y la literatura emergen como dos corrientes poderosas, cada una con su propio propósito y método, pero ambas buscando iluminar nuestra experiencia humana desde ángulos distintos y complementarios. ¿Por qué estas dos potencias de sabiduría transitan por caminos paralelos? Lo explicamos brevemente: porque exploran la existencia, la naturaleza humana y el significado de la vida. Es verdad que eligen métodos distintos pero comparten un interés común: profundizar en las verdades esenciales de la condición humana.
La filosofía lo hace a través del razonamiento y la argumentación lógica, la literatura busca las palabras exactas para arribar a una posible verdad, y lo hace transmitiendo ideas, emociones, vivencias. La reflexión crítica sobre la experiencia humana hermana ambas disciplinas.

Los filósofos, como Platón o Nietzsche, y los escritores, como Dostoievski, Kafka o Tolstoi, han abordado preguntas similares sobre la libertad, el bien y el mal, el sufrimiento y la identidad.
El diálogo entre la filosofía y la literatura es vital. Mientras que la filosofía proporciona el marco intelectual para comprender el mundo, la literatura enriquece este entendimiento al presentar las complejidades de la condición humana de una manera visceral y emocional. Una potencia la otra y juntas nos invitan a reflexionar sobre nuestras vidas, nuestros valores y nuestro lugar en el cosmos. Encontrar una respuesta será siempre una cuestión personal pero coincidirás conmigo en que ambas disciplinas nos allanan el camino. Y esto sucede desde hace décadas, siglos. ¿No me crees? Pues a las pruebas me remito.

Las novelas de Fiódor Dostoyevski, como Crimen y castigo y Los hermanos Karamázov, influyeron profundamente en filósofos existencialistas como Jean-Paul Sartre y Martin Heidegger. Dostoyevski exploró temas como la libertad, la moralidad, la alienación y el sentido de la vida, que luego serían fundamentales en el pensamiento existencialista.

Franz Kafka, con obras como El proceso y La metamorfosis, exploró el sinsentido de la burocracia y la impotencia del individuo frente a fuerzas inexplicables, temas que resonaron profundamente en la filosofía del siglo XX. El checo influyó en la filosofía del absurdo, especialmente en pensadores como Albert Camus.

Las obras de William Shakespeare, especialmente Hamlet y Macbeth, han sido estudiadas por filósofos como Hegel y Nietzsche por su profunda reflexión sobre la naturaleza humana, la moralidad y el poder. Estas obras han proporcionado un marco para discusiones filosóficas sobre la tragedia y el destino humano.

Y como les venía diciendo, literatura y filosofía caminan por veredas paralelas y es por eso que Jean-Paul Sartre y Albert Camus no solo fueron filósofos existencialistas, sino también escritores. En novelas como La náusea (Sartre) y El extranjero (Camus), ambos autores exploraron conceptos filosóficos existencialistas como la libertad, la absurdidad de la vida y la angustia existencial, utilizando la narrativa literaria para ilustrar sus ideas. Para ellos las verdades no solo eran una cuestión personal sino que la necesidad de transmitir esas verdades era fundamental y para eso las letras, las palabras, la literatura fueron una herramienta irreemplazable.

Y en este ping pong de idas y vueltas no puedo dejar de mencionar las ideas de Immanuel Kant sobre la sublimidad y la moralidad que influyeron en la literatura gótica. Autores como Mary Shelley en Frankenstein y Edgar Allan Poe en sus cuentos exploraron conceptos kantianos sobre la relación entre la razón, el miedo y la belleza, utilizando la atmósfera gótica para investigar la naturaleza de la experiencia humana y el límite del conocimiento.

De la vereda filosófica, la visión pesimista del filósofo Arthur Schopenhauer sobre la vida, centrada en el sufrimiento y la insatisfacción del deseo, influyó en la literatura realista del siglo XIX. Escritores como Leon Tolstói y Gustave Flaubert reflejaron en sus obras la desesperanza y el sufrimiento inherentes a la condición humana, siguiendo las ideas de Schopenhauer sobre la naturaleza del deseo y la voluntad.

Y los intercambios no cesan. Thomas Mann, en su novela La muerte en Venecia y La montaña mágica, explora las ideas del filósofo y poeta Friedrich Nietzsche sobre la decadencia, el dionisíaco versus el apolíneo, y la crisis de los valores europeos. Mann utiliza la narrativa para reflexionar sobre la enfermedad cultural y la búsqueda de la autenticidad, temas que están en el corazón de la filosofía nietzscheana.

José Saramago, el reconocido novelista portugués y Premio Nobel de Literatura en 1998, fue profundamente influenciado por diversas corrientes filosóficas que se reflejan en su obra. Su literatura no solo narra historias, sino que también ofrece una reflexión profunda sobre la condición humana, la naturaleza del poder, la moralidad y la existencia. El existencialismo y el absurdo en obras como: Ensayo sobre la ceguera. El existencialismo y especialmente el concepto del absurdo le llegan desde filósofos y escritores como Jean-Paul Sartre y Albert Camus.
En Ensayo sobre la ceguera, Saramago explora la pérdida de la visión como una metáfora para la ceguera moral y existencial de la humanidad y para eso sus personajes enfrentan situaciones absurdas y sin sentido, lo que refleja la desesperación y la falta de propósito inherentes en la existencia, temas centrales en el existencialismo. En su obra La caverna, hace una clara alusión a la alegoría de la caverna de Platón, reflexionando sobre la percepción de la realidad y la ilusión.

La lista es inacabable y los préstamos entre una y otra son constantes. Como verás la literatura y la filosofía se han influenciado mutuamente de manera profunda y continua. La literatura ha servido como un medio poderoso para explorar y expresar ideas filosóficas, mientras que la filosofía ha proporcionado el marco conceptual para muchas obras literarias. Esta interrelación ha enriquecido ambas disciplinas, permitiendo una comprensión más profunda de la experiencia humana. Un claro ejemplo de que caminar a la par siempre suma sobre todo si se trata de expresar las verdades fundamentales sobre el ser humano y su lugar en el mundo.

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