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Dos muertes, pocas pistas, ninguna certeza para el inspector Wallander que se ha convertido en uno de los mejores detectives de la novela policial actual.
Una chica se quema a lo bonzo y un ex ministro de justicia aparece muerto en una playa. En menos de 24 horas se conmociona el pequeño poblado de Ystad donde Wallander, Jefe inspector de policía, se conmina a no sacar conclusiones apresuradas. Las circunstancias de una muerte y otra son disímiles pero la brutalidad de ambas parece unirlas.
Con dos casos entre las manos, la cosa parece complicada. Sin embargo dos días después una tercera muerte oscurece por completo el panorama.
A partir de un crimen el trabajo de un inspector es tratar de hallar un cabo suelto, algo fuera de lugar que apenas llame la atención, un asesino no quiere llamar la atención de manera que una simple huella puede convertirse en la pista esencial. Pero cuando los crímenes se multiplican, se trata de hallar un nexo que una a las víctimas. ¿Qué tienen de común estas muertes? ¿Qué relación une a las víctimas? ¿Quién es el asesino? ¿Trabaja solo? ¿Por qué la brutalidad? A veces encontrar una pista es la clave, pero no siempre es bueno aferrarse a la primera pista que se presenta como solución, puede tratarse de una pista falsa. A veces una pista falsa es la manera de negar una realidad tan desesperante como concluir en que la estructura social en la que vivimos se tambalea a tal punto que ya nada es seguro, ni la propia vida ni la de los demás. Aferrarse a una seguridad que se nos escapa de las manos es a veces una solución tan desesperada como aferrarse a una pista falsa en un caso policial. Kurt Wallander es considerado como el alter ego de Mankell: tiene su misma edad, comparte su afición por la naturaleza y la ópera y sufre por la maldad en el mundo. Con Wallander, Mankell nos acerca un personaje tan cercano a la realidad que resulta imposible no involucrase. Wallander es torpe, malhumorado, conservador y en medio de una soledad sentimental que teme haberse fabricado se sorprende de ver cómo el avance de la violencia en las grandes ciudades va llegando a su pequeño pueblo.
No solo la trama hábilmente tejida de una historia sino sus personajes son el alma de una novela. Repleto de humanidad y de sensibilidad cotidiana, Wallander lo mismo puede desentrañar la más complicada serie de asesinatos (como sucede en la Pista falsa) sino también condolerse de su suerte y pensar que debe jubilarse para dar paso a una sociedad posmoderna que lo avasalla y que parece no entender.
“¿Ya no se podían resolver los problemas sin recurrir a la violencia? Si fuese así, cosa que temía cada vez más, el futuro le daba miedo. En ese caso, la sociedad habría girado sobre sí misma y se habría convertido en un monstruo” (Pág. 544)
Su estilo es directo; los personajes se muestran mediante un narrador en tercera persona situado en un punto de vista focalizado intensamente desde el protagonista. El tratamiento cinematográfico permite escenas donde los diálogos son oportunos y Mankell maneja a la perfección esta herramienta que utiliza al servicio de las acciones para armar el entramado de la historia, logrando de esta forma una descripción dinámica, tan cercana a la realidad como es el deseo de este autor sensibilizado con el contexto social en el cual le ha tocado vivir. A partir del asesinato nunca resuelto del primer ministro Olof Palme en 1986, que generó un enorme impacto en la sociedad sueca y en su tan aludido Estado de Bienestar. A partir de ese momento, la novela policial tomó un giro más social y comenzó a centrarse sobre aspectos morales que parecían no funcionar demasiado bien dentro de la maquinaria del tan mentado estado ideal. Sin embargo, nunca deja de lado el compromiso con la ficción, con lo cual su literatura está lejísimos de ser panfletaria ni nada que se le parezca. “Esta en una novela. Eso significa, sobre todo, que ninguno de los personajes que aparecen en ella existe en la realidad; aunque no siempre es posible, y ni siquiera preciso, evitar las similitudes” (Palabras finales de La pista falsa).
Desde mis clases en el Taller de escritura explico siempre lo importante del buen manejo de un diálogo que tiene que estar siempre al servicio de la historia, siempre para mostrar al personaje en acción y para acercar dinamismo. Es lo que logra Mankell combinando el diálogo con interesantes descripciones que se alejan de lo metafórico para acercarse a plasmar una realidad de papel lo más cercana a la de todos los días, una realidad móvil, cambiante de acuerdo a las circunstancias. Por eso y volviendo al buen uso de un diálogo: Nunca lo uses para que el personaje diga lo que debe entenderse con la acción y si lo usas intenta que sea por algo, porque haga evolucionar la historia, porque al menos uno de los personajes cambie de estado de ánimo, porque pasarán cosas mientras hablan o sentarán las bases para que sucedan. Y por último condición sine qua non: nunca hagas hablar a tus personajes como hablarías vos sino como hablaría cada uno de ellos, recuerda que u personaje es un ser de papel que debe resultar lo más cercano posible a un ser de carne y hueso.
Henning Mankell nació en Estocolmo, en 1948. Inició su carrera literaria en los años setenta como dramaturgo y en la actualidad es director del Teatro Avenida de Maputo (Mozambique). Ha publicado cerca de veinte novelas, además de obras de teatro y narraciones infantiles. Sin embargo, lo que le ha convertido en un autor de fama mundial, con cifras de ventas millonarias, es la serie de novelas protagonizada por el inspector Wallander, una saga de hasta ahora 12 historias traducidas a varios idiomas y con varios de sus títulos convertidos en series televisivas.
Maj Sjöwall y Per Wahlöö, considerados los padres de la novela negra nórdica, creadores del famoso inspector Martin Beck en el cual muchos escritores posteriores se basaron, abrieron las puertas de Suecia al policial, los suecos están considerados en la actualidad como los autores más representativos del género.
A las tramas hábilmente concebidas y a sus personajes tan de carne y hueso como seres humanos, estas novelas nos muestran Suecia: sus costumbres, sus ciudades y calles, su particular clima, su sol de medianoche, los cuestionamientos de sus habitantes. Son esos ingredientes lo más notable en los nuevos escritores, Henning Mankell es considerado actualmente junto con Stieg Larsson (fallecido prematuramente), Jens Lapidus, Lars Kepler y Mari Jungstedt como un representante de esa nueva camada, que sin duda marca un escalón más al que generaciones posteriores deberán encargarse de ascender.
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