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Misión Olvido – María Dueñas

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mision-olvido-de-maria-duenas-22244El acto de olvidar es una misión ímproba. Cuando uno intenta olvidar lo que realmente logra es recordar a cada paso que tiene que olvidar y eso nos remite solo a recordar el objeto del olvido.
Sin embargo, cuando uno entierra en la memoria situaciones dolorosas o cuando el olvido llega como una acción involuntaria, sin que lo forcemos, la mayoría de las veces conseguiremos realmente borrar de la evocación inmediata una situación, una persona, un dolor.
Recordar por el contrario es un acto tan voluntario como inconsciente porque a veces, aunque la voluntad se niegue: recordamos. Podemos recordar hechos dolorosos, traiciones, abandonos, incluso sin que nos propongamos recordar. El recuerdo llega, no se anuncia y a veces hasta es necesario recordar. Recordar nombres y hombres, recordar que la vida vale la pena y motivarnos a seguir andando.



Misión olvido nos propone una doble misión, la de olvidar y a la vez la de recordar. Ésta es la segunda novela de María Dueñas que poco o nada tiene que ver con su opera prima El tiempo entre costuras, salvo que su protagonista es nuevamente una mujer con la cual la mujer lectora se sentirá inmediatamente identificada. A pesar de haber sucumbido al embeleso de la prosa de Dueñas, debo admitir que su primera novela me atrapó en más de un sentido y desde las primeras páginas, ésta solo se fue haciendo interesante a medida que la prosa avanzaba y de alguna manera la trama se complicaba en algo más allá de la simple misión de olvidar el dolor y la angustia de ser engañados. Vale acotar que ese interés comenzó a gestarse después de las primeras 100 páginas que para un libro de casi 500 es mucho. En resumen cuando se da vuelta la última página, es innegable sentir que Blanca Perea es una mujer contemporánea como cualquiera de ustedes mujeres lectoras y que desde ese lugar logrará atrapar al público femenino, no tengo las mismas certezas con el masculino. Blanca es una española y además de profesora universitaria es madre de dos hijos independientes e independizados y sobre todas las cosas mujer. Esta mujer en menos de dos meses se entera de que su marido la abandona por una mujer que podría ser su hija con la cual piensa casarse y que además será la madre de su futuro hijo. Blanca, apresada por la tristeza, la bronca, la frustración y un mar de soledad decide poner distancia. Acepta entonces un trabajo en una Universidad de EE.UU. y cruza el Atlántico para olvidar. Allende el mar, Daniel Carter sigue intentando enterrar en su memoria, tengamos en cuenta que olvidar es una tarea ímproba, un pasado doloroso. Carter es profesor de literatura universitario y un hombre de letras reconocido que a la par de enterrar quiere exhumar de la memoria, rescatar del olvido la obra de su mentor Andrés Fontana muerto treinta años atrás en un accidente automovilístico. Las vidas de Blanca y de Daniel se entrecruzan y de una forma simple y cotidiana la historia se convierte para ambos en una misión la de olvidar y la de rescatar del olvido. Debo admitir como dije más arriba que a partir de las 100 primeras páginas, me he dejado subyugar por la prosa de María Dueñas. Y esta vez me he dejado hamacar por dos narradores que me apresaron para contarme una historia, con la simpleza de las cosas de todos los días, una historia donde el pasado, de manera casi involuntaria convive y rearma un presente de forma casi imperceptible aunque necesaria y vital para afianzar el lazo que une a los dos personajes centrales de la novela. Trazando ese paralelismo casi utópico entre pasado y presente, dos voces: la de un narrador en tercera persona que nos acerca un ayer indispensable para entrar y entender un hoy, que Blanca Perea nos explica con su propia palabra. Ambos planos temporales terminan ensamblándose con la precisión de un rompecabezas armado desde una trama que cautiva y entretiene. Desde un coloquial accesible, creíble y por momentos divertido y siempre verosímil, María Dueñas entra en nuestra cotidianeidad con la simpleza del aire, del sol, entrando por una ventana. El acto de olvidar es una misión ímproba. Y como si fuera poco para el lector desentrañar si olvidar es recordar o no, aparece la palabra misión (RAE: Poder, facultad que se da a alguien de ir a desempeñar algún cometido) que tiene, en esta historia un doble sentido: el cometido o trabajo o labor de olvidar y desempolvar del olvido y misión como otra acepción de la RAE: Casa o iglesia de los misioneros.




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En este caso una misión franciscana en el Norte de México o Sur de los EE.UU. conocida como Baja California, que hace más de cien años quedó enterrada en el olvido y que es vital para el presente de la historia que nos convoca. “La última misión franciscana del legendario Camino Real. La nunca catalogada, la más frágil y efímera, esa que Andrés Fontana, con fundamento o sin él, dio en llamar: Misión Olvido.” 
Una trama, por momentos rayana en el policial que dará sentido y reacomodará el presente en muchos aspectos.

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