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Sin lugar a dudas la literatura se nutre de la historia de los personajes más que de un argumento complicado. ¿Acaso no son los personajes literarios lo que el ser humano podría ser? Y ¿Acaso una novela no intenta mostrar lo que ser humano podría ser?
Los argumentos complicados por cierto son parte de la naturaleza de muchos escritores, nada tengo en contra de historias que se complican hasta la saciedad siempre y cuando sean protagonizadas por personajes tan parecidos a lo que somos que al cerrar un libro uno siga recordándolos ad eternum. Así es que por ejemplo, a través de El Principito se conoce el sentido de la vida, la amistad, el amor y el profundo contenido de lo que es la propia vida. ¿Qué más podemos aspirar como lectores que compartir ese conocimiento? Ana Karenina es la mujer que lucha contra sí misma, perdiendo al final dicha batalla. ¿Cuántas mujeres (y hombres también) conocemos incluyéndonos que luchan esa lucha? Hamlet siente y manifiesta y actúa como lo hace porque vive en un mundo de engaños y corrupción, sentimiento que le viene confirmado por el asesinato de su padre y por la sensualidad desenfrenada de su madre. ¿Cuán cerca de la realidad de tantas sociedades está Shakespeare? Aunque haya muerto hace tiempo. Y la lista sería eterna mientras encontremos personajes de la ficción que nos han retratado lo que somos. Lo bueno es que seguimos encontrándolos. El señor John Irving es en ese sentido un mago. Su dialéctica no desperdicia un solo instante de superficialidad en el perfil de sus personajes, no crea estereotipos sino arquetipos. Con una larga tradición en ese sentido sin lugar a dudas Irving ha abrevado en las aguas de un grande como ha sido Henry James, buceador y creador de personajes en los cuales podemos reconocernos sin ambigüedades. Claro que lejos de la técnica descriptiva de Henry James, John Irving se encarga de mostrarnos a sus personajes en acción. De todos nos quedará un pequeño resabio de lo que somos, porque en todos sus personajes hallaremos un pedacito nuestro y con todos esos pedacitos podremos quizás rearmarnos y justificarnos en algunas de nuestras más oscuras necedades y hasta en las menos palpables de nuestras virtudes.
Una mujer difícil no es la historia de una mujer, Ruth Cole, su protagonista. Es la historia de su padre Ted Cole de su madre Marion y de Eddie y de Allan y de Hannah y...
El argumento se desarrolla de manera casi cinematográfica con escenas fuertes, con diálogos picantes y con una cierta naturalidad, con esa naturalidad con la que todos vivimos la vida. Ruth es hija de un escritor: Ted y de Marion que con el correr de los años usa la escritura como catarsis. Porque además de mostrarnos lo que es la vida para esos seres, en Una mujer difícil Irving hace un trabajo de intertextualidad y nos muestra qué es ser escritor. Ted, maneja a su manera los fantasmas, ¿negándolos? ¿tratando de ahogarlos en alcohol y sexo? Su vida en sus novelas está contenida simplemente como una metáfora de los miedos, de las fobias, de las limitaciones que como ser humano se reconoce y de las cuales es incapaz siquiera de huir. Porque la novela es también la historia de esos otros fantasmas, los de cualquier escritor: las obsesiones, las frustraciones, los miedos, las fobias y las alegrías, las dudas, las limitaciones de los escritores. La realidad y la ficción suelen entremezclarse en la obra de todo escritor, en Una mujer difícil esa contaminación autobiográfica late en la pluma de todos los personajes de la novela, no por casualidad la mayoría de ellos son escritores: Ruth, Ted, Marios Y Eddie el novio adolescente de Marion. John Irving ha conseguido un metalenguaje de la experiencia de escribir que es tan real como vigente. Eddie construye el protagonista de su primera novela mediante una mélange de personajes reales y viste a sus personajes con sus propios miedos en un intento por alejarlos. Ted Cole, el padre de Ruth tiene a su vez tantos miedos, tiene tantas limitaciones como ser humano como las tiene como escritor. Escribe cuentos para niños que son cuentos de terror donde hace catarsis de sus propios miedos y no termina de aventurarse a ser un escritor de novelas tan solo por miedo al fracaso impuesto por tan solo una novela corta que nadie recuerda. Es no tanto un escritor como un dibujante y hace del dibujo y la fotografía una excusa para sus incontables conquistas de las que al final no le queda nada, de sus novelas tampoco salvo un par de adultos que recuerdan haberse asustado cuando niños con los primeros cuentos de terror que les leyeron "El ruido que hace alguien cuando no quiere hacer ruido", “El ratón que anda entre las paredes”,son de alguna forma homenajes a sus hijos el primero a la propia Ruth y el segundo a sus hijos muertos aunque despojados del melodrama de sus conflictivas convivencias. Por su lado, Marion, la madre de Ruth, se niega a cederle a la pequeña Ruth el espacio que otrora ocuparon sus otros dos hijos muertos y esos fantasmas que a Ruth le permitieron fantasear con ficciones a Marion le impiden escribir tan solo una línea que no los contenga, porque sus hijos muertos se llevan toda su energía, hasta que finalmente y lejos de todos y de todos logra limpiar su corazón por medio de novelas no del todo exitosas pero que le sirven como bálsamo catártico. Marion supera de a su manera la propia realidad avasallante y termina escribiendo sobre sus hijos aunque en contextos muy lejanos al real. Ruth Cole vive con el fantasma de sus hermanos muertos a quienes de alguna manera viene a sustituir en el corazón de sus padres aunque su madre se niegue al reemplazo. Como escritora no puede evitar que su propia vida se mezcle con su ficción y así en varios de sus libros es posible individualizar las relaciones que mantuvo con personas cercanas y no tanto. Ruth logra con los años, convertirse en una escritora con éxito y de alguna manera logra el mayor éxito: superar una vida difícil que la convierte en una mujer tan difícil como lo fuera su madre.
John Irving termina dando cátedra de gramática y hablando del punto y coma dice: “Ya nadie sabe para qué sirve.” (…) “El punto y coma se ha convertido en una mera distracción.” Y cátedra de teoría literaria: “La verdad de la ficción es lo que debería haber sucedido en un relato, que no es necesariamente lo que sucede en realidad.”
Sin lugar a dudas la literatura se nutre de la historia de los personajes más que de un argumento complicado aunque Una mujer difícil tiene una sabia dosis de ambos que combinados dan como resultado una de las mejores novelas que llegaron a mis manos en los últimos tiempos a pesar de que lleva unos cuantos años escrita, lo cual corrobora una vez más que el libro es el mejor amigo que puedas tener: te espera por siempre, solo hace falta que llegue a tus manos, lo abras y se produzca esa simbiosis que hace falta para que uno se nutra del otro y viceversa.
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