Metamorfosis

Alguna vez te has sentido fuera de contexto en una reunión? ¿Alguna vez te has preguntado cómo encajo en este grupo? ¿Te han hecho sentir como un imbécil? ¿Te has sentido incomprendido y solo en el mundo? ¿Has experimentado la imperiosa necesidad de pertenecer a un partido político, a un club de buscadores de tesoros, a una asociación de filatelistas? ¿Te ha pasado eso de llegar a una fiesta y sentirte una cucaracha?
En tal caso tú también eres Gregorio Samsa.
Mi respuesta es sí a todas las preguntas. Sí yo también he sido alguna vez Gregorio Samsa. Y es que en el fondo todos nos hemos sentido solos o subvalorados, degradados, heridos menospreciados, con razón o sin ella todos alguna vez nos hemos sentido como una cucaracha.

Débil, flaco, con la piel pegada a los huesos, por la falta de alimentación. Tenía encorvada la espalda por caminar como un bicho. Su voz era como pito simulando a un insecto… Ese era el protagonista del libro La metamorfosis de Franz Kafka, un comerciante de telas que con su trabajo mantiene a su hermana y a sus padres, y una mañana se despierta convertido en un monstruoso insecto. Tras esa metamorfosis, se encuentra incapacitado para trabajar, y esto obligará a su padre, a su madre y a su hermana, a trabajar para sustentarse. Esta transformación dificulta cada vez más la ya complicada comunicación de su entorno social con él, hasta que es considerado intolerable por su familia.
El final es terrible, y voy a develarlo sin piedad para quienes de entre ustedes no hayan leído el libro, porque es fundamental para entender ¿Por qué todos somos Gregorio Samsa?, y el peligro que estamos corriendo si no nos damos cuenta a tiempo. El desenlace de La Metamorfosis ha sido una de las peores puñaladas traperas que me ha asestado un autor al concluir una historia. Y es que al final del libro el protagonista muere. Y no crean que para Kafka fue fácil matar una cucaracha, no para nada, porque él mismo se sentía como un insecto, él mismo como todos nosotros era Gregorio Samsa.

Kafka solo llagó a publicar algunas historias cortas durante su vida, una pequeña parte de su trabajo, el resto quedó en manos de su amigo Max Brod, quien ignoró la voluntad postrera del autor de quemar su obra inédita, y nos permitió gozar de un narrador que captura al ser humano moderno: angustiado, paranoide, enajenado (ajeno a sí mismo), triturado por los feroces engranajes de una burocracia anónima, un ser amenazado por un terrible sentimiento de culpabilidad, un alma en busca de una identidad fagocitada por los monstruos que exorcizaba gracias a sus textos. En sus obras a menudo el protagonista se enfrenta a un mundo difícil, basado en reglas desconocidas, paradójicas o inescrutables. La importancia de su mirada ha sido tal que en varias lenguas se ha acuñado el adjetivo «kafkiano» para describir situaciones que recuerdan a las reflejadas por él. En sus cuadernos íntimos él habla de «demonios», «derrumbamiento», «embates», «desamparo», «persecución», «soledad», «asalto a las últimas fronteras terrenales» y «agobiante observación de uno mismo». Su obra es expresiva como ninguna otra de las ansiedades y la alienación del hombre del siglo XX y el XXI también. Kafka fue un ser atormentado y complicado, fue Gregorio Samsa. La metamorfosis es una alegoría magistral sobre un individuo arrinconado, escondido, por ser diferente y no poder cumplir su “función”, su trabajo, en un engranaje social y familiar deshumanizado. La historia se estructura en base a la metáfora sobre la incapacidad de cumplir las expectativas ajenas, el protagonista, alter ego de Kafka, no se siente un inadaptado sino más bien un incomprendido, alguien que por mucho que haga siempre será considerado un ser inferior. Súbdito del imperio austrohúngaro, nacido en Bohemia, judío arrastrado a regañadientes a la sinagoga, y forzado a escribir en alemán, Kafka era un puzle multicultural que nunca alcanzó la armonía social, un relegado con un atroz sentimiento de ausencia de filiación étnica, cultural, política, lingüística, profesional.
Gregorio Samsa era Franz Kafka, La metamorfosis fue la historia que él mismo protagonizó. Y como al autor checo miles de veces me ha pasado eso de sentir que no encajo en una historia de vida y como Gregorio Samsa hasta me he sentido como una cucaracha corriendo a su escondite para no ser fagocitada por una sociedad alienada.

El estilo kafkiano se caracteriza por la simbiosis entre realidad y sueño, lo extraordinario y lo cotidiano es una de las características de las obras kafkianas. En La metamorfosis escenifica el tópico del “bicho raro” y se toma al pie de la letra esta expresión convirtiendo a su personaje literalmente en un insecto. Sin embargo esto no convierte su obra en ciencia ficción ni en fantasía, ese insecto no es ni más ni menos que el símbolo de la insignificancia humana, del hombre como un ser solitario, indefenso y minúsculo que está a merced de los poderosos. Un hombre que ha perdido su condición humana en un mundo deshumanizado y mercantilizado y se siente extraño e incomprendido en un medio hostil e incompresible: el mundo que lo rodea. Con la transformación Gregorio se hace consciente de su soledad y pone sobre el tapete la desvalorización que sufre cotidianamente, ya no es un hombre sino un insecto y como tal plausible de ser eliminado, fagocitado por su entorno. La sociedad moderna bombardea, mata, destruye, aprisiona, somete, rebaja al ser humano a la categoría de bicho.
Dentro de la sociedad moderna, todos somos Gregorio Samsa.

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