Buenas y malas son…

Me gusta recomendar libros, disfruto cuando alguien me habla de literatura y me cuenta lo último que ha leído y acto seguido me dice: es un buen libro, es una mala lectura. Más allá de la subjetividad amo ese intercambio porque alguien me obsequia el placer de confesarme sus gustos. Y como en un sensual juego de toma y daca yo trato de encontrar la lectura que mejor encaja en su perfil de lector, trato de encontrar una buena lectura que lo seduzca. Lo que sucede es que es tan subjetivo el punto de vista que solo habla de buenas o malas lecturas que la delgada línea que las separa puede ser transgredida y entonces las malas cambian de lugar y las buenas también.
Por eso: ¿Qué determina que una novela sea buena o mala? Podría escribir todo un tratado basándome en mis experiencias personales, en mi punto de vista, en mis gustos y quizás nunca alcanzaría la necesaria objetividad como para responder con criterio. Siento que lo mejor es cederle la palabra a quienes nos precedieron y que de esto saben un rato largo o más bien sabían porque hoy tiene la palabra Virginia Woolf quien responde a la pregunta ¿Qué es una buena novela?

“Una buena novela es cualquier novela que le hace a uno pensar o sentir. Tiene que meter el cuchillo entre junturas del cuero con el que la mayoría de nosotros estamos recubiertos. Tiene que ponernos quizás incómodos y ciertamente alerta. El sentimiento que nos produce no tiene que ser puramente dramático y por tanto propenso a desaparecer en cuanto sabemos cómo termina la historia. Tiene que ser un sentimiento duradero, sobre asuntos que nos importan de una forma u otra. Una buena novela no necesita tener trama; no necesita tener final feliz; no necesita tratar sobre gente simpática o respetable; no necesita ser lo más mínimo como la vida tal como la conocemos. Pero tiene que representar alguna convicción por parte del escritor. Tiene que estar escrita de modo que transmita la idea del escritor, ya sea simple o compleja, tan fielmente como sea posible. No tiene que repetir aquello que es falso o trillado simplemente porque al público le resulta fácil mascullar una y otra vez sobre lo falso y lo trillado.
Todo esto se refiere a las novelas escritas en el pasado. Es imposible estar seguro de cuáles serán las características de una buena novela en el futuro. Las novelas contemporáneas nos sorprenden a menudo por ser muy distintas de aquello que hemos aprendido a admirar y crean una belleza que, al ser tan distinta de la antigua, resulta mucho más difícil de apreciar. Pero lo contrario también es cierto; algunas de las mejores novelas también se han hecho inmediatamente populares y del todo fáciles de entender. El único método seguro de decidir si una novela es buena o mala es simplemente observar nuestras propias sensaciones al llegar a la última página. Si nos sentimos vivos, frescos y llenos de ideas, entonces es buena; si quedamos hartos, indiferentes y con poca vitalidad, entonces es mala. Pero estar seguro de lo buena que es una novela y el tipo de virtud que tiene resulta extremadamente difícil. El mejor método es leer lo antiguo y lo nuevo uno al lado del otro, compararlos y así desarrollar poco a poco un criterio propio”.

Lo poco que me resta es ponerle el punto final a este artículo y eso es lo que hago a continuación, Punto.

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