Literatura chatarra

En los rincones polvorientos de las librerías, entre montones de libros desgastados y olvidados, yace un género literario que muchos desprecian, pero que otros miran con una mezcla de fascinación y curiosidad. Es ese tipo de literatura que no suele ganar premios y que la crítica, en el mejor de los casos, elogia por razones de marketing.

Lo cierto es que destinados a arrumbarse en esos rincones olvidados de una librería, yacen y yacerán esos libros que de alguna manera y en algún momento, han logrado cautivar a un público fiel y persistente, mientras duró su esplendor.
El efímero brillo de un fuego que perdura mientras las ventas acompañen y avalen cierta forma de éxito, el tibio resplandor que se va apagando poco a poco cuando un nuevo éxito de taquilla reemplaza al anterior, la oscuridad absoluta para ciertos libros que terminarán sus días tan olvidados como famosos fueron.

¿Son esos libros verdadera literatura? Vamos a analizarlo juntos.

Algunos llaman a esos ejemplares: literatura chatarra porque resultan tan fáciles de leer como si de comer una hamburguesa se tratara, la mayoría de los considerados buenos críticos suponen que en definitiva producen beneficios intelectuales comparables a los beneficios alimenticios que obtendríamos al comer en uno de los muchos restaurantes de comida rápida y procesada.

Se inicia el combate: la buena literatura en un costado del ring y la mala literatura en el otro. No soy fan de los límites, no creo que todo deba inscribirse bajo el color blanco o negro, los grises también existen, incluso en literatura.
Si nos centramos en la realidad que nos toca vivir, lo cierto es que mediatizar se ha convertido casi en una religión que dificulta o impide la libertad de elección del público. La mediatización (que pareciera centrarse solo en lo mediocre) nivela para abajo y eso sucede a nivel global lo cual dificulta aún más responder y las preguntas son: ¿qué determina que un libro acabe de viejo en los rincones polvorientos de una librería? ¿Se trata de categorizarlos en buena o mala literatura? Y si es así, ¿qué es en definitiva buena o mala literatura?

En los tiempos que corren la idea de lo literariamente correcto o lo literariamente incorrecto pareciera una cuestión de gustos, y determinar quiénes están de un lado y quiénes del otro pasa por varios tamices que van en degradé desde el blanco hasta el negro, claro tal y como piensas: pasando por los grises.
En esta contienda el ganador a veces cede paso al supuesto perdedor y viceversa, todo depende del cristal con que lo mires, o de las competencias en letras que poseas. Creo que acá no se trata de ganadores ni de perdedores sino de mantener vivo el deseo de leer y para eso también cuentan esos libros que terminan en los polvorientos rincones de una librería.

Es una cuestión subjetiva de manera que no es mi intención abrir juicios de valor sino dejarte la libertad de decidir, para eso voy a permitirme, brevemente para no cansarte, definir los tres tipos de literatura posibles:

1. La gran literatura

Engloba a todo texto literario que busca la belleza del lenguaje al construir una historia donde lo más importante no es lo que se cuenta sino cómo se lo cuenta. Camilo José Cela, Carmen Martín Gaite, Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, y cientos de escritores y poetas integran esta lista. Aun aquellos que publicaban sus novelas por entregas como Charles Dickens, Julio Verne, Alexandre Dumas o Víctor Hugo porque a pesar de la popularidad de sus textos, y aunque en su época sus obras se asemejaban a la que muchos consideran literatura basura o literatura popular, esos libros deberían incluirse, a mi modo de ver, en la gran literatura porque han permanecido vigentes, reeditados y siguen siendo “colosales” a pesar del paso del tiempo.

2. La literatura popular

Es de los tres aquí detallados quizás el rubro más controvertido.
Sin grandes pretensiones intelectuales, enfocada a contar historias entretenidas, pero sin esmerarse por poseer un arte elevado, la literatura popular está dirigida a todas las clases sociales, incluso a aquellas poco habituadas a la lectura.
Suelen tener tramas emocionantes, personajes arquetípicos y temas que apelan a los gustos y preocupaciones de un amplio sector de la sociedad. La mayoría no brilla por sus cualidades literarias sino por su contenido ágil, con giros y sorpresas que enganchen al lector y sobre todo con un lenguaje generalmente sencillo y directo, lo que facilita la lectura y comprensión por parte de un público amplio.

