Dime qué lees y te diré quién eres

Subte en hora pico (y fuera de pandemia) o por qué no colectivo o tren. Estás parado detrás de alguien que está leyendo. La ansiedad es un bichito endemoniado y lo que intentas es saber qué está leyendo ese hombre que, ensimismado en la lectura, parece no enterarse de que la masa humana apretuja y como encima está cerca el verano, la transpiración del ambiente se mezcla con tu inquietud y genera un combo insoportable. Por eso, te arrimas un poco, otro poco, un poquito más. Intentas leer un renglón pero la letra es demasiado pequeña y arrimarte un poco más sería tentador pero podría ser tomado como acoso. Entonces intentás otra estrategia. El medio de transporte está repleto y no es fácil pero tu curiosidad puede más y desde la retaguardia de ese pasajero que lee te corres hacia el frente. Ya que no has podido leer entre líneas (tu vista ni siquiera te ayudó con el encabezamiento de página donde podrías haber encontrado al menos el título como una pista), y visto que tu curiosidad es más fuerte que la marea humana que te aprisiona, te corres hacia un costado. Un poco más, otro poco. Listo estás frente al lector y… El subte acaba de llegar a una estación, tu lector cierra el libro, lo guarda bajo el brazo y desaparece antes de que las puertas se cierren. Tu curiosidad sufre un duro golpe y, como ha quedado un asiento libre, te sientas y para sobrellevar el estrés post traumático abres tu libro y te pones a leer. “Alicia en el país de las maravillas” es una excelente opción para olvidar lo que has vivido. Y lo olvidas y te sumerges en el capítulo 1 del libro y ya no eres el curioso fisgón sino que ahora eres Alicia entrando en la madriguera.

¿Cuántas veces te has sorprendido en una situación así? ¿Decenas? ¿Cientos? Piensas que te has convertido en un psicópata de la lectura y puede ser pero no es grave porque somos muchos los lunáticos y como todo tiene que ver con todo, tu paranoia también.
Dime qué lees y te diré quién eres. ¿Es así de cierto? Mucho y no tanto. Uno puede identificarse con cientos de cosas del libro que está leyendo, con sus personajes, con la historia, con las situaciones y la verosimilitud de lo que lees. Pero ojo, no siempre un libro nos habla de quién lo lee, sino y más bien de quien lo ha escrito. Sin embargo, haber elegido ese libro entre miles, leer con fruición (como el hombre del subte) nos habla del que lee, nos acerca su perfil psicológico o más bien su perfil de lector, en fin nos habla de tantas cosas que tu curiosidad también es la mía y la de muchos.

Pero…vayamos un poco más allá de esta graciosa situación con la que quizás te sientas identificado. Preguntémonos por dónde pasa la lectura, cómo nos transforma (¿lo hace?), qué libros elegimos, cuáles son los autores que nos enamoran. Muchas de estas preguntas nos interpelan cada vez que tenemos un nuevo libro en la mano. ¿Por qué elegimos ese libro y no otro?
Todo tiene que ver con un estado de ánimo, con una necesidad literaria, con una ambición cultural (o la de obtener cultura) y sin duda también con nuestros hábitos lectores. Porque los hábitos de lectura hacen al monje lector. Todo empezó con las primeras lecturas de la infancia cuando el libro de “Alicia en el país de las maravillas” nos resultaba grande para nuestras pequeñas manos (y gracias al cielo que ahora existe la versión pocket y Alicia nos acompaña en el subte), incluso empieza antes, con los cuentos que nos contaban nuestros padres antes de dormir. ¿Qué tipo de lector comenzamos siendo en esos años? Torpes, ansiosos, atrevidos, curiosos. Luego llegó el primer libro que leímos, el primero que elegimos leer o comprar o pedimos que nos regalen, las primeras visitas a las bibliotecas y la posibilidad de llevarnos el libro que queramos, entrar a una librería y sumergirnos en los estantes para descubrirnos desde la tapa de tantas posibilidades que nos identifican, y somos ese autor transmitiendo sensaciones que son las nuestras o somos ese personaje en otro tiempo y espacio. Lo cierto es que sucumbimos ante la necesidad de encontrarnos a nosotros mismos o, afinando la puntería, de pulir nuestra personalidad como lectores.
Dice el refrán que en cuestión de gustos no hay nada escrito, y agregaría que además se rompen leyes y todo es relativo. Por eso los libros que uno lee, son (así lo creo) una señal del ser humano que eres. Al elegir una lectura entre muchas no solo priorizas un autor de moda o uno recomendado sino que relativizas todo eso porque los que prevalecen son tus gustos, en materia de los cuales paradójicamente no hay nada escrito. Y si ese libro no hable de quién eres, al menos te forjará como el ser humano que serás. Son tantos los libros y los autores, que establecer jerarquías no es tarea fácil. Sin embargo podemos hacer un intento de organizar lectores por género. Vamos con el intento.

