¿Quién es quien?



Hay momentos en que al cerrar un libro te quedas con un gustito extraño y una reflexión honda que te descoloca: ¿quién es quien? Lo más usual es entrar en una historia con el pensamiento de que los personajes son eso: personajes es decir: Cada uno de los seres reales o imaginarios que figuran en una obra literaria, teatral o cinematográfica. Ahora bien, cuando conoces poco o mucho o al menos algo sobre la biografía del autor y al cerrar el libro te preguntas, como yo: ¿quién es quien?

No te asustes. Vengo a tranquilizarte para contarte que en el mundo literario, hay un recurso narrativo que ha capturado la imaginación de lectores y críticos por igual: los autores que se insertan a sí mismos como personajes en sus propias obras. Este fenómeno no solo desafía las convenciones narrativas tradicionales, sino que también proporciona una introspección única en la mente del escritor y en la relación entre el creador y su creación. Y por supuesto que te implica a ti como lector.

Antes que nada te pido que no malinterpretes al escritor, no es que se ha quedado sin ideas, sino más bien que ha comprendido que primero hay que vivir para luego contarla. A ver si me explico. Imagínense a sí mismos como aquellos maestros de la pluma que dan vida a mundos enteros y a personajes complejos. Hay autores que traspasan la frontera entre la realidad y la ficción, a veces no está claro ni siquiera para ellos mismos, si los sucesos narrados son reales o pura imaginación, si son el calco de algo que vivieron o de algo que les contaron o de algo que se inventaron.  Si estás en proceso de convertirte en escritor sabrás que no resulta sencillo sacar una historia de la nada, si no estás escribiendo pues te lo digo: no es fácil. Cuando pareciera que un escritor saca ideas de la nada, no te engañes, están contando parte de su vida o de la vida de otros. Y llega un momento en convertirse en personajes de sus propias obras no es una mala idea y entonces, los autores se transforman en parte integral de sus propias historias. No es simplemente un ejercicio de egocentrismo literario, sino más bien una exploración de identidad y expresión personal en un medio donde las fronteras entre el yo y el otro son difusas.

Cuando un autor decide insertarse en su obra, surge una metamorfosis única. De repente, la narrativa adquiere una nueva capa de profundidad autobiográfica. Los lectores, acostumbrados a interpretar personajes ficticios, ahora deben reconciliar la realidad con la ficción de manera más íntima. ¿Es el autor-personaje una proyección directa del escritor, o una versión idealizada, o quizás una amalgama de ambos?

Tomemos como ejemplo a Marcel Proust en su monumental obra En busca del tiempo perdido. Proust no solo nos guía a través de los intrincados recuerdos de su protagonista, sino que también se filtra sutilmente a sí mismo en la narrativa. Sus propias experiencias, emociones y reflexiones se entrelazan con las de sus personajes, creando una sinfonía literaria donde la línea entre la vida y la imaginación se desdibuja.

Para el autor, convertirse en personaje plantea desafíos únicos. ¿Cómo se representa a uno mismo de manera objetiva, sin caer en la trampa del autorretrato idealizado o la autocrítica excesiva? Es aquí donde la habilidad del escritor para separar la verdad emocional de la realidad factual se pone a prueba. La autenticidad se convierte en la clave para mantener la credibilidad literaria, más aun cuando el autor se convierte en el protagonista de su propia historia. Es un desafío, quizás el desafío más difícil de afrontar.

Eso le ha sucedido al gran maestro Miguel de Cervantes con su Don Quijote de la Mancha. En la segunda parte de la monumental obra Miguel de Cervantes se introduce a sí mismo de manera meta textual. En esta continuación, se hace referencia a la primera parte como un libro escrito por Cervantes, y los personajes discuten sobre su propia fama derivada de dicho libro. Esta técnica agrega una capa adicional de realismo y humor a la obra.

Philip Roth en Operación Shylock se convierte en personaje de su novela  donde se encuentra con un doppelgänger (su doble) que ha adoptado su nombre y su identidad. Esta novela difumina las líneas entre la ficción y la realidad, explorando temas de identidad y autoría.

Jorge Luis Borges en muchos de sus cuentos se incluye a sí mismo como un narrador o un personaje secundario. En Tlön, Uqbar, Orbis Tertius del libro «Ficciones», por ejemplo, aparece como un investigador que descubre una enciclopedia que describe un mundo ficticio. Esta técnica le permite explorar conceptos filosóficos y metafísicos de una manera personal.

Paul Auster en La Trilogía de Nueva York juega con la idea de la auto inserción, especialmente en el tomo titulado: Ciudad de Cristal donde el protagonista, Daniel Quinn, se encuentra con un personaje llamado Paul Auster, un escritor que vive en Nueva York. Esta compleja narrativa reflexiona sobre la identidad y la autoría.

Kurt Vonnegut en Matadero Cinco se introduce como un personaje menor que interactúa brevemente con el protagonista, Billy Pilgrim. Esta inclusión refuerza el elemento autobiográfico del libro, ya que Vonnegut también fue prisionero de guerra en Dresde durante la Segunda Guerra Mundial.

Stephen King en La Torre Oscura se convierte en un personaje de su propia historia, esto sucede en el sexto libro, Canción de Susannah, y el séptimo, La Torre Oscura cuando el protagonista Roland Deschain se encuentra con el propio King, quien es retratado como el creador del universo en el que viven los personajes. Esta inclusión añade una dimensión metatextual más que interesante y esa auto-referencialidad es un condimento que Stephen necesita para demostrarle al mundo que a veces los escritores son creadores de mundos.

No es que los autores se hayan quedado sin ideas sino más bien que son tantas las ideas que han escrito que les resulta imprescindible realizar una especie de auto terapia para entender dónde empieza la ficción y donde termina la realidad o viceversa. Para intentar no sentir que en algún momento, durante el desarrollo de esa evidente bipolaridad, puedan volverse psicóticos. Aunque convengamos que de poetas y locos todos tenemos un poco y los escritores más que ninguno.

En última instancia, cuando los autores se convierten en personajes de sus propios libros, no solo enriquecen la trama con nuevas capas de significado y complejidad, sino que también nos invitan a cuestionar nuestras percepciones de la realidad y la ficción. Esta exploración literaria no solo desafía las convenciones, sino que también enriquece el entendimiento de la narrativa como un espejo de la vida misma, donde los límites entre lo que es y lo que podría ser se desvanecen en un reflejo literario único y fascinante.

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Libros en el artículo

  • En busca del tiempo perdido – Marcel Proust
  • Don Quijote de la Mancha – Miguel de Cervantes
  • Operación Shylock – Philip Roth
  • Jorge Luis Borges
  • La Trilogía de Nueva York – Paul Auster
  • Matadero Cinco – Kurt Vonnegut
  • La Torre Oscura – Stephen King

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