Es bastante controversial el listado de autores que podrían encasillarse dentro de este tipo de literatura. La mayoría de los bestsellers pueden catalogarse bajo este rubro. Autores como Dan Brown, Florencia Bonelli, Guillaume Musso o Ken Follet son súper ventas y viven su hora de gloria en nuestro siglo XXI. El futuro aún está por llegar y no podemos vaticinar qué sucederá en un lejano siglo XXII.

Hay quienes consideran a Carlos Ruiz Zafón con su trilogía de la biblioteca de libros olvidados un autor popular. Y en cierta forma lo es porque un amplio público se ha declarado admirador del español, sin embargo sus novelas no dejan de asombrar por el manejo del lenguaje, las imágenes y las metáforas, los giros argumentales y la fusión de géneros que no todo autor popular alcanza.

3. La literatura chatarra.

Y llegamos finalmente al rubro quizás más difícil de catalogar sin herir susceptibilidades.
Podríamos empezar diciendo que este tipo de literatura se consume y se olvida, no deja trazos considerables en el perfil de un buen lector y satisface la necesidad de esparcimiento de un lector sin pretensiones. El autor/autora parte una única intencionalidad: el esparcimiento, un busca la belleza de la frase, de la expresión, tampoco le importa mucho el tono ni la estructura, y sin lugar a dudas permanecer o proyectarse en el futuro o ser premiado literariamente no está dentro de sus expectativas. Muchos, en el mundo de la crítica literaria, la catalogan de banal, superficial, lo cierto es que carece de las estructuras narrativas y estilísticas de los grandes clásicos de la literatura universal como el Don Quijote y desprovistas también de ciertas cualidades que hemos destacado en la literatura popular, para la llamada literatura chatarra solo existe el presente, se consume rápido y se olvida más rápido todavía, es la que justamente termina sus días en un rincón polvoriento de una librería.
Sumergirse en el mundo de la literatura basura es como adentrarse en un universo paralelo donde las reglas de la lógica y la coherencia se flexionan, donde los héroes son intrépidos y las heroínas exuberantes, y donde el bien y el mal están claramente definidos, sin matices ni ambigüedades. Es un lugar donde los giros inverosímiles de la trama son moneda corriente, donde las coincidencias improbables son la norma, y donde la acción nunca se detiene. Sin embargo, no todo es superficialidad y entretenimiento vacío en la literatura chatarra. Detrás de sus tramas simplistas y sus personajes estereotipados, a menudo se esconden reflexiones sobre la naturaleza humana, sobre el bien y el mal, sobre el destino y el libre albedrío. Incluso en las historias más descabelladas y absurdas, podemos encontrar destellos de verdad y sabiduría que nos hacen reflexionar sobre nuestro propio mundo y nuestras propias vidas.
Pero no todo es negativo para este tipo de literatura que por otra parte existe desde hace décadas. Desde los pulp magazines (publicaciones baratas y de escasa calidad material en formato revistas que fueron muy populares en los Estados Unidos desde 1896 hasta finales de la década de 1950) hasta las novelas de bolsillo de la actualidad, esta literatura ha sido un espejo deformado pero revelador de la sociedad que la ha producido y quizás allí radique un punto a favor para este tipo de lecturas.

Sin embargo, a mi entender, la literatura chatarra no forma lectores, los deforma: nunca se tomarán un libro en serio. Difícilmente sabrán quienes fueron Dostoievsky o Nabokov quizás por eso, difícilmente lleguen a tener idea de que los libros que leen son considerados por lectores más exigentes como una analogía de la comida chatarra de cualquier restaurant de comida rápida para los grandes chefs de la gastronomía mundial.

La banalización de la cultura y de la fascinación por el espectáculo, genera un tipo de lectores que consumen este tipo de literatura: la literatura chatarra. Escrita por autores que escriben de forma rápida, repetitiva, anodina, buscan una aceptación inmediata en el mercado. Lamentablemente tan rápido como suben vuelven a bajar y terminan en el sótano de cualquier librería. Leer es la finalidad última, la que siempre difundiremos con el convencimiento de que la elección es tuya. Siempre será mejor chatarra que inanición.
Tú decides.

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