El alimento del escritor

Nadie osará contradecirme si afirmo que para vivir hay que comer. Caso contrario: vivir para comer sería una tropelía. Volvamos entonces a la premisa de comer para vivir. Comer sano, comer periódicamente, comer rico, porque de sabores ricos y del alimento no solo se alimenta el cuerpo sino el alma también. Sí, sí, he dicho alma porque no solo se trata de alimentar el cuerpo sino también el espíritu o el alma si te gusta más. A lo que quiero llegar es que para que un escritor viva debe comer: debe comer sano, debe comer periódicamente y debe comer rico. Claro, claro, es evidente si no se alimenta el escritor como cualquier ser viviente moriría, pero lo que sucede es que un escritor no es cualquier ser viviente, sino un ser muy particular que además de ingerir alimentos por vía oral, los ingiere por vía … espiritual, digamos. Ahora bien, de qué se alimenta un escritor, eso es el tema de este artículo.

He dicho cientos de veces que para ser un buen escritor primero hay que ser un buen lector. La sentencia no es mía por supuesto, la tomo prestada de un buen lector y por carácter transitivo de un excelente escritor. Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído. Seguramente que detrás de estas palabras habrán descubierto a quien me refiero: Jorge Luis Borges.
Leo la humildad en las palabras de este gran escritor. Tenía tanto de que jactarse y sin embargo con esta frase hace honor a las páginas escritas por otros. Y es que la humildad reside en reconocer (aunque sea metafóricamente como en este caso) que sin haber leído no podría haber escrito. Nunca se escribe si antes no se ha leído y ese sería el alimento rico del cual debería nutrirse aquel que intente ser llamado escritor. La lectura es un alimento indispensable para un escritor.
Y es que los escritores necesitan el alimento de la información porque no siempre es posible imaginar lo que no se conoce. Y aunque lo he dicho ciento de veces, lo repito: para escribir hay que leer. Hay que comer rico aunque no toda lectura nos deje un sabor delicioso, porque acá no se trata solo de sabores sino de riqueza, de ese tesoro que se guarda dentro de nosotros y que se llama: todo lo que he leído.

Cualquier cosa que le pase a un escritor es su alimento, mientras que no sea la muerte. Es obvio ya que muerto se acabaría el escritor. Por eso, para evitar cualquier tipo de muerte, la del escritor también, hay que comer periódicamente. Si un escritor intenta no morir en el intento de escribir, debe alimentarse todos los días. ¡Seguro!, leer todos los días, habrán inferido sabiamente si me leyeron con atención hasta acá. Es cierto, buena conclusión, pero no solo de lecturas vive el que escribe. Hay escritores que se alimentan de la compañía de la gente, del placer de la buena amistad, de la risa, de las historias de los otros, de la vida social y sus acontecimientos… Con ello, además de ganar en felicidad, nutren su escritura.

«No crees personajes, crea personas comunes en situaciones poco comunes. Tus personajes deben ser tan reales que den la sensación de que lo que se narra pasó realmente. Proyéctalos desde el corazón, desde la cabeza, desde el conocimiento, desde tu experiencia acumulada como escritor».

Detrás de esta sentencia se afirma uno de los más emblemáticos escritores del siglo pasado: Ernest Hemingway. Nadie más apto para recomendarnos que primero hay que vivir y luego escribir. Sus cuentos, sus novelas se nutren sin lugar a dudas de su propia experiencia, fue corresponsal de guerra en el frente italiano, participó activamente en la Guerra Civil española y Cubrió la guerra greco-turca. Muchas de sus obras son un claro reflejo de sus vivencias así lo evidencian las conocidas novelas Adiós a las armas y Por quién doblan las campanas por citar solo un par de ejemplos. Claro que no hace falta ir a la guerra para escribir, solo se trata de vivir y más que nada sobrevivir a la cotidianeidad para contarlo. Tal es el caso de Raymond Carver. Sin duda podemos considerar al cuentista estadounidense como uno de los maestros del cuento de la literatura contemporánea y uno de los fundadores y mayores exponentes del movimiento literario conocido como realismo sucio, su literatura trata casi exclusivamente de asuntos cotidianos, contados con un estilo seco y simple. Pero ojo que Carver no llegó a escribir lo que escribió de la nada. Para empezar, se interesó en la escritura mientras asistía a la Universidad, en donde se inscribió en un curso de escritura creativa impartido por el novelista John Gardner quien se convirtió en su mentor y tuvo una gran influencia en su vida y carrera. Justamente fue su maestro quien le recomendó: si no sabes qué escribir, mira a tu alrededor, mira atentamente y luego siéntate frente a la página en blanco. No fueron las palabras exactas, pero si la intencionalidad: vivo ergo escribo. Con esto queda demostrado que periódicamente un escritor debe recibir alimento para nutrir sus historias.

Cualquiera sabe que para llevar una vida saludable la comida sana es indispensable. Como regla general, debes escoger alimentos que sean bajos en grasas saturadas y en colesterol. También debes limitar tu ingesta de azúcar y sal. Debes comer más alimentos con fibra, como frutas, vegetales y cereales. Las recomendaciones pululan por doquier y más de uno sabrá cuál es la regla de oro para vivir sano. Pero, ¿cuál es la propuesta para mantener sana la mente de un escritor? Si priorizamos la lectura entonces deberemos centrarnos en una lectura enriquecedora, dejar de lado la lectura como pasatiempo y caminar en busca de esos escritores que nos precedieron y que el tiempo ha dado en llamar grandes escritores de la literatura universal, de este y de cualquier tiempo. Llevaría páginas y páginas citar a cada uno de ellos pero sin lugar a dudas si eres un buen lector sabrás separar la paja del trigo, además, en nuestros artículos, el blog de reseñas de novelas y nuestra Librería Literaria online, encontrarás siempre muchísimo material.

Y finalmente, si tomamos el día a día que nos alimenta periódicamente, entonces deberemos sacar partido en cuanto a calidad de experiencias. No solo se trata de respirar porque el aire es gratis, se trata de saber, de observar, de entender, de apreciar esas experiencias, de extraerles el jugo como si fueran una naranja dulce o quizás amarga, porque lo que vivimos puede ser sabroso pero también agrio. Y no es el sabor lo que cuenta sino el sedimento que nos dejan. No nos quedemos solamente con las vivencias placenteras, busquemos también en esas otras experiencias, las menos gratas, porque también de las sombras nace la luz y a veces el dulzor y amargor pueden mantener un sano equilibrio y brindarle al alma del que escribe esa buscada medida entre lo mucho y lo poco.

Comer sano, comer periódicamente y comer rico es el ABC del que escribe, una necesidad que además exige poner en la balanza la dosis justa de cada alimento para que nuestras obras escritas se transformen en arte.


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