Enciendes la televisión y tras varios minutos te dan ganas de patear, blasfemar, llorar de impotencia. Sales a caminar y la cara de la gente te habla de un solo sentimiento: angustia, dolor, agotamiento. Pandemia mediante el mundo cambió pero lejos de las grandes esperanzas que pusimos de que lo hiciera para mejor, la cosa no fue como muchos la calculamos. Entre esos soñadores que pensaban que la humanidad aprendería a valorar lo más preciado que tenemos: la salud, que comprenderíamos que perdimos con la libertad muchas cosas valiosas como caminar bajo el sol o abrazar a un amigo, entre esos soñadores que pensaban que todo se acomodaría estaba yo misma. Sin embargo, me equivoqué. Hoy salir a caminar bajo el sol no alcanza, abrazar a un ser querido no lo es todo, y pronto volvimos a sumergirnos en una nueva angustia que nos sumerge en un pozo oscuro.
Y sin embargo, es posible salir. Es posible si nos proponemos recuperar aunque más no sea un ratito la capacidad de disfrutar. Es posible cambiar todo eso horrible que parece fagocitarnos día a día. Es posible, y el remedio es uno solo, uno que además no tiene contraindicaciones, una solución al alcance de la mano, una medicina cuya sobredosis es recomendable: La sonrisa.
Los efectos son inmediatos, cuando sonreímos aparece el buen humor y hasta lo más trágico parece ser menos amargo. No te propongo que saltes de alegría ante lo evidentemente infausto que se nos presenta el mundo, sino tan solo que le busques el lado positivo que te atrevas a traspasar esa puerta que, aunque más no sea por un ratito, te haga conocer la posibilidad de que todo puede cambiar, de que todo volverá a ser mejor, porque adelante nos espera lo mejor.
En fin, no voy a pedirte que olvides los avatares diarios, ni que hagas oídos sordos a la inflación, la corrupción, la inseguridad, no, nada de eso. Simplemente te propongo tomarte un pequeño descanso, dejar la tragedia para después y mimarte con una sonrisa. ¿Que no sabés como sonreír? ¿Qué ya el buen humor te parece una utopía? Sí, te entiendo, por eso llego con mi maletín de primeros auxilios y una lista de libros que te harán sonreír, reír, recuperar el buen humor, y si no te arrancan una sonrisa al primer intento no abandones la cruzada porque el optimismo se cultiva y a la larga, con una carcajada lograrás vencer a ese enemigo de capa oscura que parece haber llegado para quedarse, reí con un libro entre las manos y decile adiós al desaliento.
Allá van un par de pastillitas.
Cualquier libro sobre la ancianidad podría parecernos un mar de lágrimas inevitable sin embargo, «El abuelo que saltó por la ventana y se largó» de Jonas Jonasson, encara la epopeya de Allan Karlsson, un anciano que momentos antes de que empiece la pomposa celebración de su centésimo cumpleaños, decide que nada de eso va con él. Vestido con su mejor traje y unas pantuflas, se encarama a una ventana y se fuga de la residencia de ancianos en la que vive, dejando plantados al alcalde y a la prensa local. El buen humor nos sorprende en cada vuelta de página y te aseguro que quienes te rodean pensarás que te has vuelto un poco chiflado cuando no puedas parar de sonreír, reír y sobre todo quitarle un poco de pomposidad a ciertos temas.
Si te gustan las historias románticas con una vuelta de tuerca, donde no te empalagues con los clichés de siempre y donde además puedas adoptar ciertos tips para salir adelante con una sonrisa, entonces no lo dudes: «No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas» de Laura Norton, debe ser sí o sí la pastilla vivificante que estás necesitando.
Si hay un autor que realmente ha escrito para levantar los ánimos, ese es Enrique Jardiel Poncela. Lo descubrí tempranamente en mi adolescencia y desde entonces es una pastilla que siempre tengo a mano cuando me agobia el presente. Entre la infinidad de libros que ha escrito, recuerdo con una sonrisa: «Los ladrones somos gente honrada». La historia narra las peripecias de un robo de guante blanco en una casa burguesa de la España de mediados del siglo XX. Los propietarios son una pareja recién casados, y todo se desmadra para los cacos porque el dueño de casa es ni más ni menos que un colega: un antiguo ladrón de guante blanco.
El humor es un tono insólito para un escritor como Eduardo Mendoza muchos de sus libros plantean escenas excéntricas pero su obra «Sin noticias de Gurb» se lleva el premio mayor, porque además nos roba una sonrisa. Gurb es un extraterrestre perdido en la Barcelona preolímpica, que para sobrevivir utiliza su extraña cualidad de adoptar el aspecto que le plazca. Se pierde con la apariencia de Marta Sánchez, mientras su compañero alienígeno inicia la búsqueda en la jungla urbana. Esta historia ha sido calificada por él mismo autor como: “el libro más excéntrico de cuantos he escrito. No hay en él una sola sombra de melancolía. Es una mirada sobre el mundo asombrada, en un punto desamparada, pero sin asomo de tragedia”. Digna de imitar esa mirada sin asomo de tragedia que nos permitirá avanzar un poco menos trágicamente por las rutas de nuestro presente.
John Kennedy Toole ganó el Premio Pulitzer en 1980 con la única novela que escribió: «La conjura de los necios». Lo insólito es que Toole se había suicidado en 1969 tras no conseguir publicarla. La novela fue editada con enorme éxito once años después gracias a la insistencia de la madre del autor, Thelma Toole. La conjura de los necios es una disparatada, ácida e inteligentísima novela. Pero no sólo eso, también es tremendamente divertida y amarga a la vez. La carcajada escapa por sí sola ante las situaciones desproporcionadas de esta gran tragicomedia.
Lo usual es que un asesino quiera encubrir el crimen que ha perpetrado, sin embargo en la desopilante historia de Jack Trevor Story, un cadáver abandonado en el bosque que parece no encontrar su lugar de descanso porque cada vecino y visitante que se topa con él lo desentierra para enterrarlo después en otro rincón a fin de auto inculparse del crimen. Cada cual tiene sus motivos, no para haber matado al difunto, sino para querer cargar con el muerto. Así que en «Pero… ¿quién mató a Harry?» lo que sobran son sospechosos y lo que tiene entre manos el lector es una hilarante vuelta de tuerca a los mecanismos del género policiaco y una comedia negra cargada de ironía y de humor inglés del bueno
No pierdas de vista esta lista. Ten a manos cualquiera de estas pastillas, para estados carenciales de alegría y episodios de apatía congénita. También para prevenir depresiones, desconectar de una rutina plomiza y recuperar la armonía con el entorno empezando por uno mismo. Recuerda que su consumo es apto y las dosis son ilimitadas, su ingesta masiva no produce efectos secundarios más allá de ataques de risa, espasmos, lagrimones y sonoras carcajadas, o quizás alguna que otra situación incómoda, especialmente si se consumen en espacios públicos donde más de uno te mirará como si te hubieses vuelto loco. No estarán lejos de la verdad ya que reír a carcajadas en un mundo como en el que vivimos es de locos pero qué bueno resulta.
Profesora de escritura creativa y coordinadora de talleres literarios, editora y correctora literaria, reseñadora y crítica literaria.
Libros en el artículo
- El abuelo que saltó por la ventana y se largó – Jonas Jonasson
- La conjura de los necios – John Kennedy Toole
- Los ladrones somos gente honrada – Enrique Jardiel Poncela
- No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas – Laura Norton
- Pero quién mató a Harry – Jack Trevor Story
- Sin noticias de Gurb – Eduardo Mendoza