Los libros y nosotros: el matrimonio ideal. Porque si bien como dicen el libro nos elige, en definitiva, nosotros también elegimos y decidimos con cual nos quedamos. Lo mejor de todo es que siempre tenemos la puerta abierta (o la biblioteca) para descartar uno e ir por otro. Los libros son nuestra mejor media naranja, nuestra isla paradisíaca, nuestro Alfa y nuestro Omega. Después de todo, como decía Julio Cortázar: Los libros van siendo el único lugar de la casa donde todavía se puede estar tranquilo.
Como en toda buena relación que se precie de tal, el equilibrio es lo más importante y todo depende en partes iguales, un 50 y un 50. Los lectores estamos de un lado de la balanza y del otro los libros, y nuestra conexión con ellos dependerá de que el autor logre ese equilibrio.
Hay tantos libros como lectores y por eso “cada quien” (lector) “con su cada cual” (libro).
Leer es un hábito cargado de recompensas. Los libros guardan grandes obras del pensamiento, historias asombrosas, palabras muy bonitas y todos engendran emociones. Un único sentimiento envuelve a los lectores: la pasión, pero pasiones hay muchas. Están los fogosos, los apáticos, los tranquilos, los desesperados, los impulsivos, los mesurados ¿Qué tipo de pasión impera en cada uno de nosotros? ¿Qué tipo de lectores somos?
Ricardo Piglia distingue al menos dos tipos básicos de lector. El lector Kafka, que se encierra, se aísla, trata que nadie lo interrumpa. “Me gustaría estar en una catacumba, en un sótano y que me dejaran la comida en la puerta para que yo pudiera caminar un poco y que después nadie me molestara”, decía el escritor checo. La idea de estoy ahí leyendo un libro aislado del mundo es un modelo extraordinario donde cualquier interrupción es un problema, la interrupción de ese acto pasional quebraría el idilio.
El otro tipo, según Piglia, es el lector Joyce, el de la lectura dispersa, el que vaga por la ciudad (un poco como Bloom, el protagonista del Ulises), que anda por las librerías de viejo buscando las novelas para su esposa y al mismo tiempo se encuentra con otros libros que llaman su atención y su pasión se dispersa. Es el típico inconstante, ese a quien mantener encendida una sola pasión le cuesta horrores.
Hasta acá, por un lado estaría la idea del lector que se concentra de una manera absoluta en un texto, de una manera pasional, y por otro lado el distraído el voluble: leo mientras escucho la radio y atiendo el teléfono, leo mientras contesto los mails, leo con el televisor encendido de fondo, leo y la pasión entrecortada hace que la relación (lector/libro) se asemeje más a un devaneo que a un matrimonio de verdad.
Existen diferentes tipos de lector y de eso no caben dudas. En función de cómo se enfrentan a los libros, cómo los cuidan, cómo los utilizan, cómo los leen, dónde leen, la manera que un lector se entrega a ese vínculo determina los diferentes tipos de lectores. ¿Cómo saber qué tipo de lector eres? La revista literaria y cultural The Atlantic de EE.UU. ha elaborado una guía de diagnóstico de lectores que quizás pueda ayudarte para saber qué tipo de relación tienen los libros y tú.
El lector promiscuo: empieza un libro y no duda en abandonarlo por otro. Así es su relación de pareja con la lectura. Y es que le gusta demasiado leer y no sabe decir que no.
El lector cascarrabias: voraz a la par que exigente. Nunca deja un libro a la mitad aunque no le guste nada y opine que el autor no sabe juntar dos frases seguidas con sentido. Suele lanzar el libro contra la pared y corre a recogerlo para acabar de leerlo. Porque te quiero te aporreo, es el refrán que vincula este maridaje.
El lector cronológico: lento y constante. Se compra un libro, lo lee y vuelve a la librería a por otro. Es la antítesis del lector promiscuo. Sólo abandona un libro sin terminar de leerlo si tiene una razón de peso y ni así se libra de los remordimientos de conciencia. La fidelidad es la base de esta relación, sea como sea te amaré hasta que la muerte nos separe.
El lector aniquilador: siente pasión por los libros, los lleva a todas partes y, por eso, toda su biblioteca está formada por libros con las hojas sueltas, las cubiertas rotas, las páginas amarillentas o con marcas de café, de grasa y hasta de pasta de dientes. Quiere tanto a sus libros que no puede vivir sin ellos.
El lector ocupado: amante de los libros, entra a una librería y no puede evitar comprar varios ejemplares. Luego llega a casa y los coloca en una estantería o en la mesita de noche como si fueran una obra de arte. Pero está muy ocupado y tarda meses, años incluso en abrir los libros y leerlos. Cuando lo hace, lamenta haber tardado tanto en leer esa maravillosa pieza literaria. Un matrimonio donde la falta de atención puede llegar a ocasionar un divorcio.
El librófilo: más que leer, le gustan los libros. Los viejos, por su olor, sus arrugas y sus páginas amarillentas, y los nuevos, por su olor, su frescura y su disponibilidad. Un verdadero Don Juan una especie de colibrí que sobrevuela pero no anida. Un matrimonio quizás dure pero basado en la pasión por la lectura seguro que no.
El anti-lector: nunca lee libros porque son demasiado largos. Un matrimonio largo puede llegar a aburrir y antes de aburrirme mejor no me caso con nadie.
El espíritu libre: dícese de un adulto que lee literatura para jóvenes o, de un niño que lee libros para adultos. Antaño esto era causa de sonrojo, pero ya no. La sociedad ha aceptado a estos espíritus libres que nunca han hecho caso de las estrictas categorías del mercado editorial. Acaso no es cada vez más frecuente ver parejas desparejas que sin embargo funcionan a la perfección.
El multitarea: lee varios libros a la vez, confunde tramas y personajes, pero siempre los termina. A pesar de su promiscuidad cumple con cada una de sus parejas.
El lector somnoliento: sólo tiene tiempo de leer cuando acaba el día, en la cama. Está comodísimo y el libro es fantástico, pero no consigue mantener los ojos abiertos y se despierta a las tres de la mañana para cerrar el libro y apagar la luz. Es posible que una relación de este tipo tenga futuro pero lo más probable es que uno de los dos (libro o lector) acaben desgastándose.
Fíjate en cómo tratas a tus libros, cómo los utilizas, como te relacionas con ellos y sabrás qué tipo de lector eres. La relación con los libros es algo muy personal, y no te sientas mal si pasas por diferentes tipos de idilios con tus libros, después de todo, cada quien con su cada cual y a cada cual según sus necesidades.
Profesora de escritura creativa y coordinadora de talleres literarios, editora y correctora literaria, reseñadora y crítica literaria.