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Ir tras una pista, entender el móvil, atar cabos, moverse de una huella a otra cuando las muertes se suceden y cuando ésas muertes se tocan, pero solo tangencialmente ese es el comienzo de Cortafuegos una historia que desde el principio nos introduce en el vórtice de un remolino que nos succiona hasta la página final.
La trama comienza con un taxista agredido por un par de adolescentes, se continúa con una chica que muere electrocutada y un hombre que parece haber muerto de un infarto aun cuando su médico de cabecera asegura que tenía una salud de hierro.
Y las muertes se suceden.
Como un hacker experto que entra y sale de un sistema de seguridad y lo vulnera, así logra Mankell que nos sintamos como lectores, vulnerados ante la inmediatez de las muertes sin un aparente hilo conductor, solo porque alguien parece querer borrar huellas, no dejar marcas. En esta octava entrega de la serie de Wallander, acompañamos una vez más al inspector más famoso del siglo XXI que se ha convertido en la estrella del policial contemporáneo. Wallander es un hombre que ya a esta altura de las entregas, pasa la cincuentena y sobre cuyos hombros pesa cada vez más la vida. Henning Mankell no deja de regalarnos, con cada libro de la serie, un marco referencial coherente desde la primera hasta la doceava entrega en el 2013. Asistimos en cada una de ellas a la decadencia de una sociedad del Primer Mundo que lejos de quedar exenta de la problemática de otras sociedades menos avanzadas, acusa todos los síntomas de la modernidad: violencia, hastío, soledad. Cortafuegos es un policial cuya trama impecable nos rebela una vez más que Mankell es uno de los mejores escritores del género de los últimos tiempos. La sencillez de su prosa resalta de manera paradójica con la complicada red de situaciones que lejos de una solución simplista sumerge al lector en una marea de situaciones que ahogan y desequilibran. En ésta como en todas y cada una de sus novelas la gracia radica justamente en cómo se van complicando los hechos, y sin espacio para una bocanada de aire fresco, cuando parecemos llegar, junto con Wallander al borde de una respuesta, damos vuelta la página y aparece otro interrogante que no solo desbarata lo hasta entonces dilucidado sino que es un escollo más por derribar.
“Por una razón no conseguía ver a través de los acontecimientos para vislumbrar el móvil, aquella guía que tanto necesitaban. No, no lograba acceder a aquel punto” (pag. 402)
Esta frase que aparece promediando el libro, bien podría aparecer en todas las historias de esta serie. La imposibilidad de ver, la imposibilidad de acceder, la imposibilidad de comprender es el reflejo y una alegoría de la imposibilidad de entender de la moderna sociedad sueca que Mankell intenta reflejar. Por qué una forma de vida modelo durante décadas y modelo para el mundo entero, de repente parece haberse contaminado de una endemia generalizada: la desidia del ser humano hacia el propio ser humano. Y entonces el temor: “Percibió asimismo una comezón, un incipiente temor a haber emprendido un camino totalmente erróneo. Era su cometido dirigir el trabajo del grupo de investigación, pero que no creía estar capacitado para ello”
Los medios de comunicación son objeto en Cortafuegos de duras críticas. En la novela, Wallander se enfrenta en dos ocasiones de manera muy dura a los medios de comunicación y a sus representantes.
En una primera situación Mankell introduce en escena los límites de la prensa en la sociedad que se contraponen con el derecho a la intimidad de los ciudadanos. El segundo episodio coloca a Wallander como víctima directa de la manipulación informativa. Podríamos tomar como propio de nuestra sociedad el corolario de estas situaciones: Desde la perspectiva del acto criminal, los medios de comunicación deberían quedar totalmente desprovistos de su función crítica y limitarse a ejercer su función primaria, es decir, la transmisión de información.
Si bien las doce novelas de la serie pueden leerse de manera independiente que es la forma en que yo misma he decidido hacerlo por una cuestión de acceso a las obras, mi recomendación es que las lean de forma cronológica. Son muchas las referencias en esta octava entrega a varias de las anteriores y aunque no haberlas leído antes no impide seguir la trama y entender el argumento, el trabajo de intertextualidad que Mankell realiza con sus producciones anteriores es interesante a la vez que enriquecedor, porque muchas de esas referencias ejemplifican muy oportunamente nuevas situaciones similares a las ocurridas en el pasado de Wallander. Las doce novelas de la entrega conforman un corpus narrativo imperdible para los amantes del policial y para aquellos que quieren iniciarse creo que será una experiencia inolvidable que los acercará definitivamente al género.
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