Lector 1 – No sé quién soy: Aquellas personas que siempre están leyendo libros de superación personal o desarrollo humano o de autoayuda, títulos como: “El monje que vendió su Ferrari” de Robin Sharma, “El caballero de la armadura oxidada” de Robert Fisher, “El Alquimista” de Paulo Coelho, “Tus zonas erróneas” de Wayne Dyer, “El secreto” de Rondha Byer, etc. Esos lectores suelen mostrarse alegres, positivos, motivadores, pero en realidad por dentro sufren de un sentimiento de vacío, la duda de quién soy o en el peor de los casos cómo debo ser.

Lector 2 – Soy como otros: Existe una serie de libros que caen en la vacuidad, sin embargo, venden millones de libros. Algunos afirman que son buenos aunque más no sea para fomentar la lectura. Lo cierto es que son libros que acompañan a quienes leen poco pero por moda, se han leído una trilogía entera y aunque durante un año no lean más nada tienen de qué hablar y presumen de intelectuales. Este tipo de lector demuestra que no tiene criterio, que así como lee un libro de oda, compra frenéticamente el último modelo de celular o de jeans que aparecen en el mercado. Los títulos que leen los definen: “Las 50 sombras de Grey” de E. L. James, “La Saga de Crepúsculo” de Stephenie Meyer, “El Código Da Vinci” de Dan Brown, entre otros.

Lector 3 – Soy insaciable: Dicen que las librerías en los aeropuertos están ahí para ellos, son los que leen lo que sea, donde sea. Para ellos la lectura es un hábito, una necesidad, es entrar en otro momento, en otro espacio, en otro mundo que los aleje un poco del estrés diario. No importa si es un best-seller o un clásico literario, solo buscan satisfacer su hábito de lectura. Suelen ser personas muy activas, trabajadoras y muy ocupadas, por ello leer es su momento de tranquilidad personal y elijen casi siempre lecturas sencillas, de esas que si te distraes un par de páginas no es grave pero eso sí, que sean coherentes, que la trama los envuelva lo suficiente como para no querer abandonar ese mundo al menos por las siguientes 2 horas. Algunos autores clásicos de este tipo de lectores: Tom Clancy, Stephen King, Danielle Steel, James Ellroy, Anna Rice, Mary Higgins Clark, Patricia Highsmith, Henning Mankell.

Lector 4 – Soy exigente: Existe un punto de inflexión en la vida de todo lector, un momento evolutivo. Cuando has logrado leer algo realmente bueno, cuando al cerrar la última página sientes una especie de nostalgia que te impele a ir por más, es el momento de decidir, vuelves al nivel 3 o pasas al 5. En este nivel 4, se podría decir que eres un lector consumado, estás a un paso del buen gusto y de un nivel intelectual superior. Los títulos: La Trilogía de “El Señor de los Anillos” (incluye haberse leído El Hobbit y El Simarillion), la Saga completa de “Juego de tronos” (vale doble si la acompañás con la serie de televisión).

Lector 5 – Soy un intelectual: Tu nivel de lectura ya es superior, no te conformas con poco, seleccionas tus títulos y tus autores, leer te apasiona, imaginas, te relajas y piensas, sientes que tu cerebro está trabajando a otros niveles. La lectura pasatista te aburre y prefieres descartarla sin embargo el nivel 4 está a un paso y nada se pierde con volver, siempre y cuando regreses a este nivel 5 donde ser exigente es sinónimo de haber recorrido ya un largo camino como lector. Los títulos en este nivel no dicen tanto como los autores: Jorge Luis Borges, Umberto Eco, Italo Calvino, Milan Kundera, por nombrar solo algunos sin olvidarnos de los clásicos porque en este nivel nada de la buena literatura quedará descartado. El tiempo es corto y siempre habrá más por leer de lo que seamos capaces de leer.

Lector 6 – Soy un erudito: El nivel máximo de la pasión por el conocimiento: la filosofía, la historia, la política, las artes… en fin, el pensamiento que nos forjó como humanidad. La más grande literatura clásica: Shakespeare, Dostoievski, Tolstoi, Balzac, Dumas, Dickens, literatura griega en general y aunque te vaya la vida en ello, terminar la obra más difícil de la historia de la literatura: “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust. Este nivel de lectura está vinculado a personas que estudian o estudiaron humanidades (historia, filosofía, antropología, filología, etc.). Presentan una capacidad superior sobre las letras, por encima de todos los demás, escriben bien, se expresan bien, saben mantener un debate, discernir, lo dicho: son eruditos.

Y si nos ponemos en exquisitos hay un nivel más allá de todos, un nivel que no me atrevo ni a numerar ni a titular, es el nivel de los que además de leer: releen.

«Dime lo que lees y te diré quién eres, eso es verdad, pero te conoceré mejor si me dices lo que relees» dijo François Mauriac, escritor francés.

Ya sabes, la próxima vez que se te ocurra espiar a tu vecino de subte con mejor suerte, descubrir qué lee puede decirte quién es.
Y tú ¿Quién eres?




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